Literatura

Téllez presenta en Algeciras 'La Andalucía de Miguel Hernández', antología poética

  • El poeta, escritor y periodista ofrece un compendio sobre la vida y la obra del “campesino fugitivo”

Foto de Miguel Hernández en la portada del libro de Téllez.

Foto de Miguel Hernández en la portada del libro de Téllez. / E.S.

La Andalucía de Miguel Hernández, penúltima obra del algecireño Juan José Téllez, es una antología poética seleccionada con muy buen criterio. Es también un compendio, una breve y sumaria exposición de la vida del poeta de Orihuela (Alicante), que “lo murieron”, en palabras del escritor Vicente Aleixandre, en 1942. El compendio sobre la vida antecede y explica el criterio de selección de la antología. El libro se presenta este lunes, 5 febrero, a las 19:00, en el Centro Documental José Luis Cano de Algeciras.

El algecireño Cano, que daba nombre a una fundación cultural en su ciudad natal, entidad ya suprimida, y que hoy rotula el centro documental, fue precisamente uno de los escritores que aportó, junto a Leopoldo de Luis y Dámaso Alonso, entre otros, para que la obra de Miguel Hernández transcendiera más allá de su existencia vital, de la mano de Vicente Aleixandre, que tuvo “un amor muy especial” por el cantor alicantino, en expresión de Amaya Aleixandre, sobrina del Nobel español.

Hay otros nombres en la vida de Miguel Hernández, ligados en algunos momentos al Campo de Gibraltar, reseñados en el trabajo que va a presentar Téllez. Es el caso de Gabriel Baldrich, escritor y poeta, también natural de Alicante, que residió en La Línea de la Concepción y compartió trinchera con el poeta alicantino junto a Leopoldo de Luis, cuyo nombre verdadero fue Leopoldo Urrutia.

“Siempre sentí fascinación por Miguel Hernández", afirma Téllez a Europa Sur, del que fue director. "De hecho, su Elegía a Ramón Sijé fue el primer poema que leí en público, con 16 años, en un grupo de teatro. Había escrito sobre su obra diversos artículos, pero en 2017 me sorprendió que la Diputación de Jaén pensara en mí como comisario de la exposición de los fondos que había adquirido a la familia del poeta y que se conservan en Quesada, la población natal de Josefina Manresa, la viuda de Hernández. Como yo no era hernandólogo ni lo soy, creo que me lo propusieron para que no entraran en competencia quienes sí lo son. Por entonces, yo era director del Centro Andaluz de las Letras y acepté el encargo con una condición, la de no cobrar un euro por ello, a cambio de que las siglas del CAL figuraran en el catálogo”, rememora el periodista.

Esa exposición, denominada Miguel Hernández, a plena luz, recorrió Manchester, Dublin, Toulouse, Nueva York, Chicago, Manila y París. De esta experiencias extrajo el autor algecireño las abundantes referencias a Andalucía que hubo en la formación y en el proceso vital de Miguel Hernández.

La Andalucía de Miguel Hernández es un compendio sobre su vida y obra, sí. A modo de un reportaje detallado, el lector viaja llevado por una mano precisa, equilibrada y respetuosa al mundo del poeta que murió después de una larga enfermedad en el Reformatorio de Adultos de Alicante. En esa travesía lectora se habla de amor, de desamor, de teatro, de la fe, de censura, olvido, memoria, de la amistad y de la enemistad, de flamenco, de la guerra y de la poesía.

La obra de Miguel Hernández se conservó por el tesón de Josefina Manresa y por la de sus escasos y buenos amigos y admiradores. Manresa, nos cuenta Téllez, “escondió manuscritos originales, cartas, folletos, fotografías, para que no fueran descubiertos en los frecuentes registros que soportó durante la clandestinidad, una época en la que se vio ayudada por un grupo de amigos que la sostenían económicamente”.

Hay varias personas influyentes en la vida y obra de Hernández, más allá de sus amistades de la infancia y de la juventud. Está Juan Ramón Jiménez, que lo distinguía de aquellos “monos azules recién planchados” que no estaban como él, en la trinchera; está Vicente Aleixandre, a quien el oriolano consideraba la persona con la que sentía más confianza; y está la filósofa malagueña María Zambrano, que según nos cuenta Téllez fue de las primeras personas en darse cuenta de la falta de empatía que existía entre Miguel Hernández y Federico García Lorca. Sobre Hernández declaró en una entrevista Zambrano: “Era un creyente. Y creyó siempre en lo mismo, en el rayo que no cesa y el amor que no acaba”.

Teatro y música

La producción teatral del oriolano ocupa un amplio espacio en el análisis exhaustivo del algecireño Téllez. La gran mayoría de sus obras no llegaron al escenario en vida del poeta. Su éxito fue más bien póstumo y llegó por lecturas dramatizadas o por espectáculos sobre tablas, ya fuera por bailaoras y cantaores flamencos, o por otras representaciones que empezaron a abundar en la década de los años setenta del siglo pasado, conforme la censura franquista iba relajándose, decayendo ante el avance social.

“A Miguel Hernández le gustaba la música. También el fútbol y los toros. Tocaba la armónica, como refleja un dibujo de Benjamín Palencia para El Silbo Vulnerado, y me parece que se le daba bien el acordeón”, cuenta Téllez. 

En este punto aflora una de las escasas opiniones que Téllez deja escrita en La Andalucía de Miguel Hernández: “Urge una puesta al día de su dramaturgia, de su estética, una relectura de sus contenidos y de sus continentes. Tenemos que reimaginarnos a Hernández para mantenerlo vivo a pesar de los esfuerzos de aquellos que le murieron”.

Llama la atención, eso es muy evidente, lo bien que los poemas, el verso del alicantino, se ha difundido a través de la música. “A Miguel Hernández le gustaba la música. También el fútbol y los toros. Tocaba la armónica, como refleja un dibujo de Benjamín Palencia para El Silbo Vulnerado, y me parece que se le daba bien el acordeón”, cuenta Téllez. 

Juan José Téllez, en una conferencia en 2023. Juan José Téllez, en una conferencia en 2023.

Juan José Téllez, en una conferencia en 2023. / Jorge del Águila

Esa musicalidad también es jonda, bien porque se cultivó en Orihuela, donde había afición flamenca en su propio círculo e incluso él llegó a escribir una letra para un himno de la República, que, en vida, solo se estrenó una vez. Los flamencos le hicieron patrimonio suyo desde el minuto cero: Enrique Morente, Manolo Sanlúcar, José Mercé, Carmen Linares, Camarón de la Isla, El Niño de Elche... Un sinfín. Manuel Gerena llegó incluso a grabar un cante acompañado por la voz de Miguel Hernández, recitando la Canción del esposo soldado, que a Alejo Carpentier le impresionó en París. “Sus versos son extraordinariamente musicales, de ahí que se ajusten como un guante a las partituras”, apunta Téllez.

Nos queda mucho de Miguel Hernández, que impregna todavía vivencias y compromisos de lectores, no solo españoles. Queda su voz y, hace unos meses, también comprobamos que algunas pocas imágenes, en su presencia en el II Congreso Internacional para la Defensa de la Cultura, celebrado en Valencia en julio de 1937.

Gracias a la Diputación de Jaén, queda también su legado, que tiene sede en Quesada, donde nació su viuda. “Lo más importante es que se digitalizaron los contenidos del legado. Y, aunque la digitalización no es precisamente perfecta, ha servido para que cualquier investigador pueda aterrizar por primera vez en ese tesoro, al menos antes de realizar un estudio en profundidad del mismo”, señala el autor de La Andalucía de Miguel Hernández.

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