El tiempo
¿Lloverá en la tardebuena del Campo de Gibraltar?

El Trienio liberal: cárcel de Algeciras y justicia para dos hortelanos

Historias de Algeciras

La insalubridad de la prisión amenaza con trasladar enfermedades al resto de la ciudad

Dos trabajadores del campo son despojados de sus terrenos para ubicar allí el mercado

El antiguo Mercado de Algeciras. / E.S.
Manuel Tapia Ledesma

01 de mayo 2022 - 02:00

Por aquellos liberales tiempos de gran preocupación por perpetuar la memoria del sistema doceañista, a través de un capitalino monumento sufragado con los inexistentes “dineros” de los pueblos de la provincia, el despacho del jefe del Partido de Algeciras no cesa de registrar peticiones y denuncias de todo tipo.

En el primero de los casos, son los vecinos de esta ciudad: “Miguel Guerrero y José Ramírez, hortelanos, quienes reclaman el terreno del que han sido despojados en la plaza Baja de la misma por disposición del Ayuntamiento”; y en cuanto al segundo: “Oficio del Ayuntamiento de Algeciras, acerca del estado de su cárcel y obras que necesita con urgencia”. El mismo consistorio local, junto con otro del Distrito, también acude al representante del sistema en la comarca, para mediante oficio hacer constar: “Los Ayuntamientos de Algeciras y S(n) Roque, sobre los derechos que se cobran por el comandante General á los viajeros que transitan á Gibraltar”. Recordemos, como así se hizo constar en anteriores entregas, el gran impulso que supuso para el puerto algecireño el Trienio Liberal, permitiendo y facilitando la navegación entre ambos lados de la Bahía. Los escasos ingresos de los municipios les obliga a solicitar participar de dichos derechos o pagos. Además de tal pretensión sobre los referidos y obligados “pagos”, codiciados por las exiguas arcas municipales afectadas ya fuera por desembarcar o atravesar la verja de la colonia, otro oficio viene a demostrar los aún pendientes problemas por solucionar entre los intereses de ambas comunidades: “Instancia que presentan ante el Gefe del Partido los labradores del Campo, pidiendo que no se permita pastar al ganado perteneciente á Gibraltar”.

De vueltas al problema de la cárcel algecireña, que sigue sin resolverse a pesar de las quejas de las instancias judiciales y municipales, un oficio es remitido a las altas instancias liberales de la provincia denunciando la insoportable situación de la prisión, que puede convertirse en un grave problema sanitario para el resto de la ciudad: “El Ayuntamiento de Algeciras [...] hace constar la necesidad de trasladar a otro paraje algunos presos de su cárcel porque la estrechez y estado de ella amenaza peligro para la salud de los arrestados y es de temer sea extensivo á toda la población”.

Ante las quejas del liberal municipio algecireño, las autoridades determinan: “Autorizar a dicho Ayuntamiento de Algeciras para que desde luego, tome en arrendamiento algún otro edificio con dicho objeto; pero con la precisa circunstancia de que el salario del nuevo Alcaide y los demás gastos del establecimiento quedan sujetos a las reglas acordadas para la concurrencia de los pueblos a a los gastos que se ocasionan en la Cabeza del Partido respectivos a los juzgados de primera instancia y que tienen relación con estos”. Nuevamente los pueblos quedan abandonados a la triste realidad de sus escasos recursos para afrontar sus problemas.

De regreso al asunto de los pasaportes, y ante el silencio de las altas instancias liberales, los ayuntamientos afectados consiguen sacar del “panteón administrativo” los suplicantes expedientes, solicitando: participación en el controvertido y obligado pago a los viajeros que entran en la colonia británica, resolviendo la comisión pertinente: “En vista de lo representado por los Ayuntamiento de S(n) Roque y Algeciras, en las exposiciones que remitieron al Sr. Gefe Político Subalterno [...] sobre los derechos que se cobran por el comandante general del Campo á los individuos que pasan á Gibraltar [...] oído el parecer de la Comisión de justicia se acordó manifestar al Gefe Superior Político, entre otras cosas se sirviese disponer lo conveniente a fin de que los pasaportes para Gibraltar lo expidiese siempre el Gefe Político de Algeciras, cuidando de distribuir los derechos que por ellos se cobran según sus destinos, exceptuando los pertenecientes a la Comandancia general que se conservarán en depósito hasta la resolución del Congreso en este punto; y que no sabiéndose hasta ahora la determinación de dicho Gefe Superior, le recuerda, para que teniendo á bien instruirla del estado actual de este asunto pueda fijar su opinión con el debido conocimiento acerca de las reclamaciones que hacen los expresados Ayuntamientos de Algeciras y S(n) Roque”. El asunto, además de llegar a las más altas instancias del Estado liberal, significa en cuanto a su resolución, un novedoso recorte en las competencias de la Comandancia General del Campo.

