Fuego en sepia (II): el Kursaal 75 años después
Se logró conservar la educación secundaria a cambio de no perder ni un día de clase
Lo complicado fue conseguir un nuevo edificio
Este artículo es la continuación de otro que, prácticamente con el mismo título, se publicó en Europa Sur hace justamente un mes. Y como aquel, posee un carácter claramente conmemorativo.
El 16 de octubre de 1942, cuando las llamas que arrasaron el antiguo Kursaal apenas se habían extinguido y se divisaban ya menguadas desde La Marina las columnas de humo que en minutos consumieron el antiguo palafito de maderas viejas y cristales rotos del Chorruelo, las noticias se desplazaban aún más veloces por la ciudad entonces armoniosa y provinciana. Las primeras que anunciaban que el incendio no había causado bajas humanas y que buena parte de los archivos del precario Instituto de Segunda Enseñanza habían sido salvados de la destrucción dieron paso a las que informaban del desolador estado en que había quedado la educación pública secundaria en la ciudad. Los peores presagios se habían cumplido. Las advertencias del director del centro cuando fue trasladado diez años antes al antiguo casino se vieron confirmadas, y la falta de condiciones del edificio condicionaron su fatalidad.
En un tiempo de silencios y posguerras, el entonces alcalde de la ciudad, José Gázquez Morales, y el director del Instituto, Andrés Yun Encinas, se dedicaron toda la tarde de aquel 16 de octubre a establecer comunicación con el ministro de Educación Nacional, José Ibáñez Martín. A base de azules telegramas logran extraerle el compromiso de que la superioridad no clausurará el centro de Algeciras -como era la intención primera- siempre y cuando el Consistorio se comprometiera a no perder un solo día de clase y se encargara de habilitar un nuevo local para poder impartirlas con la dignidad requeridas.
La primera condición se cumplió de forma expeditiva: La mañana del 17 de octubre, apenas 20 horas después de que el incendio arrasara el viejo Kursaal, las clases se reanudan en varios locales de la ciudad que se habilitan con gran celeridad. Los profesores impartirán sus clases en espacios tan variados como la sacristía de La Palma, la iglesia de San Isidro o los dieciochescos locales del antiguo Pósito de la calle Torrecilla, donde se encontraba la sede local de la Cruz Roja; sin embargo, la segunda condición era más difícil de cumplir.
El Ayuntamiento era consciente de la falta de condiciones que reunía el viejo Kursaal varado sobre el Chorruelo y desde el traslado del Instituto allí en 1933 tuvo un carácter provisional. Un año más tarde, el cabildo municipal encargó a Trinidad Solesio -arquitecto que formaba equipo de trabajo con el ingeniero Eduardo Torroja, que por aquel entonces dirigía en la ciudad las obras del nuevo mercado de abastos- la redacción del proyecto de un nuevo Instituto de una sola planta ubicado en los altos del Calvario, cuyo presupuesto total de contrata ascendió a 385.601,85 pesetas. Las obras de este primer proyecto se iniciaron el 29 de abril de 1935 pero se vieron paralizadas con el estallido de la Guerra Civil. Volvieron a reanudarse tras la finalización de la misma, en el otoño de 1939, aunque las penurias de aquellos años de tantas privaciones motivaron de nuevo su suspensión.
Tras la refundación del Instituto y su conversión en Nacional, el Consistorio retoma el proyecto paralizado y vuelve a encargarle a Solesio un nuevo diseño de Instituto que además debería albergar un internado, por lo que el arquitecto madrileño redacta un nuevo proyecto de un edificio de dos plantas el 25 de noviembre de 1940 cuyo presupuesto doblará al del anterior. Se trata de un diseño que coincidirá básicamente con el del actual Instituto Kursaal, de gran calidad arquitectónica y valores formales. No solo se trata de uno de los pocos ejemplares que podemos encontrar de la arquitectura orgánica, sino que es el primer diseño para albergar un Instituto de Segunda Enseñanza en toda la provincia de Cádiz. Este magnífico diseño lo hará merecedor de la categoría de Bien de Interés Cultural por la Junta de Andalucía a propuesta del Consistorio local en 2003. Sin embargo, en sus estadios iniciales, este proyecto no se formaliza en una época propicia y las obras, que se plantean con materiales de primera calidad, vuelven a suspenderse a mediados de 1940.
Cuando tiene lugar el incendio del antiguo balneario del Kursaal, las obras del nuevo Instituto en los altos del Calvario llevaban más de un año paralizadas. Se habían levantado las dos plantas, pero apenas se habían realizado los cerramientos exteriores y la tabiquería interior con apreciado ladrillo de Martos. En este estado se encontraban las obras cuando el Consistorio se compromete con el ministro de Educación a buscar un local que albergue definitivamente el Instituto itinerante. Apenas un mes más tarde del incendio, el 16 de noviembre de 1942 -la fecha que hoy conmemoramos-, se abandonan sacristías, pósitos e iglesias y se traslada la actividad docente a un edificio de espléndido diseño ubicado a la entrada de la ciudad por la nueva carretera de Málaga, junto a la antigua plaza de toros de la Perseverancia y lindante con el también antiguo campo de fútbol del Calvario. Espléndido diseño, pero nulas condiciones: apenas cuatro paredes y un techo y nada más. Las clases se iniciaron en la planta alta a la que había que ascender por una escalera sin peldaños. Las aulas carecían de carpintería exterior e interior, lo que provocaba que el viento y la lluvia campara a sus anchas por un espacio que tenía poco de docente y mucho de improvisación y buena voluntad. El mobiliario utilizado en estos primeros años fue el procedente del Instituto de La Línea que había sido clausurado cinco años antes.
