Ignacio Vinuesa, el médico que cada año devuelve la vista a cientos de personas en Etiopía: "Allí, quien no ve, no come"
Proyecto Visión
El oftalmólogo algecireño, referente del Hospital Punta de Europa y Premio Medicina Gaditana 2023, viaja regularmente al norte de Etiopía para devolver la vista —y la esperanza— a cientos de personas junto al equipo de la ONG Proyecto Visión
"El médico de ahora está más preparado, pero humanamente deja mucho que desear"
El doctor Ignacio Vinuesa Silva acaba de regresar de Mekele, la gran ciudad al norte de Etiopía, un país herido pero alegre donde los niños corren descalzos entre el polvo y las risas, y los adultos esperan su turno bajo el sol con los ojos cubiertos por un velo blanquecino que les ha ido arrebatando la vida poco a poco. Vuelve con el cansancio en los huesos y la certeza de haber hecho lo que debía. “Cada año digo que no vuelvo más —confiesa sonriendo—, y ahí sigo. Esto engancha. Allí recibimos más de lo que damos”.
Algecireño residente en Tarifa, Vinuesa fue jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital Universitario Punta de Europa de Algeciras y aún hoy es referente nacional en el tratamiento del glaucoma. Lleva dos décadas viajando al Tigray, una región castigada por la guerra, la pobreza y la resignación. Forma parte de Proyecto Visión, una iniciativa médica nacida en 1993 para erradicar la ceguera evitable en una de las zonas más desfavorecidas de África. Dos semanas cada año, el quirófano improvisado de la St. Louise Eye Clinic, gestionado por las Hermanas de la Caridad, se convierte en su casa.
La vida en Mekele
Mekele es una capital con unos 250.000 habitantes, situada en el corazón del Tigray. “Cuando empecé a ir, apenas había dos oftalmólogos; ahora ya hay al menos diez o doce”, cuenta Vinuesa. La guerra civil que azotó la región entre 2020 y 2022 dejó cicatrices profundas: desplazamientos masivos, niños huérfanos, familias enteras destruidas. Hoy la tranquilidad parece haber vuelto, aunque se siente “una cierta calma tensa”.
“El conflicto acabó y, desde entonces, hay estabilidad, pero se nota el miedo”, explica. “El presidente actual quiere buscar salida al mar y eso podría arrastrar otra vez a la región al desastre. Antes había más alegría. Este viaje he notado menos”.
Cada año digo que no vuelvo más... y ahí sigo. Esto engancha
Sin embargo, la vida se abre paso incluso en medio de la desolación. Vinuesa describe un país que avanza entre contrastes: “Adís Abeba está preciosa, con avenidas, carriles bici, todo limpio y moderno. Pero en Mekele he visto muchos niños tirados en la calle. Niños huérfanos que intentan huir a Yibuti o a otro país y los devuelven. Es una pena”.
Allí, dice, “los ricos cada vez son más ricos y los pobres más pobres”. Y aun así, insiste, “los etíopes son gente alegre. Viven en la calle, los bares están llenos, tocan música, ríen...”.
El equipo de la luz
El grupo que este año acompañó a Vinuesa está formado por profesionales que, además de talento, comparten un mismo sentido del compromiso.
Desde Algeciras viajaron tres compañeros: Miguel Ángel Cabrerizo, experto en desprendimientos de retina, glaucoma y retinopatía; Luis Villalba, oftalmólogo también del Hospital Punta de Europa; y Antonio Tirado, médico interno residente en Oftalmología del Hospital Clínico de Málaga. A ellos se sumó Paloma García, enfermera del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.
Lo importante es que el grupo sea bueno. Aquí el afán de protagonismo hay que dejarlo fuera
“Lo importante es que el grupo sea bueno, como el de este año, que ha sido excepcional”, dice Vinuesa. “Aquí el afán de protagonismo hay que dejarlo fuera. Cada uno hace lo que mejor sabe hacer, sin egos, con buen rollo”.
