La imagen titular de la iglesia de San Francisco de Asís de Tarifa (y II)

Instituto de Estudios Campogibraltareños

La imagen se sitúa en las décadas de los años 10 y 20 del siglo XVII, perteneciente a la Escuela Sevillana de Escultura del taller de Martínez Montañés

Existen indicios que permiten atribuir la imagen a Francisco Villegas aunque cabe la posibilidad que San Francisco fuese realizado por un oficial del taller de Martínez Montañés

La imagen titular de la iglesia de San Francisco de Asís de Tarifa (I)

Busto en tres cuartos. Imagen de Rafael Cazalla.
Busto en tres cuartos. Imagen de Rafael Cazalla.
Rafael Cazalla Urbano

03 de abril 2023 - 03:00

En busca de la autoría

Ante la inexistencia de documentación, intentaremos acercarnos al máximo a la autoría de la imagen basándonos en el análisis estilístico.

De esta forma, nos adentramos en un período entre finales del siglo XVI e inicios del XVII, concretamente en el taller de Juan Martínez Montañés. Un escultor que, sin duda, marcará tendencias e influirá en sus discípulos, siendo superado, según muchos estudiosos e historiadores, por uno de ellos: Juan de Mesa. Sin embargo, otros escultores salieron de su taller y posteriormente tendrán el suyo propio. Así contamos con obras de Francisco de Ocampo, o Francisco de Villegas, por citar algunos. Todos ellos llegaron a trabajar juntos en el retablo mayor de San Isidoro del Campo entre 1609 y 1613, pues Martínez Montañés contaba ya con más de cuarenta años cuando le encomendaron dicho encargo, e hizo partícipes del mismo a los mencionados discípulos.

No podemos olvidar a Juan de Oviedo y de la Bandera, con quien Martínez Montañés trabajó entre 1596 y 1602.

Igualmente, tenemos en este marco cronológico a escultores como Gaspar Ginés, que probablemente perteneció al taller de Montañés, donde conocería a Juan de Mesa y de cuyo taller se hizo cargo, a su fallecimiento, junto a Luis Ortiz de Vargas.

Asimismo, señalamos otros escultores coetáneos e influenciados por Martínez Montañés como Blas Hernández Bello, de quien contamos en Tarifa y en el mismo templo franciscano, con la imagen de la Concepción Niña, que realizara en 1595.

Otros autores que debemos tener en cuenta son Gaspar de la Cueva o Diego López Bueno, este último nombrado en torno a 1612 maestro mayor de fábricas del Arzobispado de Sevilla y quien, entre 1625 y 1629 realizó el retablo mayor de la iglesia de Santa Catalina de Sevilla, tallando las esculturas de san Juan Bautista, san Juan Evangelista, Inmaculada Concepción, San Pablo y San Pedro, en las que se insinúa una mayor expresividad, fruto de su relación con Andrés de Ocampo y, sobre todo, Juan de Mesa.

Indudablemente, todos tienen un cierto carácter reconocible que los identifica como discípulos, y en los que se aprecian los influjos artísticos del taller del “dios de la madera”, de tal manera, que, a veces, resulta complicado distinguir entre ellos ciertas obras.

El más sobresaliente de ellos, Juan de Mesa, se diferencia de su maestro, por norma general, con un estilo que destaca por su acentuado dramatismo. En contra del equilibrio y naturalidad de Martínez Montañés, Mesa muestra en sus imágenes un mayor patetismo expresionista en sus obras más personales, donde puede desarrollar y plasmar su manera de concebir las esculturas.

Podemos encontrar elementos mesinos en nuestro San Francisco, por ejemplo, en las manos, cuyos dedos están trabajados a modo de falanges angulosas y rectangulares, igual que las uñas, con un interesante corte recto. No obstante, en ellas observamos cierta tosquedad, esa falta de perfección distintiva de Mesa.

