Personajes históricos del Campo de Gibraltar

El Capitán Ontañón, fundador del convento de Nuestra Señora de la Merced de Algeciras

  • El vallisoletano contribuyó a la fundación de este edificio donando bienes y aportando dinero para su mantenimiento

Calle San Antonio y fachada del Convento de Nª Sª de La Merced en 1930.

Calle San Antonio y fachada del Convento de Nª Sª de La Merced en 1930.

Antonio de Ontañón y Rodríguez nació en Valladolid en el año 1674 en el seno de una familia de condición hidalga. Como era costumbre en la baja nobleza de la época, en la que sus miembros ingresaban en alguna de las órdenes religiosas o en la milicia, entró a formar parte del ejército siendo muy joven, alcanzando el grado de Capitán de Infantería y, con el paso de los años, logrando ser admitido como caballero de la prestigiosa Orden de Santiago. Al margen de la vida militar, Ontañón se dedicó, con notable éxito, a la explotación de propiedades agrícolas y al comercio.

Su residencia en la ciudad de Gibraltar está documentada desde, al menos, el año 1700. Cuando la escuadra anglo-holandesa se apoderó de la plaza en el verano de 1704, la mayor parte de los habitantes de la roca abandonó la ciudad y se estableció en algunos de los cortijos y aldeas del término o cerca de algunas de sus ermitas con la esperanza de que pronto podrían retornar a la ciudad expoliada. Ontañón, que era dueño de numerosas propiedades rústicas en Tarifa, San Roque, Algeciras, Casares y Estepona, se estableció en una vivienda situada en la calle Imperial de Algeciras, luego denominada del Convento y, más tarde, Alfonso XI. Además de a la explotación agraria de sus propiedades, se dedicó, también al comercio ganadero y a la apicultura, ejerciendo el cargo de factor y representante del gobierno de Ceuta, ciudad a la que abastecía de todo lo necesario, sobre todo de cabezas de ganado. Se sabe que en algunas etapas de su vida, desde la ciudad y el puerto de Algeciras, ejerció el lucrativo negocio de capitán corsario en aguas del Estrecho.

El primer convento de la Orden Mercedaria de Algeciras data del año 1345, recién conquistada la ciudad a los musulmanes. Es muy probable que esta orden redentora recibiera alguna de las mezquitas que existían en Algeciras en el repartimiento que realizó el rey Alfonso XI en la primavera de 1344. La casa mercedaria algecireña gozó pronto de gran predicamento por su estratégica posición cerca de la frontera con el sultanato de Fez, como lo atestigua, en 1669, Fray Guillermo Vázquez, en uno de sus libros sobre la historia de la Orden de la Merced. Refiere este fraile historiador que “en el año 1356 era ya una de las principales de Castilla y, como tal, se le concedió el derecho de sepultura para seglares”.

Fotografía aérea tomada en 1955 perteneciente a la serie “Paisajes Españoles”. Fotografía aérea tomada en 1955 perteneciente a la serie “Paisajes Españoles”.

Fotografía aérea tomada en 1955 perteneciente a la serie “Paisajes Españoles”.

La erección de un nuevo convento mercedario en Algeciras en el siglo XVIII se consideraba una “refundación”, como lo expresa el Real y Supremo Consejo de Castilla en la licencia concedida el 27 de julio de 1735. En 1724 el Capitán Ontañón hizo donación de parte de sus bienes, incluyendo su propia vivienda en la calle Imperial de Algeciras, más un solar anejo para que se pudiera construir el edificio conventual. Se comprometía a sufragar la erección del convento hasta una cantidad de 1.401.141 reales, además de otros 500 ducados anuales que donaba para la manutención de seis frailes desde que la comunidad se instituyera hasta la total conclusión del convento. Al mismo tiempo, el donante proveía a la iglesia de todo lo necesario para su servicio religioso, la sacristía, el refectorio y la cocina; así como de un altar mayor con su imaginería, lámpara de plata para el Santísimo, tres cálices con patena, un copón y una custodia de sol con viril.

A la derecha de la imagen, la espadaña del Convento de Nuestra Señora de la Merced de Algeciras. (Fotografía tomada hacia 1930). A la derecha de la imagen, la espadaña del Convento de Nuestra Señora de la Merced de Algeciras. (Fotografía tomada hacia 1930).

A la derecha de la imagen, la espadaña del Convento de Nuestra Señora de la Merced de Algeciras. (Fotografía tomada hacia 1930).

