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Todo lo bueno se paladea mejor cuanto más se hace esperar. La reprimenda del siempre moderado presidente Raffaele Pandalone a través de las páginas (las de papel y las digitales) de este periódico surtió el efecto que buscaba el empresario italiano. La Pandalonina en vena despertó al vestuario de la Balona después de su lamentable fin de semana en tierras de Murcia. El equipo de La Línea volvió a ser ante el Badajoz esa Recia por la que se le conoce. Ésa que quiere su hinchada. En un partido que lo mismo pudo sentenciar que írsele de las manos, venció a un rival rebueno, que no dobló la rodilla ni jugando con uno menos desde el 51' y que estará arriba cuando llegue el momento de repartir las notas. Después de ir sorteando bajas, de sentirse cuestionada por todo su entorno, esta Balompédica está a dos puntos de la cuarta plaza. Eso no admite debate.
El Badajoz llegó en mal momento al Municipal. Esta vez será Mehdi Nafti el que no duerma bien pensando en la Balona. Después de una semana difícil, muy difícil de puertas para adentro, la Balompédica sacó la rabia que tenía guardada y ganó. Seguramente no fue el partido perfecto, entre otras cosas porque concedió un par de ocasiones a un enemigo en inferioridad y perdonó lo imperdonable. Posiblemente haya rivales que han hecho muchos menos méritos que el extremeño y consiguieron llevarse algo de La Línea. Pero este bendito deporte también entiende de intangibles y esos acercaron ayer a los de La Línea a un triunfo que necesitaban como el comer.
Vaya por delante que esta angustiosa victoria de la Balona, o al menos una parte, tiene derechos de autor. El cuestionado Jordi Roger volvió a reinventar sobre lo que las circunstancias le han obligado a ir reinventando. Contó, eso sí, con el valiente paso adelante de algunos futbolistas (Jordan Sánchez, Tito Malagón, Pito Camacho, Javi Forján...) que estaban para sopitas y buen vino y que tuvieron los arrestos de salir al campo para demostrar su compromiso con la causa. El míster detectó un lateral en Fabrizio Danese que ni el propio defensa italiano sabía que existía, dio libertad ofensiva a Tomás y recuperó para el otro costado a Moussa, que sigue sin conseguir que un sector de la grada le reconozca lo mucho que aporta.
En los 26 primeros minutos el Badajoz tenía el partido controlado. Pero sin peligro. Apenas un disparo en el minuto once, que había sido anulado por fuera de juego. Fue la segunda vez que Tomás tomó el carril y la puso al borde del área. Excelente control de Dopi, que se la orientó para poder pegarle con todo. Y gol. Hacia tiempo que la Balona no celebraba un gol con tanta rabia.
El tanto cambió el juego. Tumbó el campo. Y hasta el descanso lo único que pudo pasar es que el equipo de casa ampliase la diferencia. Primero la tuvo Moussa y más tarde Dopi.
Tras el descanso empezó un partido diferente. La Balona empezó a ser la Balona del curso pasado. Ese equipo que sabe esperar y el Badajoz dio el paso adelante. Ni siquiera cambió cuando Kike Pina traicionó a sus compañeros y se autoexpulsó (51')
Esa sensación de que pudo pasar de todo quedó plasmada en poco más de un minuto. Apenas sesenta segundos en los que el partido puso irse al 2-0 o verse abocado al empate. En el 54' tras un rebote el balón le vino a Tomás en el borde del área pequeña. La quiso colocar tanto que la mandó fuera. Todavía había aficionados con las manos en la cabeza cuando Jairo Morillas se encontró con esa oportunidad de reivindicarse por la que tanto estaba clamado. Pero era el día de la Balona y el esférico lo vomitó el larguero.
Lo que quedaba de partido era una Balona hercúlea, jugando con oficio. Parando el partido a la espera del zarpazo. Lo tuvo en el 59' Dopi. Justo donde un rato antes la había tenido Tomás. Y lo resolvió igual de mal. Poco después el nueve vasco (desposeído de un dorsal que merece de sobras) lo intentó de espuela. Pero tampoco. El fútbol había decidido que el partido estaba abocado a un final de infarto.
En el tramo final, mientras la Balompédica achicaba aguas, Carlos Portero estuvo a punto de hacer saltar el invento. Disparo con mucha mala leche desde el borde del área. Y reapareció la mejor versión de Javi Montoya para sacar una mano que no está al alcance de muchos porteros en esta categoría.
Nadie lo sabía entonces pero era el final. Ni siquiera colocando a Pablo Vázquez de Alesanko logró el Badajoz encontrarle las cosquillas a los centrales de una Balona que por fin dejó el marco a cero.
En el 94', en una acción casi circense, Dopi, que a esas alturas seguía corriendo, le robó el balón de Kike Royo y cuando lo tenía todo para encender la traca final, se durmió y dejó que le robasen el esférico.
La reacciones al pitido final del público, con un grito ahogado de satisfacción que solo se oye cuando se ha sufrido muchísimo, y de los propios futbolistas, algunos en el suelo como si diesen gracias a un ser superior, demuestran que esta victoria no es una más. La Balona se revaloriza justo en el momento en el que más cotizaba a la baja. Ahí sigue, a tiro de piedra del pelotón de cabeza. Y en el momento que se desvíe, el presidente amenaza con devolverla otra vez al redil.
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