El día empieza temprano. A las siete, el desayuno; a las ocho, ya están en el hospital. “Vemos entre veinte o treinta pacientes. El día que más operamos fueron veintisiete, y el que menos, diecinueve”, relata. “Los pacientes se quedan a dormir y al día siguiente los revisamos antes de que regresen a sus aldeas”.
Las jornadas son largas, pero el ambiente es cálido. Por las tardes, al terminar, dan un paseo por el pueblo. A las siete y media cenan con las monjas. Luego, en su pequeña residencia, comparten una cerveza fría —St. George’s, la más famosa del país— y un rato de conversación antes de dormir. “Ahora ya tenemos wifi —dice riendo—, y una nevera llena de cerveza. No se puede pedir más”.
Los ojos que vuelven a ver
En la clínica St. Louise se realizan cirugías de cataratas, estrabismos, glaucomas y traumatismos oculares. Muchas de las lesiones están causadas por la precariedad. “Allí quien no ve, no trabaja, y quien no trabaja no come. Es así de simple”, explica el médico algecireño. “Mucha gente se gana la vida en obras sin gafas de protección. Eso provoca traumatismos y cataratas incluso en jóvenes. Por no hablar de los niños que, al no tener pelotas, juegan tirándose piedras”.
Cada operación es una historia. Algunas alegres; otras, durísimas. “En este último viaje vimos un caso muy desagradable: un bebé de siete meses con un tumor bilateral, casi desnutrido. Me acordé de mi nieto”, confiesa.
Cuando te das cuenta de los problemas que tienen allí, los tuyos te parecen tonterías
El contraste entre lo que se ve y lo que se vive no deja de conmoverlo. “Cuando te das cuenta de los problemas que tienen allí, los tuyos te parecen tonterías. Allí el problema es sobrevivir, tener futuro, esperanza de vida… no que te rayen la moto”.
Las monjas, el convento y la cerveza
El grupo se aloja en la residencia que las monjas preparan junto a la clínica. Son Hijas de la Caridad, la misma orden que fundó el pequeño dispensario hace tres décadas y que dio origen a Proyecto Visión. “La matriz de las monjas es irlandesa. Tienen su convento, su capilla, el hospitalito, y también una escuela infantil y un centro donde enseñan a las mujeres de la calle a coser o a hacer tapices”, explica Vinuesa.
En ese entorno de pobreza y esperanza, la convivencia se convierte en refugio. “Una vez a la semana vamos a la iglesia, hay una guitarra, y cantamos canciones. Les damos vidilla. Ellas también nos la dan a nosotros”.
La generosidad se contagia. “Cuando terminamos la jornada vamos a un bar donde ponen todo tipo de cervezas; nosotros llevamos frutos secos, los compartimos con la gente... Es un momento bonito”.
Una misión que no se apaga
Proyecto Visión nació en 1993, cuando un grupo de oftalmólogos españoles viajó por primera vez a Etiopía y se encontró con una epidemia de ceguera provocada por el tracoma, una inflamación de la conjuntiva causada por una bacteria. Desde entonces, cada año envían equipos médicos a Mekele con un objetivo: erradicar la ceguera evitable. Hoy realizan unas mil cirugías de cataratas anuales y forman a médicos locales en técnicas quirúrgicas.
Gracias a ellos, miles de personas han vuelto a ver el rostro de sus hijos, los colores del mercado, el camino al trabajo.
El del doctor Vinuesa no es un viaje de turismo solidario ni un gesto caritativo de temporada. Es un compromiso que se renueva cada año pese al cansancio, a la distancia y al dolor de lo que ve. “Yo siempre digo que no vuelvo más, pero al final vuelvo. Porque esto te cambia. Allí la alegría no es un privilegio, es una forma de resistencia”.
Cuando le preguntan por qué sigue yendo, responde sin dudar: “Porque aquí damos lo que sabemos hacer. Pero lo que recibimos allí… eso no se paga con nada”.
Para Vinuesa, devolver la vista a un paciente es algo más que una intervención médica: es un acto de fe en el ser humano. En un mundo donde la ceguera no siempre es física, su labor y la de su equipo recuerdan que todavía hay quien elige mirar —y hacer ver— allí donde otros prefieren apartar la vista.
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