HISTORIA DEL CAMPO DE GIBRALTAR

El Obispado de Algeciras (III)

  • A pesar de que la tradición de Cádiz como sede episcopal apenas existía por entonces, la oposición al traslado fue grande por parte del cabildo gaditano

  • Téngase presente que gozaba de tal privilegio desde hacía solamente unos 80 años

Momento del descubrimiento del puente islámico de la “Puerta de Gibraltar”. Villa Vieja medieval de Algeciras. Invierno de 1996-1997

Momento del descubrimiento del puente islámico de la “Puerta de Gibraltar”. Villa Vieja medieval de Algeciras. Invierno de 1996-1997

El debate sobre el sentido de la erección de la nueva diócesis

El acto jurídico ordenado por el Papa ha suscitado a lo largo de los años una gran controversia. La cuestión se ha centrado en si la concesión apostólica se refería a la compartición de la sede episcopal entre las iglesias algecireña y gaditana o se trataba, más bien, de un cambio de dicha sede. Los distintos tratadistas del tema han concedido la razón a una u otra teoría en una polémica que ya dura varios siglos, propiciada en ocasiones por visiones excesivamente localistas y, por tanto, subjetivas de tal asunto.

Para Agustín de Horozco (Historia de la ciudad de Cádiz. Cádiz, 1846, p. 225), a pesar de las quejas del clero gaditano, "al fin despojaron a esta ciudad pasando la silla obispal a las Algeciras", aludiendo seguidamente a "la bulla que se dió para transferir alli la catedral". Parece evidente que, para este historiador del siglo XVII, se trata de un verdadero traslado de la sede episcopal de Cádiz, "que Alonso (Alfonso XI) se la quitó i mudó a Algecira".

Fray Gerónimo de la Concepción, a fines del siglo XVII, contradice la opinión de Horozco: "que esta no fue union de las dos iglesias Cádiz, y Algezira, sino traslacion a la iglesia nueva de Algezira de la de Cadiz, llamandose obispado de Cadiz (...). Pues dice el Pontifice: Uniendose con ella la de Cadiz, llamandose obispado de Cadiz, y Algeziras, y más adelante: estando alli juntas y adunadas para siempre. Conque se conoce con evidencia contra Orozco que esta no fue traslacion, sino union de las dos Iglesias". No tenemos más datos para dudar de la objetividad de este carmelita descalzo que el hecho de que fuera gaditano de nacimiento y que predicó en la iglesia de San Juan de Dios de esta ciudad, dedicándole su Libro de las Antigüedades de Cádiz. El Ayuntamiento de su ciudad financió el viaje que hizo, hacia 1690, a Amsterdam, al objeto de cuidar personalmente la magnífica edición que se hizo, gracias al apoyo económico prestado por las autoridades municipales gaditanas, de su magna obra Emporio de el Orbe. Cádiz Ilustrada, investigación de sus antiguas grandezas, discurrida en concurso del general imperio de España. Amsterdam era, en estas fechas, el principal centro impresor de Europa. La impresión, muy cuidada por su excelente papel y láminas, junto a un grabado de Cádiz ya clásico, recoge en ocho tomos la historia de Cádiz y la situación de su iglesia.

En opinión de Demetrio Mansilla, a mediados del siglo XX, "la modalidad ideada para la nueva silla episcopal no creaba ningún problema serio a la sede de Cádiz, ya que no se trataba de sedes distintas y autónomas, sino de dos iglesias, que compartían por igual la dignidad catedralicia" (“Creación de los obispados de Cádiz y Algeciras”. Hispania Sacra, Vol. X, 1957, p. 257).

Siguiendo al historiador contemporáneo José Sánchez Herrero, el emisario real informó al papa del deseo del monarca, "no de crear una nueva diócesis, sino de darle doble cabeza o doble catedral, Cádiz-Algeciras, como ya existían las de Baeza-Jaén, Segorbe-Albarracín, Calahorra-La Calzada" (J. Sánchez Herrero. Cádiz, la ciudad medieval y cristiana —1260-1525—. Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba, Cajasur, Córdoba, 1986, p. 226).

