PERSONAJES HISTÓRICOS

Muhammad V, conquistador y destructor de Algeciras

  • Tomó la ciudad en 1369 en solo seis días y ordenó su total desaparición en 1374, tras arrebatar Gibraltar a los meriníes

  • Ocupó el trono de Granada en dos ocasiones

Inscripción en letra cursiva del poema de Ibn Zamrak que estuvo situado en la Sala de la Barca de la Alhambra con el mismo texto que Muhammad V mandó grabar en su espada de protocolo para conmemorar la conquista de Algeciras en 1369.

Inscripción en letra cursiva del poema de Ibn Zamrak que estuvo situado en la Sala de la Barca de la Alhambra con el mismo texto que Muhammad V mandó grabar en su espada de protocolo para conmemorar la conquista de Algeciras en 1369.

Muhammad ben Yusuf nació el 4 de enero del año 1339. Ocupó el trono de Granada en dos períodos. El primero entre 1354 y 1359 y el segundo entre 1362 y 1391. A la edad de dieciséis años fue elevado a la más alta magistratura del sultanato nazarí tras el asesinato de su padre, el emir Yusuf I. En agosto de 1359, su hermanastro Ismail, hijo de la esclava Maryam, lo derrocó apoyado por otros miembros de su familia y de altos mandos del ejército. Pudo escapar y buscar refugio en Guadix, cuyo gobernador seguía siéndole fiel. Desde esta ciudad pasó al sultanato de Fez, en respuesta a la invitación que le había hecho su aliado Abu Salim Ibrahim para que se exiliara a la espera de poder retornar a Granada. Tres años más tarde, en 1362, con la ayuda del rey Pedro I de Castilla, del que era amigo y vasallo, y de tropas norteafricanas, volvió a Andalucía instalándose en Ronda, que era de los meriníes, desde la que logró recuperar el trono.

Espada de protocolo de Muhammad V con la inscripción que dice: “A espadas y a la fuerza en Algeciras entraste abriendo una puerta antes cerrada”. Espada de protocolo de Muhammad V con la inscripción que dice: “A espadas y a la fuerza en Algeciras entraste abriendo una puerta antes cerrada”.

Espada de protocolo de Muhammad V con la inscripción que dice: “A espadas y a la fuerza en Algeciras entraste abriendo una puerta antes cerrada”.

Participó, como vasallo del rey castellano, en la larga guerra civil entre petristas y trastamaristas, poniendo a disposición de don Pedro I mil jinetes granadinos. Sin embargo, el conde Enrique de Trastámara derrotó a su hermano el rey de Castilla en la batalla de Montiel, acabando con su vida y coronándose rey de Castilla y de León en el año 1369. Muhammad V aprovechó el desorden provocado en el reino de Castilla por la pasada guerra entre cristianos y, en el mes de octubre del año citado, se dirigió a la ciudad de Algeciras, que había sido conquistada por el rey Alfonso XI hacía veinticinco años, y le puso cerco. La ciudad portuaria a la que el rey de Castilla había sometido a un asedio por mar y tierra durante veinte meses antes de lograr su rendición, fue tomada por Muhammad V en tan sólo seis días. Una vez que hubo entrado en Algeciras, dejado una guarnición suficiente para su defensa y nombrado a un gobernador y a un alcaide de las atarazanas, retornó a Granada.

Cuando estuvo aposentado en la Alhambra, mandó redactar una larga y poética carta que envió al muftí custodio del sepulcro de Mahoma en la ciudad de Medina (en Arabia), en la que le relataba cómo había logrado apoderarse de aquel importante puerto de mar. La misiva, que fue traducida y publicada por Mariano Gaspar Remiro en 1915, dice, entre otras cosas: “Entonces nos dirigimos a Algeciras, puerta de esta patria, por donde vino el tranquilizador levante de la verdad. Ruta de la conquista, cuyo fulgor resplandece desde entonces. Puerto de la travesía al que no se ha de renunciar. Punto de reunión de los dos mares. En cuanto a las murallas de la ciudad, que estaban bien defendidas por tropas auxiliares y guarnecidas con revestimiento de pieles, se elevaban sobre las viviendas, atravesando el mar, llegándose a dudar de que hubiera hombres que así las construyesen.

Por lo que se refiere a sus torres, sus órdenes y series adornaban a modo de narices salientes las caras de los cuarteles de la ciudad, y los arrecifes le daban a gustar sus lágrimas amorosas. Respecto a su foso: la roca importada y el muro del mismo en chaflán. Los muslimes lanzaron sobre ella tal cantidad de dardos que venían a ser como una sombra que ocultaba el sol. Montaron sobre altas escaleras que dominaban los edificios de la ciudad, abrieron brecha, arrojaron sobre ella el tormento y se apoderaron de su hijuela Albuniya. Los sables quedaron satisfechos con el degüello y las manos con el pillaje.

