Instituto de Estudios Campogibraltareños

La imagen titular de la iglesia de San Francisco de Asís de Tarifa (I)

  • Este trabajo plantea un recorrido histórico en el que se analiza la evolución y principales características de la iconografía de la figura de San Francisco de Asís

  • Se desconoce el momento y el escultor al que fue encargada la hechura del santo seráfico para la iglesia de San Francisco de Asís de la localidad

San Francisco de Asís. Imagen de Rafael Cazalla.

San Francisco de Asís. Imagen de Rafael Cazalla.

Introducción

1.1. Breves apuntes biográficos de San Francisco de Asís

Giovanni di Pietro Bernardone, más conocido por Francisco de Asís (1182-1226), después de una juventud disipada en diversiones, se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida predicando a todos el amor de Dios, por lo que fue conocido como el “Pobre de Asís”. Dio a sus seguidores unas sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Fundó la Orden Franciscana de frailes y su primera seguidora mujer, Santa Clara, fundó la orden que hoy conocemos como Clarisas, inspirada por él. Asimismo, fundó una tercera, conocida como Tercera Orden Seglar. Fue canonizado el 16 de julio de 1228, en Asís, por el papa Gregorio IX.

Independientemente de su veloz subida a los altares, lo que nos confirma que fue un santo en vida, podemos decir que la devoción a San Francisco existiría desde antes de su fallecimiento; no en vano, Dios le concedió el don de profecía y de hacer milagros, sanando así incluso a enfermos de lepra.

Muchas son las historias y anécdotas de San Francisco que como es lógico, obviaremos a excepción de algunas que comentaremos más adelante con el fin de explicar su iconografía.

1.2. Iconografía de San Francisco de Asís

Posiblemente, la representación más antigua de San Francisco de Asís, sea el fresco del Sacro Speco, de Subiaco, monasterio benedictino, donde San Francisco pasó unos meses en 1222. Se le representa sin aureola ni estigmas, sin tonsura y con barba; viste sayal con cuerda, capucha echada y el letrero “Frater Franciscas”, lo que prueba que es una pintura anterior a la canonización, que, como hemos dicho, fue en 1228.

En España, las imágenes más antiguas conservadas del santo, son de talla y del siglo XIII. Existen representaciones en capiteles, tallas, sillerías, pinturas, orfebrería, etc. a lo largo de los años, pues San Francisco siempre despertó gran devoción.

Cimabue lo retrató en una de sus obras, constituyendo esta una de las primeras representaciones conservadas del santo. Por su edad no lo conoció, pero debió conocer, por algunas de las personas más antiguas del lugar, cómo sería su aspecto, plasmándolo como un hombre imberbe (o, a lo sumo, con una ligerísima, casi inapreciable, barba), con tonsura y el tradicional hábito franciscano. En sus manos y pies ya aparecen los estigmas, que se convertirán en la principal seña de identidad de San Francisco. Giotto también lo representa de esta forma, sin barba; y así será representado hasta el siglo XVII, momento en que los pintores le hagan crecer la barba y sus rasgos se vuelvan más afilados y austeros. Ejemplo de ello, lo vemos en Zurbarán o en el Greco, en imágenes que insisten en la parte más mística del santo, al ser representado en momentos de éxtasis, lo que se aleja bastante de lo que sería su vida en la tierra. Sin duda, es la Contrarreforma la que tuvo que ver en plasmar esta idea. Igualmente, es frecuente que porte una calavera, atributo que comparte con otros santos, representados en actitud de meditación, como San Bruno, San Jerónimo, o María Magdalena, entre otros, aludiendo así, a las vanidades mundanas.

Los artistas se basarán en distintas fuentes literarias, como las llamadas “Florecillas”, un texto anónimo de la segunda mitad del siglo XIV y, sobre todo, la primordial será el texto de San Buenaventura, redactado en 1263, que podríamos considerar como la biografía oficial de San Francisco.

Detalle de las manos. Imagen de Rafael Cazalla. Detalle de las manos. Imagen de Rafael Cazalla.

Detalle de las manos. Imagen de Rafael Cazalla.

Una de sus historias más conocidas relata que, paseando por los alrededores de Asís, pasó junto a la antigua iglesia de San Damián y, conmovido por su estado de inminente ruina, entró a rezar, arrodillándose con reverencia y respeto ante la imagen de Cristo crucificado, que presidía sobre el altar. Estando allí, con un gran consuelo espiritual, con lágrimas en los ojos, pudo ver como el Señor le hablaba desde la cruz y le decía: “Francisco, ¿no ves que mi casa se derrumba? Anda, pues, y repárala”. A lo que él, tembloroso y sorprendido, le contestó: “De muy buena gana lo haré, Señor”. La propia Santa Clara escribe que fue “una visita del Señor”. Esto lo llenó de consuelo y le dio el impulso decisivo para abandonar definitivamente el mundo, y quedó grabada en lo más profundo de su ser la pasión de Cristo.

