Perspectivas estables en las divisas
Puyol y Argelés
Campo Chico
Las circunstancias de esos momentos han asociado el nombre de Rafael Argelés al de Ramón Puyol
Cuenta López Canales que aquel día de diciembre, le llamó Riquelme para anunciarle que Argelés llegaba en barco
La pintura sobre todo, pero no sólo la pintura, ha dado mucho de sí por estos pagos de María Santísima. Ramón Puyol era un magnífico dibujante que tuvo una trascendencia extraordinaria como cartelista e ilustrador y eso oscureció, o al menos disminuyó, la posibilidad de un reconocimiento artístico de más altos vuelos para lo que, sin la menor duda, estaba sobradamente acreditado. Su regreso a Algeciras en 1968 le devolvió su sentido de pertenencia y lo acercó a la socialización en su tierra, con los artistas del momento.
La muerte de su madre, Lucía, y la recuperación de una libertad plena que le fue hurtada, por su militancia y actividad políticas durante su juventud, seguramente fueron los motores de su vuelta en 1968 y su posterior radicación definitiva en 1973. Era un buen momento para volver y para quedarse, sobre todo si ese sentimiento de pertenencia al que me he referido, estaba vivo; y lo estaba. El sistema no había cambiado pero sí evolucionado y la comarca ya no se parecía en nada a la que vivió en su infancia y adolescencia.
Pertenecía a una familia burguesa, conservadora y de posibles que enseguida que percibió sus extraordinarias cualidades para el dibujo, lo puso en manos de un gran artista gibraltareño, Gustavo Bacarisas, polifacético como su tío José Román, que todavía joven recaló y echó raíces en la Sevilla de 1913 después de un largo peregrinaje por varios países de Europa y América.
Puyol, Hijo Predilecto
Bacarisas enseñó a Puyol a desenvolverse en el mundo de la pintura y le abrió el camino para acabar de hacerse en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, antecedente lejano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense, aunque no parece que obtuviera título oficial alguno. Con veinte años, hacia 1927, Puyol empezó a sentirse próximo a los postulados de la izquierda española de entonces, obrerista, aún por estructurarse políticamente.
Por esos años pintó un par de carteles para la Feria de La Línea y para los carnavales de Algeciras. El de carnaval sería después retomado y reproducido para la Feria de Algeciras de 1973, cuando Puyol gozaba de un gran reconocimiento y del máximo respeto y consideración por parte de sus paisanos. Llegados los ayuntamientos constitucionales y con el Partido Comunista de España gobernando en Algeciras, el nombramiento, en 1981, de Hijo Predilecto de la ciudad –bien que por unanimidad, no podía ser de otro modo– era, no por merecido sin reservas, lo esperable. Paralelamente se le dio su nombre a una avenida, que continúa una calle rotulada con el de su paisano y amigo de los años postreros, Rafael Argelés.
Dos días después de la muerte de Ramón Puyol en su Algeciras natal, Juan Manuel Bonet, conocido crítico de arte y comisario de numerosas exposiciones artísticas, publicó (06/08/1981) un acertado artículo en el diario El País titulado: “Un artista de avanzada”. De él extraigo el siguiente párrafo, que tengo por una buena observación sobre la personalidad artística de nuestro paisano: “Me doy cuenta de que hay dos Ramón Puyol: el de antes de 1939 y el de después. Pienso que jamás he conocido caso más radical de exiliado interior, de creador para el cual la entrega a las circunstancias fuera tan total que, una vez abolidas, le fue imposible renacer, y hubo de esforzarse en sobrevivirse a sí mismo lo más dignamente que pudo. Lo más conocido de toda la producción de Puyol es su obra de los años treinta para el PCE y organizaciones afines: caricaturas, carteles, folletos, decorados de teatro... Estudiosos del arte de circunstancias que floreció durante la guerra civil, como Valeriano Bozal o Carmen Grimau han subrayado, la decisiva importancia de esa faceta de la labor del artista algecireño, que supo poner al servicio de la causa republicana sus innegables dotes de grafista”.
Los años postreros de Puyol en Algeciras
Las vivencias de los años postreros, en Algeciras, de la vida de Ramón Puyol atenuarían el mal recuerdo de sus sufrimientos en los de la guerra del 36 y como consecuencia de su detención en Alicante en 1939, cuando con otros muchos intentaba huir de España. No obstante, fue un artista muy comprometido con los supuestos más radicales de la izquierda del bando republicano.
Fue detenido y encarcelado, incluso condenado a muerte, pero pudo sobrevivir y rehacer su vida en un escenario de imposible acomodo para sus ideas. Su recuerdo ha permanecido entre nosotros desde los días de aquella década prodigiosa 1970-1980. Su presencia en Algeciras y sus intervenciones en la tertulia del Coruña quedaron indelebles en la memoria de todos. Su famoso cartel “No Pasarán” ha merecido estar entre las obras de referencia del Museo Nacional Reina Sofía.
Su familia destaca de él una frase que es muy representativa de la conciencia que tenía de sí mismo: “El arte por el arte, ya no tiene razón de existir ni la ha tenido nunca. Para que el arte tenga razón de ser, tiene que estar al servicio de una causa, la que sea. Eso trae como consecuencia que mi vida haya sido la de un individuo que ha luchado y que ha puesto su arte al servicio de una causa, por lo que ha encontrado tropiezos con la gente que no quiere que el arte apoye una ideología determinada”.