Pero, donde encontramos más similitudes es, indudablemente, en el tallado minucioso del cabello, que nos recuerda al de San Nicolás de Tolentino, obra atribuida a Juan de Mesa y que se localiza en el Museo de Escultura Nacional de Valladolid, donde apreciamos ese mismo cabello que en el santo tarifeño, e incluso los párpados marcados y las orejas separadas del cráneo; o en el San Antonio de Lora del Río. Igualmente, rasgos como son los pómulos, los párpados, incluso el inferior, algo caído, podemos identificarlos en algunas de las obras que hace el maestro, quizás más propias de los primeros años. Sin embargo, estas características las vemos de forma aislada, es decir, no forman un conjunto que nos haga ver claramente que estamos ante una imagen de Juan de Mesa. Por otro lado, nos encontramos con peculiaridades que nos alejan de él, como son la frontalidad y el estatismo, ya que Mesa, precisamente, van aumentando la expresión y el movimiento, acercándose al Barroco y dejando atrás el manierismo que aún permanece en Martínez Montañés y en Francisco de Ocampo.

Pero, de entre todos los escultores citados anteriormente, hay uno cuyo estilo, a priori, podría acercarse un poco más al que posee la imagen de San Francisco. Estamos hablando de Francisco de Villegas. Estas características, que proceden del taller de Montañés, las vemos de nuevo en el tratamiento del cabello, o la similitud en la colocación de los paños, aunque sin mucha complicación. No obstante, en Villegas aún podemos ver ciertas reminiscencias manieristas de finales del siglo XVI, y no es de extrañar encontrar connotaciones con otros escultores, como Andrés de Ocampo o Miguel Adán.

Por tanto, el estilo de Villegas es un barroco, podemos decir, contenido, que todavía no ha recibido la fuerza y el dominio que trae de Italia José de Arce a nuestra tierra.

Sus rostros son poco estilizados. La boca suele estar cerrada con labios carnosos, pese a que, en algunas ocasiones, encontramos alguna imagen con la boca entreabierta, como es el caso de Jesús Nazareno de Medina Sidonia, encargado hacia 1615, o el Cristo de Humildad y Paciencia de Jerez de la Frontera, de 1622.

Detalle de los pies.
Detalle de los pies.

El tallado de la barba, incluso el bigote bífido y en estrías paralelas de San Francisco, podemos ponerlo en relación con Villegas, aunque en él solemos encontrarlo con ondulaciones y, como hemos visto, el de la imagen tarifeña es menos elaborado y de líneas rectas.

Los ojos están pintados en la talla, como corresponde a la estética de la primera mitad del XVII en Andalucía Occidental. Las orejas son muy peculiares, pues es frecuente encontrarlas separadas y despegadas del cráneo y, sobre todo, con un modelado muy particular, algo que no se advierte en San Francisco. El cabello destaca por su talla más minuciosa, es quizás la herencia más visible de Martínez Montañés y Juan de Mesa.

En la mayoría de sus obras podemos apreciar un cierto hieratismo, frontalidad y falta de movimiento.

Algunas de estas características son las que apreciamos en nuestro San Francisco, no obstante, veámoslas de nuevo más detenidamente para confrontarlas.

Cuando observamos nuestra imagen, lo primero en lo que nos fijamos es en la cabeza, pues el hábito de tonos oscuros, al que haremos referencia más adelante, cubre su cuerpo casi en su totalidad. Posee un rostro algo alargado de mirada fija, casi hierática, ocasionando una notable pérdida de naturalidad y movimiento; con ojos grandes pintados sobre la madera, con párpados marcados, siendo los inferiores algo más caídos. Este tipo de ojos grandes, con cierta exoftalmia, de nuestro San Francisco, es propio de Villegas y lo comprobamos en imágenes como San Isidro Labrador (1635) de la iglesia de San Juan de Letrán de Jerez de la Frontera, o en San José de la iglesia de San Juan Bautista de Chiclana, por citar algunos ejemplos, ambas con una mirada muy frontal.