La muerte se hizo general para todos sus defensores. Un gran terror se apoderó de todos ellos y quedaron retorcidos como serpientes. Después se dirigieron los esfuerzos de los fieles contra la ciudad grande y rodearon como un muro a la muralla de aquella. Emprendieron con osadía el ataque por sus valles y sobre sus calzadas y se aproximaron a ella con cargas de caballería, torres fortificadas y máquinas de batir, con las cuales fueron asegurados sus cerros y ondearon al viento los extremos de las banderas y prestaron los ángeles los socorros de la salvación. Luego abandonó Dios a los infieles y les cortó las uñas con la mano de su omnipotencia. Entonces fue solicitado (por los cristianos) el salvo conducto para su salida, y descendieron, claudicantes, hacia los lechos de los torrentes y las praderas desde la altura de aquella ciudad, señora de las torres.

Algeciras fue rápidamente purificada de su infidelidad y los altos minaretes dieron voces llamando a la oración pública y a la conmemoración general... Y se liberó prontamente a los esclavos muslimes que andaban con dificultad soportando las pesadas cadenas y enflaquecidos por las tumbas de la prisión. Mas, entonces quedaron libres sus tibias de los hierros y sus cuellos de los fuertes yugos y fueron cubiertos por la sombra de la misericordia de Dios. La ciudad recobró las mejores circunstancias. Después de los terrores sufridos quedó tranquila y volvieron a ser abundantes sus riquezas. Esa ciudad es, entre las del Islam, como un collar de la garganta”.

Dinar acuñado durante el reinado de Muhammad V, emir de Granada. Dinar acuñado durante el reinado de Muhammad V, emir de Granada.

Dinar acuñado durante el reinado de Muhammad V, emir de Granada.

Acordada las cláusulas de la rendición, los miembros del concejo abandonaron la ciudad. Detrás marchaba el cabildo catedralicio, encabezado por su obispo, don Gonzalo González, portando la imagen de Santa María de la Palma, que había estado entronizada en la iglesia-catedral, antes mezquita aljama, y los frailes de los conventos trinitario y mercedario. El obispo y el cabildo diocesano se dirigieron a Tarifa. Los mercedarios se desplazaron hasta su casa madre de Jerez de la Frontera, en cuya iglesia depositaron la imagen de la Virgen que antes había estado en el convento algecireño y que, desde aquel día, sería la titular del monasterio jerezano.

El que Muhammad V considerara una gran hazaña el haber recuperado para el Islam la ciudad de Algeciras, lo demuestra que mandó a su famoso poeta áulico, Ibn Zamrak, que redactara un poema encomiástico elogiando aquella relevante conquista. En la Sala de la Barca, que precede al palacio de Comares, en la Alhambra, estuvo colocada la inscripción que dice: “A espadas y a la fuerza en Algeciras entraste, abriendo una puerta antes cerrada”. El mismo poema ordenó que se grabara en la hoja de su espada de protocolo, que aún se conserva, y que fue traducida y publicada en la revista Caetaria, del Museo Municipal, por el arabista Virgilio Martínez Enamorado.

Efectos de la demolición de una de las torres de flanqueo de la muralla de Algeciras ordenada por el emir Muhammad V. Efectos de la demolición de una de las torres de flanqueo de la muralla de Algeciras ordenada por el emir Muhammad V.

Efectos de la demolición de una de las torres de flanqueo de la muralla de Algeciras ordenada por el emir Muhammad V.

Cinco años más tarde, en 1374, Muhammad V conquistó Gibraltar a los meriníes, que la tenían en su poder desde el año 1333. Esta conquista explica la posterior decisión del sultán de Granada de mandar destruir y abandonar Algeciras que con tan afán y publicidad había tomado a los castellanos entre 1379 y 1383. El emir debió considerar que ya disponía de una fortaleza verdaderamente inexpugnable asentada sobre la abrupta ladera del Peñón y de un abrigado puerto en el litoral de la bahía, lo que hacía innecesario el enorme gasto que representaba mantener Algeciras, una ciudad peor situada estratégicamente que Gibraltar y que exigía una numerosa guarnición para poder defender sus casi cinco kilómetros de recinto amurallado separado por el río de la Miel, además de las dificultades que, como antes los castellanos, había tenido para repoblar su extenso y expuesto término municipal. Como refiere el historiador y sociólogo musulmán Ibn Jaldún: “A la mañana siguiente, la ciudad se hallaba tan asolada como si no hubiera estado habitada la víspera”.

Muhammad V murió el 16 de enero de 1391. 

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