Historias de Algeciras

Santacana y la Cruzcampo (II)

  • Tras la defunción del popular industrial reusense, sus hijos José y Emilio, se hicieron cargo del negocio bajo la nueva razón social de “Hijos de Francisco Santacana”

  • Los hermanos Santacana supieron abrir la puerta de su negocio a los renovados usos comerciales de la modernidad

Cervecería Universal, esquina calle Larga con Soria.

Cervecería Universal, esquina calle Larga con Soria.

Conforme asonadas y revoluciones varias se fueron aplacando bajo la impronta de los años canovistas y posterior restauración, se volvieron las gubernamentales miradas hacia este rincón y el deseo de controlar la siempre sangrante herida para el erario público que significaba el contrabando.

Y así se hizo mediante R. D. firmado por Alfonso XII, revistiendo de competencias civiles al Comandante General del Campo de Gibraltar. Para entonces, Francisco Santacana Aloy había fallecido. Tras la defunción del popular industrial reusense, sus hijos José y Emilio, se hicieron cargo del negocio bajo la nueva razón social de “Hijos de Francisco Santacana”. La actividad industrial en el número 29 de la calle Larga comenzaba una nueva etapa.

Entrada la última década del sangriento siglo XIX, Algeciras viviría un resurgimiento económico de la mano del capital británico. La presencia de los vapores y del ferrocarril haría pensar en una nueva época de bonanza. Y así fue, pero de un modo más controlado dada la nueva situación del país. Llegado el nuevo siglo la modernidad llamaba a la puerta y los hermanos Santacana, que para entonces se habían convertido en importantes pilares de la sociedad local, supieron abrirle la puerta de su negocio a los renovados usos comerciales. En un contexto social, difícilmente podremos encontrar ya en institución privada o ya en público ente local, un sillón donde la presencia de uno o ambos hermanos no se hiciera efectiva. La actividad política y el paso por el ayuntamiento algecireño de ambos, sumado a la participación en importantes proyectos empresariales privados así lo atestiguan.

Eran momentos de ilusión para Algeciras en lo económico y al mismo tiempo desgracia para la nación española que decía adiós a sus últimas posesiones imperiales de Ultramar. Estimulados por la presencia del ferrocarril en nuestra ciudad, aparecen pequeños negocios que impulsan al tejido industrial local, siendo uno de estos un establecimiento llamado El Recreo, abierto en los bajos del hotel Término, y que se presentará ante la sociedad algecireña como Gran Cervecería. Su propietario José Castilla, pondrá como hombre de su confianza al frente del mismo a Antonio Vázquez Pérez. Este flamante encargado era hijo de José Vázquez y María Pérez Ureba. Tenía su domicilio en el número 1 de la calle Concepción -junto al establecimiento de su responsabilidad- con el tiempo sustituirá a Castilla al frente del Recreo.

Y mientras desde la banda sur del río Castilla y Vázquez sacaban adelante el negocio, en el municipio también gaditano de El Puerto de Santa María, dos hermanos llamados Tomás y Roberto Osborne Guezala estaban a punto de comenzar un viaje por Europa con la idea -al igual que los hermanos Santacana-, de adaptar su tradicional industria a nuevos productos y mercados. Nada más comenzado el siglo, estos portuenses de británico origen, tomarían el tren que inaugurado en 1861 conectaba a la ciudad de Cádiz con la capital de la nación, para desde allí dirigirse a recorrer varios países europeos.

Y mientras los Osborne comenzaban su deambular empresarial por el viejo continente, en Algeciras, el mayor de los Santacana (José) nombraba como su representante en la capital de la provincia a César Lobentar Banquero, quién le representaría ante la Administración de Hacienda. Por su parte, el menor (Emilio), ejerciendo su faceta de prestamista (actividad muy común entre la alta burguesía local de la época), negocia con Francisco Eduardo Piné, la nada despreciable suma de 16.000 pesetas [...] al interés del 5% anual. Así José y Emilio, respectivamente, se asientan individualmente como hombres de negocios, sin dejar de lado la común industria familiar.

Con el mismo afán de modernización que los algecireños hermanos, los Osborne centran sus operaciones mercantiles en el Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo), y en la vecina Alemania; conociendo e interesándose muy de cerca por el proceso para la elaboración y comercialización de la cerveza en aquellos países. Popular bebida de la cual diría Edgar Allan Poe: "¿Que importa si el tiempo avanza, si hoy estoy tomándome una cerveza?".