En nuestra imagen, aparece una particularidad muy común del círculo de Montañés, y es un pequeño mechón bífido, formando dos pequeñas espirales, que surgen bajo el labio inferior. Lo apreciamos en el Cristo de la Clemencia o de los Cálices (1603-1604), de Montañés, en la Catedral de Sevilla; el Cristo del Amor (1618-1620), de Juan de Mesa, en la iglesia del Divino Salvador de Sevilla; o en el Cristo atado a la Columna, de Francisco de Villegas, en la iglesia de San Juan de Dios en Cádiz; aunque es cierto que esta es de las pocas imágenes documentadas o atribuidas a él en la que encontramos dicha característica, siendo más común en imágenes, sobre todo cristíferas, de Montañés, Ocampo o Mesa, como hemos referido anteriormente.

El hieratismo, frontalidad y carencia de movimiento y expresión de rostro de la imagen tarifeña podemos compararlas con las imágenes mencionadas de Villegas, como San Isidro Labrador de Jerez, o los Santos Servando y Germán (1636-1640), de la iglesia del Rosario de Cádiz que; aunque en todas ellas, sí que queda algo más acentuado el contraposto. En el referenciado Cristo atado a la Columna de Cádiz, existe algo de movimiento por la iconografía que representa con un más que evidente contraposto, no obstante, sí que consideramos que posee esa falta de expresión en su rostro. En esta misma línea, tenemos una imagen femenina de Villegas, de 1650, que se encuentra en la iglesia de Santo Domingo, en Jerez, concretamente en el ático del actual retablo del Cristo de la Salud. Se trata de Santa Catalina de Alejandría y, en ella, evidenciamos la frontalidad que venimos indicando, así como su hieratismo. Una imagen en la que vemos similitudes con la de San Francisco en su composición, pues ambas miran frontalmente, flexionan levemente su pierna izquierda de la misma manera, los ropajes tienen caídas con pliegues sencillos, sin complicaciones, verticales. Tanto el cordón de San Francisco como el cíngulo de Santa Catalina, se sitúan en una zona elevada de la cintura, haciendo largas las piernas y el tronco pequeño. Ambos sostienen con una mano, y del mismo modo, una espada y una cruz, respectivamente, llevándose las manos contrarias al pecho, cual imágenes especulares. Similar la Santa Bárbara que se encuentra en la Real Parroquia Castrense del Santo Ángel de Cádiz.

Una vista del casco histórico de Tarifa
Una vista del casco histórico de Tarifa / E. Fenoy

Algo especialmente particular de la imagen tarifeña son dos protuberancias en el entrecejo, que parecen ser un intento de crear expresión en el rostro. En algunas obras de Juan de Mesa hemos intentado encontrar ese elemento y, apenas hemos hallado tal similitud. Tampoco hemos tenido mucha mejor fortuna buscando ese paralelismo en obras de otros escultores. Parece aflorar dicho elemento en el Cristo de la Columna de la iglesia de San Juan de Dios en Cádiz, o en el Cristo Yacente de Alcalá de los Gazules, ambas imágenes atribuidas a Villegas.

En Jerez, en la basílica de la Merced, encontramos una imagen de San Ramón Nonato de autoría anónima. Pese a haber sido restaurada, cuando se le añadieron postizos, como ojos de cristal y pestañas, indudablemente sigue el estilo de Villegas. Comparte bastantes elementos con nuestro San Francisco, sobre todo su cabello de bucles, aunque hay que decir que el tratamiento del cabello en Villegas es algo más tosco, según las imágenes documentadas.

En efecto, existen muchas semejanzas que permiten atribuir la imagen a Francisco Villegas y además, después de haberse formado en el taller sevillano de Martínez Montañés, el grueso de su trabajo lo realizó en la provincia de Cádiz e incluso se sabe que estuvo en Gibraltar desde principios del 1617 hasta, posiblemente, un año después de que se avecindara en Cádiz, en 1619, donde fue escultor de cámara del obispado, en 1650.

Pese a que podíamos intuir en origen que Francisco de Villegas hubiera sido quien “gubiara” la imagen, no hallamos las similitudes suficientes como para señalarle la autoría; pero, sin descartarlo totalmente, observamos que hay otros escultores que, como hemos mencionado, no podemos perder de vista, como Luis de la Peña, Luis Ortiz de Vargas o Gaspar de la Cueva.