Las circunstancias de esos momentos mágicos de la Algeciras de entre 1970 y 1980 han asociado el nombre de Rafael Argelés al de Ramón Puyol y la verdad es que nada tiene que ver el uno con el otro. Rafael había nacido en Algeciras, varios años antes que Ramón, en 1894. También asistió a las enseñanzas regladas de la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, y como el común de los artistas de esa y de todas las épocas, viajo a Italia, en 1915; concretamente a Roma, en donde permaneció por espacio de cuatro años.
Su posterior estancia en España se prolongó hasta 1930 en que marchó a Brasil. El contacto con sus orígenes fue prácticamente inexistente; alguna exposición, algún premio, como el de la Exposición de Artistas Andaluces, en Jaén en 1923, y poco más. América le abrió sus puertas: después de Brasil fue Uruguay y sobre todo Argentina, país que acabaría abrazando como propio. Sobre todo cuando comprobó en un viaje a España en 1933, que las cosas no estaban como para quedarse. La sublevación militar de 1936 le hizo pensar en que era mejor permanecer en Argentina y allá marcho para instalarse definitivamente en Buenos Aires.
Pepe Riquelme localiza a Argelés en Buenos Aires
Me he referido en anteriores entregas a Julián Martínez y a Pepe Riquelme. El primero desde Algeciras y el segundo desde la Línea fueron dos figuras fundamentales en la difusión de las actividades relacionadas con el arte y, más ampliamente, con la cultura local, entendiendo por tal la que produciéndose en la comarca llegó a proyectarse más allá de sus límites y la que asociada a personas de la comarca se producía fuera de esos límites. Argelés es un buen ejemplo, espectacular, del servicio que prestaron estos cronistas a la comunidad. El pintor, muy probablemente, no habría vuelto a España jamás.
Cuando Riquelme lo localiza en Buenos Aires, haciendo gestiones vía telefónica con la Embajada Española, Argelés tenía setenta y ocho años y hacía más de cuarenta que no había visitado su ciudad natal. Fue en 1928 la última vez que estuvo en Algeciras, en plena dictadura de Primo de Rivera. Con la visión puesta en esa fecha y sus vivencias en la España republicana de preguerra, es de suponer que lo de volver por aquí no sería una ocurrencia personal espontánea. Hijo de militar, creció en Madrid, adonde su familia se trasladó cuando, al fallecimiento de su padre, Rafael apenas si había cumplido los primeros seis meses de vida. Como en tantos otros casos parecidos, nuestro gran pintor se enteró por los demás de dónde era.
El caso es que Riquelme propició la vuelta a Algeciras de Argelés. Llegó el 22 de diciembre de 1972 y poco antes, en octubre, aquel se había referido a éste, en una de sus crónicas. Asociando su importancia a la de Cruz Herrera, el gran pintor linense, sanroqueño de afición, y a Agustín Segura, uno de los grades maestros del retrato, tarifeño de nacimiento y sevillano de crianza y adopción. Riquelme fue, años más tarde, biógrafo de estos dos últimos grandes artistas. Como ya dije, una biografía de Argelés se debe José Antonio Pleguezuelos, ceutí de nacimiento y sanroqueño de adopción. Margarita Bru Romo publicó también (Diputación de Cádiz), en 1983 un documentado trabajo sobre el pintor: “Rafael Argelés, su vida y su obra”.
La llegada de Argelés a Algeciras
Cuenta López Canales que aquel día de diciembre le llamó Riquelme por teléfono para anunciarle que Argelés llegaba en barco, acompañado por su esposa, Marta; que él no podía acudir a recibirles y que les había reservado una habitación en la pensión El Estrecho, en la acera de La Marina. López Canales recurrió a García Jaén y los dos se hicieron con una foto de periódico, de Argelés, y se fueron al puerto a esperar el desembarco. Se colocaron junto a la pasarela y con un frío húmedo de invierno, a cada pasajero que les parecía poder llamarse Argelés le fueron musitando su nombre. Ninguno atendió la llamada y entonces empezaron a vocear en todas direcciones. Finalmente alguien contestó desde lo alto de la cubierta del barco.
Venía cargado de cuadros de tamaños diversos, sobre todo de pequeño formato. Los locales de la Imprenta Bazo se convirtieron en cuartel general del pequeño grupo de promotores, Paco Prieto y Andrés Siles entre ellos, y operando con sus bolsillos montaron los cuadros y los expusieron en los locales del Casino. Andrés le mostró al alcalde la página de la enciclopedia Espasa en la que se cita a Argelés y se señala Algeciras como lugar de nacimiento y eso venció la resistencia de Emilio Lledó a implicar al Ayuntamiento de Algeciras en la exhibición de la obra de Argelés. Fue un éxito, se vendió casi todo y el nombre de Rafael quedó ya para siempre unido al de Algeciras. Volvió en 1974, en 1975 y en 1977, expuso en la galería Carteya de Rafael García Valdivia, en Cádiz y en Madrid y murió en 1979 en Buenos Aires.
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