Campo Chico

Manuel Benítez Santos: el lugar

  • Manuel Benítez alcanzó el reconocimiento del entorno de la familia real española en su exilio portugués

  • Empezó en el dibujo con sor Carmen, una monjita del colegio de la Inmaculada de la calle Panadería

Manuel Benítez Santos (derecha) con Don Juan de Borbón y Doña María de las Mercedes

Manuel Benítez Santos (derecha) con Don Juan de Borbón y Doña María de las Mercedes

El lugar, y después me referiré con mayor aproximación al artista, uno de los más grandes del retrato entre los de su generación. El retratista de la Corte, se habría dicho en otro tiempo, si Corte hubiera sido el exilio cercano, el de Portugal, de los herederos de la Corona de España, don Juan de Borbón y doña María de las Mercedes. El general Franco tendría sus razones, que no vienen al caso, pero el heredero del rey Alfonso XIII fue un eslabón perdido en la línea dinástica de los Borbones, que reinaron en Francia y reinan en España.

El pastel, guiado por el magisterio de Benítez Santos, fue el soporte de cientos de retratos pintados por nuestro admirado paisano, nacido el día 24 de octubre de 1929 en el número 13 de la entonces calle Sagasta y hoy San Antonio, de Algeciras, justo enfrente del espléndido edificio que albergó durante muchos años la Escuela de Artes y Oficios Artísticos, una de las instituciones de enseñanza más importantes de nuestra pequeña historia. Manolo se fue pronto a Madrid con su familia y allí transcurrió una parte de su infancia, junto a sus hermanos, Cristina y José Antonio. Cuando volvieron a Algeciras, se afincaron en un piso señorial, en el número 5 de la entonces calle José Antonio, frente a Correos.

Retrato de Doña María de las Mercedes, de Manuel Benítez Santos. Retrato de Doña María de las Mercedes, de Manuel Benítez Santos.

Retrato de Doña María de las Mercedes, de Manuel Benítez Santos.

En una vieja fotografía de la Plaza Alta, que calculo tomada hacia 1915, puede verse la chimenea de la primitiva fábrica de luz, que luego sería de hielo y, durante un tiempo, propiedad de la familia Benítez Santos. Continúa con La Taurina, un espacioso bar que fue de uno de los hermanos Natera, y la capilla de Europa. El motivo central de la fotografía es el extraño monumento (la cocina económica, lo llamaban popularmente) que sustituyó por poco tiempo el obelisco erigido en 1807 a instancias del general Castaños en honor de su amigo Manuel Godoy, hombre fuerte de la política de aquel tiempo. Ese monumento, en el centro de la plaza, oculta en parte la casa de las monjas aneja a la capilla y el edificio colindante anterior al del bar Moya, en cuyo primer piso vivieron los Benítez Santos desde poco después de la terminación, en 1939, de la Guerra Civil. A continuación del monumento, en alto y a la derecha, se alza un torreón que puede ser considerado el primer estudio del artista.

Las entregas del relato gráfico-literario de Del Águila e Yborra en este periódico, correspondientes a los pasados días 27 de mayo y 3 de junio, contienen (cada uno) fotografías de gran interés que ayudan a comprender los efectos de la demolición a que se sometió al centro de Algeciras, a lo largo de la década de los setenta. En ellas, el torreón con duende que fue estudio de pintura y referencia por mar y tierra de la ciudad, sobresale de modo ostentoso, antes de caer por mor del tridente del mal gusto, la especulación y la torpeza que estuvieron a punto de hacer morder el polvo a la mismísima capilla.

Una de las fotografías de Miguel Ángel es de la segunda mitad de 1969. Hecha, muy probablemente, a primeras horas de la tarde. Seguramente, el fotógrafo trataba, en este caso, de evitar al gentío y nada mejor que elegir un día de agosto hacia las dieciséis o diecisiete horas. Ya habían construido la mole de José Antonio frente a la embocadura de la calle General Castaños y derribado el edificio que albergó a Los Rosales y a La Africana; quedaban la Capilla de Europa, cerrada a cal y canto; la casa de las monjas, al muro sur de la iglesia; el Bazar Segura y el edificio del bar Moya, que parecían temer que a ellos también les llegara la hora de la furia desordenada que trasfiguraría el casco histórico y arrasaría la estética y la personalidad del paisaje urbano de Algeciras.

Plaza Alta y Capilla de Europa en 1915 Plaza Alta y Capilla de Europa en 1915

Plaza Alta y Capilla de Europa en 1915

Diez años después, en 1979, ya no quedaba más que la capilla, como se muestra en una de las fotografías. No éramos pocos los que andábamos preguntándonos qué sería de ella, tal vez también lo hiciera Miguel Ángel. Nuestra Señora de Europa, que había pasado por unos cuantos avatares de padre y muy señor mío, debió revestirse de autoridad para incitar a la Providencia a intervenir en el asunto; todo cayó, pero la capillita resistió el envite.

Manuel alcanzó el reconocimiento del entorno de la familia real española en su exilio portugués. Don Juan y Doña María de las Mercedes, además de otros muchos personajes de su entorno, fueron modelos a petición propia de nuestro paisano, que alternaba largas estancias en Estoril y Lisboa con su habitual residencia madrileña. Solía viajar a Algeciras en verano. Yo tuve el privilegio de contar con su amistad y de vivir con él, en ocasiones, el espléndido ambiente de aquellas ferias que empezaban a despegar en una eclosión de casetas recreadas a lo largo de un par de décadas, que nos dejarían el recuerdo y la nostalgia de un tiempo irrecuperable. El torreón de los Benítez Santos era visible desde kilómetros mar adentro, coronaba el edificio y competía con la conífera del patio de Ramón Méndez, en la ostentosidad de su aspecto sobre aquellas casas de poca altura, que juntas constituían una ciudad confortable cuyas gentes compartían sus aceras, sus plazas y sus patios como cosa propia.

Caricatura de Benítez Santos por José Román, 1951 Caricatura de Benítez Santos por José Román, 1951

Caricatura de Benítez Santos por José Román, 1951

Manolo dio sus primeros pasos en el dibujo artístico de la mano de sor Carmen, una monjita del colegio que las Misioneras de la Inmaculada Concepción tenían entre la calle Panadería y la de las Huertas. Estudió en San Felipe Neri, en Cádiz y, gracias a la amistad que con él tenían sus padres, tuvo la suerte de verse admirado y protegido por el gran poeta malagueño, tan ligado a la comarca, José Carlos de Luna. El celebrado autor de El Piyayo lo puso en contacto con Juan Cristóbal, el famoso escultor almeriense autor del monumento ecuestre del Cid en Burgos y de otras importantes obras espectaculares, públicas y religiosas. El pintor algecireño estudió pintura en la Escuela de Artes de Madrid y se inscribió como copista en el Museo del Prado. Más tarde, a través de Juan Cristóbal, eligió a Maroussia Valero como guía para perfeccionar su incipiente conocimiento de las técnicas asociadas a los matices cromáticos de la pintura. Fueron unos años de consolidación de su personalidad y de maduración. Madrid fue su asentamiento habitual, pero hubo muchos otros lugares y, sobre todos ellos, Algeciras, su pueblo y el mío.

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