Ante tal incertidumbre y percibiendo una posible mescolanza de características de escultores, cualquier hipótesis que nos planteemos puede ser la que nos lleve lo más próximo posible al autor.

Por tanto, cabe la posibilidad que San Francisco fuese realizado por algún oficial del taller de Martínez Montañés pues, en los detalles de la cabeza es donde se pone de manifiesto con más fuerza la supuesta relación con Mesa.

Sabemos que en el Cristo Yacente de Alcalá de los Gazules se localizaron dos documentos, en su interior, durante las labores de restauración, en los que se documentaba la autoría de Mesa. Sin embargo, la calidad del modelado de la imagen no se corresponde con los trabajos del maestro, y se pone en relación con la posible mano de Francisco de Villegas, quien parece imitar al yacente sevillano, que sí está atribuido a Juan de Mesa. ¿Estaríamos ante una situación similar en el caso de nuestro San Francisco?, es decir, ¿podría haber sido elaborada la imagen por un discípulo, copiando y siguiendo modelos de los grandes maestros como Montañés, Mesa u Ocampo?

Otra opción que pudiera darse es que la imagen fuese encargada a un escultor de primera fila, como los mencionados y que, por la elevada demanda y la premura en cumplir los plazos de entrega, realizara partes importantes, como el cabello y boceto de manos, dejando al oficial o discípulo el resto del trabajo. No podemos olvidar, en este sentido, el tema de las subcontratas, que fueron bastante comunes entre artistas colaboradores y compañeros del gremio.

Conclusión

Recopilando, haciendo balance de lo expuesto y basándonos en el análisis estilístico de la imagen titular de la iglesia de San Francisco de Asís de Tarifa, la podemos situar cronológicamente entre las décadas de los años 10 y 20 del siglo XVII, perteneciente a la Escuela Sevillana de Escultura, concretamente al taller de Martínez Montañés, con el que comparte bastantes rasgos y con quien tiene características en común, como hemos visto, y, especialmente, con el entorno más inmediato de Juan de Mesa. Sin embargo, no hemos podido encontrar, hasta la fecha, documentación al respecto, ni datos suficientes que nos den la certeza de una posible atribución.

Existen semejanzas físicas y formales con algunas de las obras de Francisco Villegas, al igual que comparten la carencia de movimiento y naturalidad; pero otras características también son comunes con autores del entorno de Juan de Mesa, pese a que la imagen de San Francisco está realizada, indudablemente, de una manera mucho menos resuelta que la de los grandes maestros, al menos en sus etapas de esplendor.

¿Podemos estar ante una imagen de Mesa de sus inicios en el taller de Martínez Montañés? No lo descartamos. No obstante, aún quedan discípulos del taller de Martínez Montañés y de Juan de Mesa que descubrir y que, a buen seguro, más adelante nos aproximarán más a su autoría.

¿Luis de Peña?, ¿Diego López Bueno?, ¿Gaspar de la Cueva?... Cerramos, pues, nuestro trabajo con estos interrogantes, como muestra del deseo de seguir indagando, dejando el campo abierto para que, quizás, próximas investigaciones nos permitan descubrir más información sobre esta valiosa talla cuya finalidad, en este pequeño estudio, no es otra que un intento de su puesta en valor. Afortunadamente, la imagen no fue renovada en 1774. El hecho de no contar con postizos, tan típicos del siglo XVIII como los ojos de cristal o pestañas de pelo, ha hecho que la imagen se conserve tal y como fue concebida y, por tanto, dado el mal estado de conservación en el que se encuentra, aconsejamos que se realice una restauración de calidad que, incluso, pueda llegar a aportarnos nuevos datos que nos aclaren o acerquen a su ejecutor; ¿quién sabe si, incluso, un documento que lo acredite?

Asimismo, recomendamos una posterior conservación, intentando recuperar la devoción, permaneciendo, así, para el deleite de todos, las generaciones venideras, y dándole el lugar que se merece pues, estamos ante el titular de la iglesia parroquial de San Francisco de Tarifa, y actualmente, da la sensación, que ha caído en el olvido.

Artículo publicado en el número 57 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños. Octubre de 2022.

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