La construcción naval en la Bahía de Algeciras en el siglo XVIII
Historia del puerto de Algeciras (XV)
Historia. En la tercera década del siglo XVIII sería el ingeniero belga Jorge Próspero de Verboom, al servicio del rey Felipe V, el que descubrió sus enormes valores portuarios
L a destrucción de Algeciras por los nazaríes a finales del siglo XIV significó, no sólo la desaparición de las estructuras político-administrativas, de los habitantes y guarnición y de los elementos urbanísticos que habían caracterizado la vieja y prestigiosa ciudad andalusí y luego cristiana, sino la pérdida del mejor puerto de la orilla norte del Estrecho y de los arsenales o atarazanas con que contaba. Con el cegamiento del canal portuario y la demolición de las atarazanas la construcción naval desapareció en la bahía. Sin embargo, el fondeadero de la Isla Verde-río de la Miel fue usado, como ya se ha referido en otro artículo, por las escuadras cristianas para resguardarse de los temporales y para hacer aguada en el cercano río.
Los arsenales y la construcción naval se trasladaron a la ciudad de Gibraltar que, durante los siglos XVI y XVII, construyó y reparó embarcaciones de guerra, de pesca y comercio en los astilleros situados en la desembocadura del río Guadarranque abastecido con madera extraída de los montes de Castellar como refiere la documentación de la época, entre ella los libros de Actas Capitulares de Castellar de la Frontera. Pero con la caída de Gibraltar en poder de los anglo-holandeses en el verano de 1704, de nuevo quedó la bahía sin arsenal o espacio destinado a la construcción y reparación de embarcaciones.
En la tercera década del siglo XVIII, una vez que la ciudad de Algeciras hubo renacido de sus ruinas, sería el ingeniero belga Jorge Próspero de Verboom al servicio del rey Felipe V el que descubrió sus enormes valores portuarios, sus posibilidades para la instalación de astilleros y su envidiable posición geoestratégica frente a la plaza inglesa que había surgido al otro lado de la bahía. En el informe que Verboom remitió al marqués de Castelar, leemos: Si Su Majestad quisiese establecer en aquel puerto (en Algeciras) astilleros para la construcción de navíos o de otras embarcaciones que no se duda seria de gran beneficio a la Marina del Mediterráneo y comercio de este puerto, hay parajes muy oportunos al pie de las mismas murallas, que no solo estarían defendidos de los insultos de algún enemigo, pero cubiertos de los temporales y fácil para lanzar las naves al agua. Y siendo la madera el principal material para tales fabricas, también se encuentra con abundancia y propia a este fin a corta distancia; así en los montes de la ciudad como de sus contornos, que conducida por el rio Palmones sería de gran conveniencia y de ahorro para la Real Hacienda.
No sabemos si se construyeron embarcaciones en los entornos de Algeciras, entre los años veinte y sesenta del siglo XVIII, aunque la actividad que, a partir de la década de los cuarenta se desarrolló en el puerto algecireño en torno al comercio con Gibraltar, al contrabando, al abasto de Ceuta, al corso y a la pesca, así como a las noticias existentes sobre unos astilleros ubicados en el río Palmones, nos llevan a asegurar que, al menos, se construyeron y repararon en ese período de tiempo barcos menores, faluchos y barcas pescadoras en la desembocadura del citado río.
Sin embargo, sería con ocasión del Gran Asedio de Gibraltar y de la presencia de las Armadas Española y Francesa en aguas de Algeciras, entre 1779 y 1782, cuando se documentan unos astilleros establecidos en la zona del Saladillo destinados a la construcción de las famosas baterías flotantes ideadas por d'Arçon. En total se construyeron diez de aquellas baterías que tan triste final tuvieron el 13 de septiembre del año 1782 al ser incendiadas y hundidas por los cañones de Gibraltar y de la flota inglesa fondeada en aguas de la colonia.
Los materiales que se emplearon, aparte de los cañones y de la munición, que debió llegar desde las Reales Fábricas de Artillería de Jimena de la Frontera, se sacaron de los montes de la zona (madera y corcho). Está documentada la existencia, a finales del siglo XVIII, de un martinete situado en el curso medio del río de la Miel destinado a refinar cobre y elaborar planchas de este metal para el forro y carena de los buques de la Armada aprovechando la fuerza del agua del río de la Miel. Es muy probable que el blindaje de las baterías construidas en el Saladillo se hiciera con las planchas obtenidas en esta fábrica.
El sacerdote valenciano Francisco Pérez Bayer, que estuvo en Algeciras a mediados del mes de agosto de 1782, visitó las líneas españolas y embarcó en una de las baterías en construcción en los astilleros del Saladillo. En su crónica refiere que encontró acabadas unas cuatro o cinco de estas embarcaciones de guerra y que, cuando se hallaba en Cádiz, a finales del mes de agosto, supo que sólo faltaban dos por terminar. A mí me pareció -refiere Pérez Bayer- que habrá como cuatro o cinco de aquellas baterías acabadas, aunque en todas y aún en la misma de donde salimos, se estaba trabajando. Hoy, domingo primer día de septiembre en que esto escribo en Cádiz, oigo decir que el día 30 de agosto se estaban concluyendo la "Begoña" y la "Pastora" (que es la que mandará el señor Moreno) y que son las únicas que faltan.
Pérez-Petinto dice que seguidamente se procedió a la construcción de ellas (las baterías flotantes) en número de diez, de ellas, cinco de dos puentes y una de uno. Se construyeron en Algeciras en un astillero levantado en el lugar del Saladillo.
En 1795, el Barón de Bourgoing escribe que en la orilla derecha del río de la Miel había un astillero pequeño en el que fueron construidas algunas lanchas cañoneras durante el sitio de Gibraltar.
En el Catastro de Ensenada, redactado en 1752, se hace mención a la existencia en la ciudad de dos maestros calafates y de un oficial matriculados. En esa fecha estarían trabajando en el astillero existente en el río Palmones dedicados a la construcción y reparación de faluchos y barcas pescadoras. Es evidente que, cuando treinta años más tarde se acometa la construcción de las baterías flotantes, en ellas, además de los maestros de ribera civiles residentes en la población, los trabajos serían realizados por carpinteros, calafates, herreros y sogueros aportados por la Real Armada.
Antonio Torremocha. Doctor en Historia Medieval. Académico de número de la Academia Andaluza. Director del Museo de Algeciras (1995-2007)
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