Las obras del convento comenzaron en 1725, antes del fallecimiento de Ontañón. En opinión de Ana María Aranda y Fernando Quiles, en un principio los beneficiarios de la Fundación fueron los clérigos regulares de la Madre de Dios de las Escuelas Pías, los cuales, en 1729, se hicieron cargo de la misma. Sin embargo, a la muerte del donante surgieron desavenencias entre sus herederos, cinco hijos ilegítimos, -tres varones y dos mujeres que profesaron en el convento de clarisas de Santa Isabel de Ronda- y los frailes de lo que se derivó un pleito que finalmente ganaron los hijos de Ontañón, reconociéndose a Antonio María Ontañón como patrono del convento algecireño en cumplimiento de la voluntad de su padre.

Los frailes mercedarios no pudieron tomar posesión del Convento hasta el 14 de septiembre de 1735, siendo su primer comendador Fray Joseph Espinosa. Sin embargo, por la documentación conservada en al Archivo Histórico Nacional se sabe que en 1730 la iglesia “aún no llegaba a cornisas”. Las obras avanzaron muy lentamente, no estando totalmente finalizadas hasta los años ochenta del siglo XVIII. Francisco de Zamora, que visitó la ciudad en la primavera de 1797, escribe lo siguiente: “Estuve en Algeciras por la mañana y vi una Parroquia, iglesia muy regular y arreglada. Después vi el convento de Mercedarios calzados, convento edificado a expensas de Campo Alange con motivo del Sitio último (se refiere al Gran Asedio de Gibraltar de 1779 a 1783). Los altares de ambas iglesias, malos. Hay unos trece o catorce frailes”.

Talla de San José con el Niño que se hallaba en la iglesia del convento mercedario de Algeciras, actualmente en la iglesia parroquial de Nª Sª de la Palma. Talla de San José con el Niño que se hallaba en la iglesia del convento mercedario de Algeciras, actualmente en la iglesia parroquial de Nª Sª de la Palma.

Talla de San José con el Niño que se hallaba en la iglesia del convento mercedario de Algeciras, actualmente en la iglesia parroquial de Nª Sª de la Palma.

Una de las consecuencias del litigio antes citado fue el cambio de propiedad del convento hacia 1748. Está documentado que en ese año se estaba construyendo una nueva iglesia de mayores dimensiones. A raíz de estas reformas se autorizaba a los poseedores de capillas funerarias en la antigua iglesia -doce en total- a poder trasladarlas al nuevo templo en construcción con sus respectivos retablos.

El convento de Nuestra Señora de la Merced de Algeciras, hasta su extinción entre 1822 y 1834, gozó de una saneada situación económica, pues los frailes recibieron numerosas donaciones testamentarias de casas y tierras de labor de los algecireños y de otros devotos de la Virgen de la Merced residentes en otros pueblos de la comarca a lo largo de los años en que estuvo regido por los mercedarios. En 1833 aún se contabilizaban treinta y una casas de la ciudad cuyos propietarios eran los frailes mercedarios: una grande en la calle Imperial, cuatro en la del Sol, seis en la calle Munición Baja, dos en la Munición Alta, tres en la calle San Antonio, una en la calle Ancha, tres en la calle Gloria, cuatro en la calle de las Ánimas, una en la calle Jerez, dos en la Plaza de la Palma o Baja, dos en la calle López, una en la calle de la Soledad y una en la Plaza de las Verduras.

Todas esas propiedades fueron pasando a manos particulares tras su desamortización, a excepción de la iglesia, que continuó abierta al culto, y el edificio conventual que permaneció como propiedad del Gobierno de la Nación y bajo la tutela y responsabilidad del Ayuntamiento que lo utilizó, a lo largo del siglo XIX y hasta su demolición a mediados del siglo XX, para muy variadas funciones, como cárcel, cuartel, Casa Consistorial, sede de la Audiencia de lo Criminal, asilo de ancianos y escuela. Un aspecto en el que es necesario hacer hincapié es en la labor educativa que desarrollaron los frailes del Convento de la Merced en sus casi cien años de existencia, pues fue, sin duda, la institución pionera de la enseñanza en la ciudad.

Entre las estipulaciones de la Fundación, en 1724, se especificaba que se dotaba al Convento de una casa de estudios de Teología, Moral y Escolástica, Filosofía y Gramática para la educación y enseñanza de los vecinos de dicha población (de Algeciras). Hasta tal punto era deseo de Ontañón el que la principal función de los frailes fuera impartir enseñanzas que, en 1729, al no poder lograr los mercedarios real licencia para la Fundación, optó por hacer escritura pública con los mismos fines con los Padres de las Escuelas Pías, como se ha referido con antelación.

El Capitán Ontañón falleció en Algeciras el día 15 de enero del año 1730.

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