Historia del Campo de Gibraltar

El Obispado de Algeciras (y V)

  • Distintos historiadores difieren sobre la doble titularidad del obispado para la capital provincial y la ciudad algecireña

Iglesia de Santa María la Coronada de Medina Sidonia, construida sobre otra mudéjar que debió ser la sede provisional del obispado de Algeciras.

Iglesia de Santa María la Coronada de Medina Sidonia, construida sobre otra mudéjar que debió ser la sede provisional del obispado de Algeciras.

El título de obispo de Cádiz y Algeciras

En cuanto a la prosecución o no del uso del título de obispo de Cádiz y Algeciras por los sucesores de fray Gonzalo González (1364-1379), titular de la doble diócesis en el momento de la pérdida de la ciudad de Algeciras, las opiniones aparecen de nuevo encontradas. El empleo de uno u otro título viene determinado por el tenor de las bulas papales: las emitidas entre 1364 y 1384 constan "Gadicensi et lnsule Viridis electo", para seguir nombrando solo al obispo de Cádiz a partir de esa fecha. Así ocurre con el sucesor de fray Gonzalo González, don Juan (1380-1383). Este obispo es propuesto por José Sánchez Herrero como titular de la sede gaditana entre don Gonzalo y Fray Rodrigo de Alcalá (1384-95), frente a lo tradicionalmente mantenido desde Demetrio Mansilla hasta Pablo Antón.

Sin embargo, "recuperada la plaza, vuelve de nuevo a titularse obispo de Cádiz y Algeciras, como consta por una bula de Pío II fechada el 27 de marzo de 1464", sostiene Mansilla, basándose en documentación vaticana (Reg. Vat. 511, ff. 181v-182v.).

Debemos aclarar aquí que cuando se habla de la recuperación de la plaza, no se trata de la Algeciras medieval, destruida en el siglo XIV por los granadinos, sino de la ciudad del peñón de Gibraltar. Esta era considerada la ciudad heredera de Algeciras y a la que se había de hacer entrega de sus antiguos términos municipales cuando fue conquistada por los castellanos en 1462, bajo el reinado de Enrique IV. Más exactamente fue tomada por Juan Alonso de Guzmán, primer duque de Medina Sidonia, a lo que siguió una larga disputa sobre los derechos de la fortaleza. El duque de Medina Sidonia reclamó Gibraltar como suyo, pero el rey Enrique IV de Castilla la declaró propiedad de la corona, creando otro argumento para la ya citada guerra civil que condujo a su deposición en efigie en Ávila.

En este punto de volver a titularse obispo de Cádiz y Algeciras desde la toma castellana de Gibraltar en 1462 difieren Mancilla y Sánchez Herrero, ya que este último solo acepta el dato para "don Gonzalo, [que] continuó aun firmándose obispo de Cádiz y Algeciras, pero no sus sucesores". Por su parte, fray Gerónimo de la Concepción indica en 1690 que el cabildo permaneció en Cádiz, aun en tiempos del saqueo inglés de fines del siglo XVI, "como lo han hecho hasta oy, intitulándose sus Prelados Obispos de Cádiz y Algeziras".

Es interesante constatar también que, en la copia notarial del traslado, en bula de Clemente VII, de aquella otra por la que Clemente VI concediera la erección de la diócesis de Algeciras, fechada en Avignon el 2 de mayo de 1463, consta que el traslado fue solicitado por el "obispo y cabildo desta Iglesia de Cádiz", sin nombrarse la de Algeciras (Archivo Catedralicio de Cádiz, documento n° 16).

Abundando en la opinión de Mansilla, "el citado documento nos autoriza fundadamente a pensar que la iglesia de Algeciras recobró rango de catedralidad, aunque canónicamente unida a la de Cádiz". Curiosamente, no hemos encontrado referencia de ningún otro historiador, antiguo ni actual, a dicha bula. Parece común empeño en dejar que se pierda en el olvido la peculiar característica de esta doble diócesis, que se vio más tarde complicada con la unión de la ceutí y la escisión de la jerezana.