A pesar de que la tradición de Cádiz como sede episcopal apenas existía por entonces, la oposición al traslado fue grande por parte del cabildo gaditano. Téngase presente que gozaba de tal privilegio desde hacía solamente unos 80 años. No obstante, el empeño real y la autorización pontificia pesaron más que sus quejas. A la vez que Alfonso XI sumaba a sus títulos el de rey de las Algeciras, el obispo de Cádiz (en esos momentos Fray Bartolomé, entre 1329 y 1348) pasaba a serlo también de la ciudad campogibraltareña.

Hemos de recordar que, a partir de la conquista de la ciudad, el monarca habría de reunir los títulos de "rey de Castilla, de León, de Toledo, de Galicia, de Sevilla, de Córdoba, de Murcia, de Jaén, del Algarve, de Algeciras y señor de Vizcaya y de Molina". Dicha intitulación la mantienen en la actualidad los soberanos españoles. Recientemente, la Venerable Hermandad de Nuestra Señora del Rocío de Algeciras ha logrado que el Rey Felipe VI aceptase ser nombrado hermano mayor honorario de la cofradía empleando, precisamente, este argumento de la vinculación del título con la Corona.

Como sostiene Ana Belén Sánchez Prieto (“La intitulación diplomática de los reyes católicos: un programa político y una lección de Historia”. III Jornadas científicas sobre documentación en época de los Reyes Católicos. 2004, p. 290), “Algeciras fue conquistada por Alfonso XI el 28 de marzo de 1344. Teniendo en cuenta que la plaza caía después de veinte meses de asedio, no puede extrañar que el rey la incluyera en su intitulación documental.”

Alfonso XI por Carlos Gómez de Avellaneda Martín. Algeciras. Alfonso XI por Carlos Gómez de Avellaneda Martín. Algeciras.

Alfonso XI por Carlos Gómez de Avellaneda Martín. Algeciras.

La añadidura a los títulos reales del nombre de la nueva ciudad, como es el caso que comentamos de Algeciras, es bien significativo de la importancia que Alfonso XI concedió a la conquista de la plaza. Tal hecho no se producía desde un siglo antes, cuando la ofensiva reconquistadora de Alfonso III el Santo se extendió hasta Córdoba (1236), Murcia (1243), Jaén (1246) y Sevilla (1248). Para Gerónimo de la Concepción "le ponen los reyes de España entre los títulos honoríficos de sus Reynos, intitulandose Reyes de las Algeziras, quiza por aver interesado en su conquista el derecho grande de la Alcavala".

La pérdida de Algeciras. 1369

El siglo en que se produjo la conquista de Algeciras por los castellanos conoció un importante retroceso en el volumen demográfico peninsular que, hasta el siglo XV, no consiguió reponer los efectivos de que disponía en la segunda mitad del XIII. Las grandes mortandades provocadas por las epidemias (29), el hambre ocasionado por las malas cosechas y la disminución de la mano de obra campesina así lo determinaron. Como consecuencia, fueron malos años para las tareas repobladoras que los monarcas pretendieron aplicar en los territorios que iban siendo conquistados en al-Andalus.

El azote más espectacular de estos años, la peste negra, sacudió las tierras castellano-leonesas entre 1349 y 1350, años de control alfonsino de la ciudad de Algeciras. En 1363-64 volvieron a surgir brotes de peste, si bien de consecuencias menos dramáticas. Como ejemplo, podemos comprobar que, entre 1342 y 1385, la población de Teruel disminuyó en un 37 %. Aunque la peste no fuera la única causante de tal descenso, su participación debió ser fundamental. El mismo Alfonso XI habría de perder la vida a causa de tal enfermedad ante las puertas de Gibraltar, en 1351, cuando la asediaba después de su entrega a los meriníes por su alcaide, Vasco Pérez de Neira.

