Jorge Cadaval es experto en hablar árabe, alemán o chino. A su manera, por supuesto, y esperemos que ninguna suspicacia altere ese espíritu entre la improvisación y lo errático de los Morancos, que se crecen en el directo. Si había que estrenarse como campaneros ellos no iban a tener problemas. Ni tampoco darlos a quien era la protagonista del momento, Ana Obregón, escorada demasiado a la derecha (literalmente, en la pantalla). Para ser quien llevaba el peso de esta despedida Ana dejaba en los trianeros el ritmo de la narración.

La veterana presentadora, que regresaba tras el positivo del pasado año, y con Anne Igartiburu en el twich de Ibai Llanos, estaba acompañado de los humoristas con la garantía  de mantener el tono en la media hora ante el reloj. 

El trío de las campanadas de TVE

Ana Obregón arrancó con su pesar personal y se emocionó, comprensiblemente, con el recuerdo a sus padres y a su hijo Aless (llevaba la gargantilla con su nombre), enviando un beso al cielo entre lágrimas. Su deseo fundamental para este año es que se aumente el presupuesto dedicado a la investigación del cáncer, enfermedad contra la que pelean en este momento 250.000 españoles. Era necesario recordarlo en la noche d las uvas y el champán, como la guerra de Ucrania. 

Estamos hablando de una retransmisión tradicional que incluso, en busca de señas originarias de TVE, anclada veinte años atrás, incluso con las instrucciones del funcionamiento del reloj, mencionada dos veces. A estas alturas se entiende que no hay español que no sepa cómo va el carrillón y los cuartos madrileños. Pese a lo previsible, este trío habrá funcionado en audiencia, en pelea con Cristina Pedroche.

La presentadora iba de blanco, con amplio escote, con estilo nupcial, diseño de Rubén Hernández, quien también la iba a vestirla el pasado año. Muy en la línea de Ana, la dirección de TVE estará satisfecha con el resultado.