La teoría de Demetrio Mansilla, obispo de Ciudad Rodrigo, sostiene que las dos sedes episcopales de la época romano-visigoda de Niebla (Elepa) y Medina Sidonia (Asido) serían sustituidas en el bajo medievo por las ciudades de Cádiz y Algeciras. Quedaban así "restauradas dos nuevas diócesis de la antigua Bética, cuyas sedes no coinciden geográficamente con las viejas de la división visigoda, porque la Reconquista ha impuesto nuevas realidades políticas".

Para el padre Martín Bueno Lozano, el título de "obispo de Cádiz y Algeciras" pervivió hasta el 10 de febrero de 1932, fecha del fallecimiento del último que lo ostentó. Asímismo señala:

Y luego, en 1970, la Santa Sede acordó utilizar el título de "obispo de Algeciras" concediéndoselo a los obispos sin diócesis que regentar. Siempre en tales casos busca en el pasado el de alguna diócesis desaparecida. Lo han sido ya de Algeciras un obispo italiano, auxiliar del arzobispo de Milán, otro brasileño, auxiliar del arzobispo de Juiz Foras, y en el presente un español, monseñor Luis Martínez Sistach, auxiliar del arzobispo de Barcelona.

Signos de validación de la bula, donde destacan el signo notarial, la rúbrica de Rodericus, thesaurarius, y el sello de placa cuya leyenda es ilegible. Signos de validación de la bula, donde destacan el signo notarial, la rúbrica de Rodericus, thesaurarius, y el sello de placa cuya leyenda es ilegible.

Signos de validación de la bula, donde destacan el signo notarial, la rúbrica de Rodericus, thesaurarius, y el sello de placa cuya leyenda es ilegible.

El asunto ha vuelto a ponerse de actualidad a principios de 2022, cuando el sacerdote Cristóbal Déniz Hernández ha sido nombrado obispo auxiliar de la diócesis de Canarias y “obispo titular de Algeciras”. Se trata de un nombramiento con carácter simbólico u honorífico, como señalaba el padre Martín Bueno, ya que, por el momento, Algeciras carece de diócesis y de jurisdicción, ya que pertenece a la Diócesis de Cádiz y Ceuta.

Conclusiones

Los motivos que llevaron al rey castellano Alfonso XI a solicitar del papado la erección en catedral de la iglesia de Nuestra Señora de la Palma de Algeciras y la constitución de su diócesis fueron las mismas que habían impulsado a su abuelo a pedir lo propio para la iglesia de Cádiz. En el caso campogibraltareño, nos encontramos ante la creación de una nueva diócesis, si bien unida canónicamente a la de Cádiz. Lo sucedido en 1263 a petición de Alfonso X fue la restauración y traslado a Cádiz de la antigua diócesis visigótica de Asido, proceso en el que se sintieron perjudicadas las ciudades de Jerez y Medina Sidonia.

Téngase también presente que, en el momento de producirse los hechos de la erección de la diócesis de Algeciras, la catedral gaditana solo contaba con ochenta años de historia, ya que la ciudad había estado anterior mente en manos musulmanas y había carecido prácticamente de importancia en la etapa medieval.

Leopoldo Torres Balbás señalaba que “Cádiz debió de tener escasa importancia mientras estuvo en poder islámico; historiadores y geógrafos la nombran en muy contadas ocasiones, limitándose casi exclusivamente a mencionar los grandes restos de construcciones romanas que atestiguaban su pasado esplendor” ("El castillo del lugar de la Puente, en la isla de Cádiz", Al-Andalus. Crónica XXVI, p. 274)

Destruida Algeciras, no pudo haber voces que desde allí reclamasen para dicha ciudad la restitución de la sede episcopal que diese cumplimiento al tenor de la bula papal. En dicha bula se dispone que el templo de Nuestra Señora de la Palma "lo elevamos a la categoría de catedral y decretamos que lo sea para siempre de dicha ciudad" (...) y "el venerable hermano Bartolomé, obispo de Cádiz, al que también con la misma autoridad ponemos al frente de la misma iglesia de Algeciras como obispo y pastor, y cualquier sucesor suyo, sea llamado para siempre obispo de Cádiz y Algeciras".