A pesar de todo, hubo zonas en el sur peninsular donde continuaba el proceso repoblador, como en el área de Sevilla, que por aquel siglo conoce la repoblación de veinticinco lugares. Normalmente. a este proceso de dotación demográfica de ciertas zonas corresponde otro paralelo de despoblamiento de lugares que ofrecen un menor atractivo o posibilidades a sus habitantes.

Otro elemento que influyó negativamente en esta tarea repobladora de las tierras algecireñas fue la inestable situación fronteriza del sur peninsular. Por tal motivo, los nuevos pobladores habían de reunir especiales características, pues no solo debían ocuparse del cultivo de las tierras, sino también de la defensa del lugar ante eventuales ataques enemigos. Como fórmula que favoreciese la atracción poblacional, se concedió a Algeciras el derecho de asilo, del que ya disfrutaba Tarifa. "Por este derecho, cualquier malhechor, homiciano, ladrón, mujer huida de su marido, etc., que morase en el lugar privilegiado durante un año y un día, quedaba exento de culpabilidad y libre de acción de la justicia" (A. Torremocha Silva. El ordenamiento de Algeciras (1345). Datos sobre la conquista, repoblación y organización de la ciudad en el siglo XIV. Algeciras, 1983, p. 49).

No obstante, a pesar de la concesión de privilegios y exenciones, los monarcas castellanos vieron frustrados sus intentos de repoblar la nueva ciudad de Algeciras. A los peligros propios de la proximidad de la frontera enemiga se unía la distancia de otros territorios repoblados, el aislamiento geográfico derivado de las rudas sierras algecireñas y, sobre todo, las graves dificultades internas por las que atravesaba el reino castellano que heredó Pedro I.

Clemente VI (1342 - 1352) por Henri Auguste César Serrur, siglo XIX. Clemente VI (1342 - 1352) por Henri Auguste César Serrur, siglo XIX.

Clemente VI (1342 - 1352) por Henri Auguste César Serrur, siglo XIX.

Había disfrutado Algeciras tan solo durante un cuarto de siglo de su nueva categoría como sede episcopal cuando el enemigo se lanzó de nuevo sobre sus defensas. Como leemos relatar a Ibn-Jaldun en Histoire des beréberes et des dynasties musulmanes del'Afrique Septentrional (edición de Argel, 1856), Mohammed V de Granada, aprovechando las discordias internas castellanas, llegó ante los muros de la ciudad que, prácticamente desguarnecidos, cayeron ante el ejército musulmán. La ciudad reconquistada habría de permanecer bajo bandera granadina por un período de diez años. Problemas similares a los sufridos por los castellanos hacían difícil el mantenimiento de esta posición y, en 1379, el sultán de Granada desmanteló la ciudad, cegó su puerto y atarazanas interiores en la Villa Norte y la abandonó. A pesar de los posteriores intentos de reconstrucción, Algeciras permanecería en ruinas, que dieron "indicios de su antiguo esplendor" (J. Blaeu. Atlas Magnus. 1650) hasta que acontecimientos posteriores permitieron su renacimiento.

En el mes de agosto de 1704, durante la guerra de sucesión al trono de España desatada tras la muerte sin heredero de Carlos II, una escuadra del bando del pretendiente archiduque Carlos de Austria, ocupó el peñón de Gibraltar. El almirante inglés Rooke mandaba la formación naval aliada y tomó posesión de la ciudad española fortificada en nombre del tal Carlos, reconocido como Carlos III por sus partidarios españoles (y que no debe confundirse con el rey Carlos III de Borbón, que es el que consta en las genealogías de las casas reales hispanas). Algeciras, apenas una aldea de pescadores por entonces, vería recuperada su existencia como ente administrativo independiente de San Roque por real cédula de 9 de febrero de 1755, previa petición del teniente general y comandante general del Campo de Gibraltar, Francisco de Paula Bucareli y Ursúa. El desarrollo e importancia de la ciudad irían en aumento desde entonces, continuando en la actualidad, al igual que el contencioso gibraltareño.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios