"Una vergüenza"

La vergonzosa imagen de Zaragoza que han dado los participantes de 'Batalla de restaurantes'

Alberto Chicote en un cartel creado por su programa en Zaragoza

Alberto Chicote en un cartel creado por su programa en Zaragoza

Si alguien tenía ganas de probar migas en Zaragoza se lo va a pensar. La imagen que han dado los cuatro participantes en Batalla de restaurantes de La Sexta hace salir corriendo sobre el nivel culinario y la amabilidad de los hosteleros. Ha sido un despropósito de programa a lo largo de la hora en la que han convivido cuatro responsables de sendos restaurantes de nivel medio que se han enzarzado en reproches sobre la calidad de los rivales. Se ha llegado al insulto, al mal gusto ("esto es una mierda") y a las amenazas personales. En las puntuaciones los ceros patateros han rodado por los papeles y las notas no han pasado del 3, algo impensable en condiciones normales de este espacio.

El propio Chicote, que le encanta azuzar, en esta ocasión se puso de perfil todo el tiempo, sin dar crédito a lo que estaba viviendo y eso que el de Pesadilla en la cocina está acostumbrado a broncas, desdenes y desafíos a la cara por su veterano espacio de chapuceros. El chef ha debido lamentar de forma serena en su valoración final lo que ha sido "una vergüenza, una falta de respeto" para la profesión, para el gremio en general, sintiéndose "decepcionado".

Se fueron amontonando los rencores y la relación entre los cuatro participantes ha rozado la agresión. Un asunto son los conflictos y rencillas que pueden latir en una competición que tiene su punto subjetivo y otra la batalla real que llega a incomodar al propio espectador, como ha pasado en este jueves. Llegaron a echarse en cara graves enfermedades.

Las migas, un plato de lo más humilde, sabroso y sencillo (por tanto, delicado para hacerlo bien) era el eje para que se disputaran los 10.000 euros (un premio que aun así no es nada del otro mundo como para emborronar la imagen de una ciudad).

En el espacio entraban en liza cuatro aspirantes vehementes. Cristina, de Valdeconsejo, un restaurante de polígono, situación que parece obligar a seguir los tópicos y su dueña decidió no callar nada ante Fran, de Pepito Ternera, un modelo de gastrobar que pese a la buena pinta de sus platos fueron arrasados por los rivales, que también husmearon maliciosos por su cocina.

El Asador Los Gigantes, un buen bar de barrio, también salió mal parado mientras crecía el genio de Carlos, su dueño, y Cristian La Ternasca, uno de los bares de la zona céntrica de tapas, El Tubo, tampoco perdía oportunidad para endiñar.

Una Batalla de restaurantes que lo único que hace es perjudicar la imagen de los cuatro participantes y del gremio hostelero de Zaragoza en general.

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