Extracto resolución a favor de los hortelanos algecireños. / E.S.

De vueltas con la denuncia, expresada anteriormente, contra el Ayuntamiento de nuestra ciudad interpuesta sobre la mesa del jefe del Distrito algecireño por los vecinos: Guerrero y Ramírez, no se hizo esperar la resultante resolución: “En vista de la instancia de Miguel Guerrero y José Ramírez, hortelanos de la Ciudad de Algeciras [...] remitidas por el Sr. Gefe Subalterno de aquel partido[...] oído el parecer de la Comisión de Propios [...] estimando quejas de dichos hortelanos por el despojo que les ha causado el Ayuntamiento de los terrenos que autorizadamente disfrutaban y que obtuvieron por ciertas expensas que hicieron para la traslación del mercado de verduras al paraje que hoy ocupa; acuerda se ponga en ejecución lo que hoy propone el expresado Gefe Político Subalterno con cuyo informe se conforma [...] y atendiendo á que los gastos ya hechos con las nuevas casillas no es justo los pierdan los individuos que probablemente de buena fe los tienen desembolsadosse procederá á su aprecio para que los abonen dichos hortelanos sujetándose estos á la regla general que hubiere establecido el Ayuntamiento para la construcción de casillas o puestos en la referida plaza”. Afortunadamente para Guerrero y Ramírez, la liberal justicia les dio la razón.

Estos dos buenos hortelanos de nuestra ciudad fueron testigos y víctimas del cambio de ubicación del tradicional mercado desde la popular plaza de la Verdura, hasta su nuevo emplazamiento en la plaza de la Palma. Aquel proceso comenzó en 1819, cuando en sesión celebrada por el consistorio local se recogió en acta: “La mala situación que tenía el mercado de las verduras [...] pues no es otra cosa que un pedazo de calle mal empedrada [...] y que había en la ciudad lugar muy a propósito para semejante establecimiento en que podría hermanarse la limpieza pública con el decoro y la comodidad del vecindario...”. En clara referencia a la plaza Baja (Baxa), futuro destino de aquellos puestos, entre los que se encontraban los asignados a Guerrero y Ramírez.

En aquel segundo año liberal, y siguiendo con el proceso de consolidación del nuevo espacio del mercado, se hizo público el siguiente: EDICTO. Hacemos saber que habiéndose determinado por el Ayuntamiento la conclusión de las casillas o cajones de la Plaza de Ntra. Sra. de la Palma donde se halla el mercado público, ha acordado en sesión de ayer se haga notorio para los vecinos que deseen construir para sí algunos de dichos cajones, presenten su petición por escrito [...] a fin de que el Ayuntamiento pueda determinar debidamente el modo de conceder dichos cajones. Lógicamente, lo ya abonado por los denunciantes debía ser respetado por la instancia municipal, como así se determinó en la resolución enviada al responsable político del Partido algecireño, quién sin duda como mediador -y tal vez promotor de la queja- entre los interesados y el órgano que dictaminó a favor de estos, informaría al consistorio local sobre el asunto. Viéndose gratamente favorecidos con tal decisión, todos aquellos vendedores -al igual que Guerrero y Ramírez- y que tras efectuar el preceptivo abono fueron trasladados al nuevo espacio y ancha plaza de la Palma, dejando atrás la constreñida calle del Sacramento: “Favoreciendo la limpieza pública, decoro y comodidad del vecindario”. Quizá acostumbrados a “otras formas”, aquellos hortelanos algecireños, tal vez fueron los primeros sorprendidos ante aquella muestra de justicia alcanzada por dos humildes trabajadores de la tierra, frente a la siempre poderosa maquinaria de la inflexible Administración. Algo, les debió parecer, estaba cambiando.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último