El rubio líquido era conocido en España desde muchos siglos atrás, se cuenta que en siglo XVIII, los artesanos vidrieros germanos, contratados por Carlos III accedieron a prestar su servicio en la corte hispana, siempre y cuando: "se les dejase elaborar su propia cerveza, pues era una bebida de cualidades medicinales". En Algeciras, la cerveza -gracias a la gran actividad corsaria desarrollada durante el siglo de las luces- era una bebida de habitual presencia en los establecimientos de la ciudad; locales regentados en aquellas lejanas fechas por conocidos industriales de la época como Pedro Gallardo o Marcelo Guerrero.

De regreso al periplo de los Osborne comentar que, tanto fue el interés de ambos en lo observado durante aquel cervecero viaje, que regresaron con una idea clara y fija de crear una empresa en tierras andaluzas productora del rubio líquido. El proyecto se fundamentaría en el aprovechamiento del excedente de cebada que tradicionalmente proporcionaba el campo andaluz.

Extracto acta de constitución de la sociedad Tomás & Roberto Osborne. Extracto acta de constitución de la sociedad Tomás & Roberto Osborne.

Extracto acta de constitución de la sociedad Tomás & Roberto Osborne.

Al mismo tiempo que los Osborne seguían con su proyecto de implantación de una fábrica cervecera en nuestra región, en Algeciras los populares y admirados hermanos Santacana proseguían con sus actividades participando muy directamente en el desarrollo de la ciudad que les vio nacer. En concreto Emilio, con aires más expansivos, comenzó una actividad inmobiliaria en la ciudad de Sevilla. Allí, dada la lejanía y los negocios que le retienen en Algeciras, nombra como representante al comerciante de aquella capital José Pardo Navarro. Esta nueva actividad emprendida por el menor de los Santacana le obliga a trasladarse periódicamente a la capital hispalense. Por su parte José, también emprende el negocio inmobiliario pero en nuestra ciudad, para lo cual adquirirá varias viviendas en la popular calle de las Huertas o Emilia de Gamir y que posteriormente vendería de modo muy ventajoso.

Coincidente con la actividad inmobiliaria de los Santacana, los vinateros Osborne Guezala, deciden, dada la calidad de sus aguas para la cerveza que pretenden elaborar (tipo pilsen, toma la denominación de una ciudad checa homónima donde se cosecha el lúpulo considerado de mayor calidad) y su estratégica posición, levantar una fábrica en la ciudad de Sevilla para tal industria.

Para construir el necesario edificio, ponen el proyecto en manos de los arquitectos Wilhem Wirst y Friedreich Stoltze, quienes poco tiempo después les presentaron a los promotores portuenses unos elaborados planos de lo que sería el sueño cervecero de los Osborne; consistiendo el industrial edificio, en una planta rectangular de tres pisos, coronado con lo que en Algeciras se denominaba popularmente soberao (sobrado o buhardilla). Para tal edificación, los emprendedores hermanos habían adquirido extramuros de la ciudad, un gran solar cercano a un popular templete conocido entre los sevillanos como La Cruz del Campo.

Al mismo tiempo que los Osborne y sus arquitectos prosiguen con el proyecto de construcción de la cervecera fábrica, en nuestra ciudad los Santacana también prosiguen con su actividad social, empresarial y política. Recordemos que Emilio había alcanzado la alcaldía por primera vez en 1893, siendo sustituido por su hermano José meses más tarde en 1894. La modernidad que el menor de los Santacana intentó imponer en el consistorio algecireño, surgida de su experiencia viajera por Europa y su larga estancia en Gran Bretaña, no fue aceptada por la, aún, clase política decimonónica local. Posteriormente José regresaría a presidir el municipio por última vez en el 97. Nueve años más tarde, a Emilio le aguardaba su presencia estelar en la historia de nuestra ciudad al presidir la Conferencia Internacional de Algeciras y participar en la creación de la Junta de Obras del Puerto.

Preparados los terrenos, los Osborne dieron la orden de comienzo para la construcción de su fábrica junto al famoso templete o Cruz del Campo. Aquel pequeño edificio religioso anexo a la futura factoría y de desconocida fecha de construcción, se considera de gran importancia para la Semana de Pasión sevillana, según se establece: “El marqués de Tarifa (1536), estableció en ese humilladero el final del Vía Crucis que partía desde su palacio. Varias hermandades sevillanas hacían estación de penitencia en el Humilladero de la Cruz del Campo, primer paso para constituir la Semana Santa de aquella ciudad”.

Sea como fuere, lo cierto es que las obras de la fábrica de cerveza de los hermanos Osborne Guezala, comenzaron durante la primavera de 1903, culminando un año más tarde, en el otoño de 1904.

Por aquellos días de celebración por la construcción de la reseñada y moderna factoría sevillana -y con ella la importante creación de un gran número de puestos de trabajo directos e indirectos-, hasta Algeciras llega, a través del ferrocarril o diligencia, y para recreación de los aficionados taurinos locales, el cartel de la feria hispalense de aquel año. Haciendo el paseillo en la Real Maestranza, entre otros, los diestros: “Faico, Fuentes y Bombita [...] con toros de la ganadería de Moreno Santamaría”.

Al mismo tiempo que la industria cervecera comienza su andadura en la misma ciudad que prosiguen los negocios inmobiliarios del menor y anglófilo Santacana, otro anglosajón y colega diplomático -para entonces el futuro alcalde de la Conferencia llevaba varios años ejerciendo como vicecónsul de Bélgica en nuestra ciudad-, llamado Edward Farquharson Johnston, vicecónsul de Su Graciosa Majestad en la capital hispalense desde hacía una década, con igual o más popularidad que los emprendedores hermanos Osborne, alcanza gran reconocimiento social, al constituirse desde varios años atrás en benefactor -y presidente-, de un equipo de Football llamado Sevilla F.C. Deporte aquel, que también los británicos técnicos de la Algeciras-Bobadilla Railway Company, domiciliados en nuestra ciudad, practicaban en terrenos próximos al recién inaugurado hotel Reina Cristina desde al menos, según está documentado, 1902.

En 1905, mientras los Osborne buscan nuevos mercados para sus productos, el menor de los Santacana, también pretende desarrollar su actividad política municipal presentándose a las elecciones de aquel año por el partido liberal conservador. En aquel momento la Alcaldía algecireña estaba en manos de Juan Guadalupe Sánchez. Aquel modesto industrial local que, si bien ganó elecciones de aquel año, no pudo ejercer como presidente de la algecireña corporación, por la designación real como Alcalde -y en aplicación de la Ley Electoral Municipal vigente-, de Algeciras a don Emilio Santacana y Mensayas.

Publicidad cervecería algecireña. Publicidad cervecería algecireña.

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La Conferencia Internacional que se desarrollaría semanas más tarde en nuestra ciudad así lo demandaba; y don Emilio estuvo a la altura de lo que la ciudad y su patria esperaban de él. Por aquellos años de la comentada cita diplomática, la cerveza seguía teniendo un gran consumo en nuestra ciudad; marcas tales como la popular Mahou, creada por el francés Casimiro Mahou (1890), o la españolísima y patriótica San Miguel, fundada también durante aquella última década del siglo XIX por el empresario Enrique María Barreto en la ciudad de Manila, durante el dominio español, tenía gran aceptación entre la pequeña población snob algecireña.

La cerveza a granel sin marca determinada pero con británico marchamo era adquirida, dados los mejores precios, en la cercana colonia de Gibraltar. Para ello los establecimientos de Algeciras, como el de Federico Soto e Hijos, abierto en la calle Alfonso XI, bajo la denominación de Cervecería Soto, y del cual era encargado Juan González Fernández; la también denominada Cervecería, sita en calle Prim, regentada por José Trujillo García, siendo su propietario del ex alcalde Juan Guadalupe; o la popular cervecería del ex carabinero Lorenzo González, abierta en el número 25 de la calle Convento, comprada años más tarde por José Trelles.

Todos estos populares establecimientos cerveceros algecireños adquirían el rubio suministro a expendedores “al por mayor” gibraltareños, destacando entre estos industriales de la vecina roca: Antonio Hernández, con almacén abierto en la llamada Plaza del Convento; Hammerton & Cº, con establecimiento expendedor en el famoso Callejón del Jarro, o Abrines R. & J., sito en la Plaza de La Verdura.

Para facilitar aquellas transacciones y pedidos, existían agentes como Eduardo Moyano, comerciante en coloniales, vinos, cervezas o aguardientes y otros licores. De la rubia bebida diría Winston Churchill: "A mucha gente no le gusta el sabor de la cerveza, sin embargo eso no es más que un prejuicio".

Continuará

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