El esfuerzo y los sacrificios marcarán unos años ya de por sí duros de una posguerra interminable; sin embargo, se va constituyendo un claustro de profesores estable con nombres como Francisco Bravo, Marina Vicent, Carmen Fontecha, Juan Aguilar, Alfonso Estévez, Miguel Gómez Medina, Natividad Gómez Moreno, María Teresa García Carreño o Aureliano Fernández González, en cuya larga etapa como director el centro irá abandonando la provisionalidad inicial y adquirirá un sólido carácter de seriedad docente.
En menos de una década se pasará de 388 alumnos a 634 en el curso 1951-52. Durante estos eternos años se van concluyendo aulas, dotando laboratorios, amueblando despachos, habilitando paraninfos y espacios donde no se renunciará a mármoles y caliza, vidrieras emplomadas, bibliotecas de roble, paramentos de corcho de la Almoraima, instrumentos de precisión, mesas de caoba, porcelanas francesas, colecciones de minerales, de diapositivas en vidrio, de cursos de idiomas en discos de pizarra, de enciclopedias y diccionarios con sobrios lomos de piel y oro. Llegó hasta a poseer capilla con ajuares de plata y una talla barroca del entonces patrón de las enseñanzas medias, Santo Tomás de Aquino, que aún ronda por una hornacina de la ciudad rebautizado con otro patronazgo menos académico pero más comarcal.
En pocos años, el Instituto de Algeciras, el único en el que por aquel entonces se podía cursar la enseñanza media pública en todo el Campo de Gibraltar, se convierte en un centro de referencia en toda Andalucía. Fue este Instituto de Algeciras -como lo atestiguan las iniciales "I E" que aún resisten el paso del tiempo en el respaldo de los bancos que flanquean la entrada del actual IES Kursaal- el responsable de organizar la primera Feria del Libro en la ciudad allá por 1946; es de los primeros en donde se organiza una Asociación de Antiguos Alumnos, que llegó a publicar un boletín informativo, titulado Horizontes, que vio la luz en 1948. Se potenciarán competiciones deportivas en el anexo campo del Calvario, viajes de estudio a ciudades del antiguo Protectorado español de Marruecos, representaciones teatrales, lecturas poéticas, rutas literarias… Recibirá las visitas de importantes personalidades como el ministro Joaquín Ruiz Jiménez el 14 de febrero de 1955, que aprovechó su estancia en el Paraninfo para hablar de una Cátedra Gibraltar de cultura de la que nunca más se supo o la del entonces obispo de la diócesis, Antonio Añoveros el 28 de noviembre de 1956.
A partir de entonces aumentan considerablemente la matriculación de alumnos, las visitas institucionales de ministros e inspectores, las representaciones teatrales, los viajes, las concertaciones públicas… Tras la estancia de destacados docentes como Gregorio Salvador , Emilio López Galí, Arturo Company -autor de los tristemente desaparecidos frescos de la entrada del Instituto- o Carlos Gallegos -autor de otros de las alegorías de las Artes y las Ciencias que aún flanquean el escenario del Paraninfo-, en los años 60 se producirá una renovación radical del claustro que adquirirá una gran homogeneidad y fuerza con docentes como Josefina Pena, Alberto Fernández Girón, Concepción de la Cuesta, Jorge Vasallo, Pilar Ortiz, Alfonso de Meer, José Joya, David Ruiz, Pilar Gómez, Jesús Fernández Segura o Natalia de Miguel. Con este Grupo de los 60 el centro se abre a una renovación pedagógica donde las constantes y recordadas representaciones teatrales de José Joya se sumarán a instructivas salidas de campo, viajes de estudios, conferencias, exposiciones, recitales poéticos, puestas en escena y una serie de actividades que lo convirtieron en aquellos años en uno de los referentes culturales de la ciudad.
El Instituto de Algeciras será el puntal de las enseñanzas medias en toda la comarca hasta que en 1965 se inaugure el de la Línea. La saturación de alumnos que padecía el edificio diseñado por Solesio hizo que ya desde 1964 se especulara con la construcción de un nuevo edificio cuyas obras se adjudicaron y comenzaron a ejecutarse en la carretera de Málaga en 1967. En 1969, la conclusión de las obras del nuevo edificio llevó consigo el desdoblamiento del centro: al edificio recién terminado se trasladó la mayoría del profesorado, el mobiliario noble -los despachos de caoba, los cuadros, las porcelanas-, los expedientes, el archivo y el alumnado masculino de facto. En el edificio antiguo, que adquirió el carácter de Sección Delegada, quedaron solamente el mobiliario diseñado exprofeso para el mismo -bibliotecas, anaqueles de roble, cristales emplomados, corchos de la Almoraima- y el alumnado femenino igualmente de facto. Esta situación duró solamente un curso académico, ya que en 1970 el decreto 1806 de 11 de junio crea el Instituto Masculino de Algeciras (Actual Isla Verde) y el 1976 de 12 de junio crea el Instituto Femenino de Algeciras (actual Kursaal).
Pero, como siempre sucede, esto es ya otra historia.
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