El devenir histórico ha propiciado que una situación de facto, como fue el traslado temporal de la catedral a Cádiz ante el abandono de Algeciras, se haya impuesto a otra de iure, el derecho otorgado "para siempre" por Clemente VI a la ciudad algecireña como sede de la doble diócesis.

Parafraseando al padre Martín Bueno, "si algún día se pensara en la restauración de la diócesis de Algeciras siempre se contaría con una fuerte apoyatura histórica". Eso es lo que hemos tratado de documentar exhaustivamente en estas entregas en el diario Europa Sur.

TRADUCCIÓN DE LA BULA DE CLEMENTE VI, según Luis Charlo Brea y Mª Belén Piqueras García (“Bulas fundacionales de la diócesis de Cádiz (III). La creación de la diócesis de Algeciras”. Historia. Instituciones. Documentos, Vol. 34. Universidad de Sevilla, 2007, pp. 57-76).

Clemente, obispo, siervo de los siervos de Dios, para que por siempre se recuerde. Nos alegramos y Nos regocijamos en el Señor, se alegra también y se regocija la Santa Madre Iglesia, y puede y debe todo el pueblo cristiano en su conjunto alegrarse con todo derecho, porque Nuestro Redentor, que dispone y ordena todo con inefable providencia, y, cuando quiere, toca los corazones de reyes y príncipes y los enciende para su complacencia con el fuego de una ingente devoción, ya hace mucho tiempo a nuestro queridísimo hijo en Cristo Alfonso, rey ilustre de Castilla y León, desde que llegó felizmente a los años de su floreciente adolescencia, de tal manera atrajo al ardiente amor del propio Redentor e infundió en él [tal] abundancia de bendición salvadora que el propio rey, constituyéndose como extraordinario atleta, esforzado púgil y solícito e incansable combatiente del sumo Rey, abominando además los ataques y las hostiles persecuciones, que los pérfidos agarenos de las regiones de África y del reino de Granada, enemigos de la fe ortodoxa, sobre todo contra los cristianos que vivían en las fronteras de esos mismos enemigos constantemente llevaban a cabo y otros muy nefandos crímenes [que] cometían, y no pudiendo soportarlos, ceñido y defendido de fuerza divina para reprimir sus abominables ataques, exterminarlos y establecer cultivadores de su propia fe, sin perdonar trabajos, incluso personales, ni peligros y sin pensar en gastos, a mayor gloria del nombre de Dios y para extender la victoria de su propia fe, con sus barones, soldados y fieles de sus reinos, en diversas ocasiones y momentos, virilmente se sublevó y felizmente progresó y, con el vigor que le proporcionó la diestra del Señor contra los blasfemos reyes de Benamarín y Granada y los otros agarenos de las antedichas regiones y reinos, sin que de ningún modo pudiera resistirle la gran fuerza que los enemigos tenían, fuerte y felizmente en muchas ocasiones triunfó, y los puso en apuros, tras matar a espada al primogénito de dicho rey de Benamarín junto con una gran multitud de agarenos y subsiguientemente pensando el intrépido atleta de Cristo que la villa de Algeciras, lugar en verdad importante e insigne, vecina de los agarenos de las citadas regiones y situada junto al mar y que tiene un puerto también singular y estaba en posesión de dicho blasfemo rey de Benemarín y en ella este rey de Benemarín, como en un especial refugio, confeccionaba su aparato tanto de un ejército marítimo como terrestre, era la en cierto modo causa principal de la persecución de los cristianos y de sus males y queriendo por ello proveer a la seguridad de sus fieles y también de los otros cristianos de aquellas regiones y extirpar de ella dicha fétida nación y reducirla al culto del nombre cristiano, congregado bajo su poder un fuerte ejército, asedió fuertemente la villa tanto por mar como por tierra y la tuvo cercada y asediada alrededor de 20 meses; y finalmente la tomó con el beneplácito del auxilio divino y por sus trabajos y devotas preocupaciones, obras y dedicación para alabanza y gloria de Dios, exaltación de la fe católica, seguridad, utilidad y paz de los cristianos, y confusión y exterminio de los enemigos, expulsada y abolida de allí totalmente la raza de dichos enemigos, y quiso que el templo o mezquita de dicha villa, solemnemente edificada, donde los antedichos blasfemos invocaban el nombre de aquel pérfido Mahoma, para que el lugar del horror llegara a ser casa de oración, se llamara iglesia de Santa María de la Palma, y haciéndonos partícipes, por carta y mensajeros, de tal victoria honorable, más aún oportuna pero necesaria para la cristiandad, Nos suplicó humildemente que, cuando colonizara, como requiere la disposición del lugar, con valerosas gentes de su reino dicha villa, que era llave y guardián [defensa] de dichos agarenos de las regiones de África para hacer el trayecto cismarino, nos dignáramos erigir con autoridad apostólica esa villa, que se encontraba dentro de los límites de la diócesis gadicense, en ciudad, y a la misma iglesia de Santa María, cuando estuviese preparado para dotarla suficientemente para alabanza y gloria de Dios y de su Santísima Madre, en Catedral. Nos, pues, alabando y dando muy devotamente gracias al “padre de las luces y dador de todas las gracias” por tantos beneficios proporcionados por ministerio del rey, cristianísimo obrero, no solo a los fieles de aquellas regiones sino a todo el pueblo cristiano:

  • encomendando de muchas maneras en el Señor los continuos trabajos, que el rey en pro de la exaltación de la católica fe hasta ahora ha soportado y está preparado a soportar de nuevo para mejor

  • y deseando de todo corazón enriquecer el culto divino y procurar el bien de las almas, queriendo también benignamente asentir a tales súplicas y piadosos deseos del rey, después de diligente deliberación sobre tales asuntos con nuestros hermanos,

EREGIMOS, con el consejo de dichos hermanos y con la plenitud de la potestad apostólica, para alabanza y gloria de Dios y de Santa María, la Virgen gloriosísima, su Madre, para provecho de las almas, aumento del culto divino y exaltación de la fe católica, como ciudad por autoridad apostólica a la citada villa, llamada en latín Isla Verde y en árabe Algeciras, en otro tiempo localizada, como antes se dijo, en la diócesis gadicense, lugar en verdad noble e importante y dotado de muchas ventajas, y la DISTINGUIMOS con el nombre [título] de ciudad, y EREGIMOS en catedral a dicha iglesia de Santa María, otrora templo de horror, y decretamos que ella sea para siempre Iglesia Catedral de dicha ciudad, y entrelazamos y unimos con la citada autoridad tanto a ella como también a la iglesia gadicense y con dicha autoridad establecemos que nuestro venerable hermano Bartolomé, obispo gadicense, a quien también con dicha autoridad hemos puesto al frente como obispo y pastor de la iglesia de Algeciras, y cualquier otro sucesor, que presidiera a dichas iglesias así unidas, se llame para siempre obispo gadicense y de Algeciras, proponiéndonos hacer por autoridad apostólica que se ordene dicha iglesia de Algeciras con canónigos, racioneros, y otros ministros y servidores, con determinadas dignidades que en ella se han de establecer, según dote que el rey le asignará y otras réditos propios, que la iglesia percibirá y tendrá en la ciudad de Algeciras y en su territorio para su propio decoro y para ejercer allí el culto del divino nombre. Además, para que en la elección del futuro Pontífice de Cádiz y Algeciras después del cese o deceso del citado Bartolomé cualquier tipo de discordia entre los cabildos de estas iglesias sea superado, ordenamos con la misma autoridad que los cabildos de una y otra iglesia estarán en la medida de su unanimidad acordes en la otra de esas iglesias de Cádiz y Algeciras, y que la iglesia de Algeciras y su prelado estén sujetos por derecho de metrópoli al arzobispo hispalense actual y siguientes según el tiempo y para siempre a la iglesia hispalense, como el obispo y la iglesia gadicense se mantenían sujetos antes de la actual erección y unión. Absolutamente a nadie, pues, le sea lícito infringir este Nuestro documento de erecciones, constitución, conexión, unión, sometimiento y ordenaciones o con temerario atrevimiento contradecirle. Si alguien presumiera atentarlo, que sepa que él ha incurrido en la indignación de Dios Omnipotente y de sus santos apóstoles Pedro y Pablo.

Dado en Aviñón a 30 de abril en el segundo año de nuestro Pontificado.

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