Tomás de Celano y los Tres Compañeros cuentan que esta experiencia del crucifijo cambió la vida interior de Francisco. El corazón se le quedó tan llagado y derretido de amor por el recuerdo de la pasión, que, desde entonces, llevó grabadas en su interior las llagas de Cristo, mucho antes de que se le manifestaran en la carne. Por eso, añade San Buenaventura, “ponía sumo cuidado en mortificar la carne, para que la cruz de Cristo que llevaba impresa dentro de su corazón rodease también su cuerpo por fuera. Todo eso lo practicaba ya cuando aún no se había apartado del mundo, ni en el vestir ni en la manera de vivir”. Es por eso que también se le representa sosteniendo en su mano o contemplando un crucifijo, amén de la escena más conocida: la de su estigmatización. En ella, lo vemos en éxtasis y se le aparece un Cristo crucificado, a modo de serafín, del que se irradian cinco rayos dorados, que se corresponden con las cinco llagas de Cristo.

Breves apuntes de contexto y situación de la imagen de San Francisco de Asís

Hasta la fecha, se desconoce el momento y el escultor al que fue encargada la hechura del santo seráfico para la iglesia de San Francisco de Asís de Tarifa. Lo que no nos cabe duda, es que fue realizado para presidir dicho templo, ignorando si, anteriormente, hubiera existido otra imagen, que pudiera haber sido sustituida por la que es motivo de nuestro trabajo.

En cualquier caso, la iglesia de San Francisco de Asís de Tarifa se sabe que ya estaba habilitada en 1528, pero la que hoy conocemos es fruto de la reforma que sufre entre 1794 y 1797, momento en que se le confiere su actual aspecto de finales del Barroco e inicios del academicismo.

La parroquia de San Francisco, en la Plaza del Ángel de Tarifa. La parroquia de San Francisco, en la Plaza del Ángel de Tarifa.

La parroquia de San Francisco, en la Plaza del Ángel de Tarifa.

Un dato interesante a resaltar es que, en 1670, el obispo de Cádiz en aquel momento, D. Alfonso Vázquez de Toledo, concede licencia a la Tercera Orden de San Francisco o Venerable Orden Tercera (V.O.T.), con el fin de sacar en procesión la imagen de San Francisco de Asís por los alrededores de la iglesia.

Haciendo un breve repaso por la historia, vemos que, el 25 de noviembre de 1717, el obispo de la diócesis en aquel momento, D. Lorenzo Armengual de la Mota, realizó una visita pastoral a Tarifa. En ella queda reflejada, entre otras cosas y en lo que nos afecta en este caso, que “la iglesia de San Francisco es muy pequeña y obscura de tres naves y el choro está en alto, la sacristía es pequeña y húmeda. Está pobremente ornamentada. Todo es pequeño y pobre, el retablo del altar mayor no tiene más de un cuerpo donde está colocado San Francisco de cuerpo entero”.

Parece ser que, en 1774, el vicario de Tarifa tenía la intención de renovar la imagen titular de la iglesia de San Francisco, posiblemente por su estado de conservación.

En unos documentos del templo, fechados en 1880, se observa que “en lo alto de coro aparecen dos camarines uno sobre otro: el primero ocúpalo la Efigie de Nuestra Señora de la Concepción, y el segundo la del Titular San Francisco de Asís”,

Posteriormente, y atendiendo un mandato del obispado de Cádiz, del 16 de enero de 1919, en el que se solicita un informe de cada una de las parroquias de la diócesis, nos queda constancia de cómo se encontraban los distintos templos tarifeños en ese momento. De dicho informe, podemos saber que se encontraban “sobre la pared del coro, dos hornacinas con las imágenes de Nuestra Señora y San Francisco de Asís. Las dos de madera y grandes dimensiones”.

Con esto comprobamos que, al menos desde 1670, la imagen de San Francisco se encontraba ya en el templo y que, tanto antes como después de la reforma de la iglesia, la imagen de San Francisco de Asís, siempre se encontró en la cabecera del mismo, en el presbiterio; en un primer momento, en el retablo mayor, que era de un único cuerpo, y más tarde, seguirá en el mismo testero, pero en uno de los dos nichos. Hoy podemos seguir viéndolo en el mismo lugar, en la hornacina superior de la cabecera del templo, mientras que la inferior se encuentra vacía actualmente, habiendo sido ocupada por otras imágenes, como la Inmaculada, más conocida por la Virgen Niña, o San Juan Evangelista, retiradas por problemas de humedades que amenazaban con serios daños a las esculturas.

Análisis estilístico

La imagen de San Francisco de Asís es una escultura de madera policromada. Viste hábito franciscano, al estilo del siglo XVII, formado por túnica, capucho y cordón sogueado. Las telas tienen pliegues muy naturales, con una caída vertical sencilla, sin apenas movimiento ni complicaciones y llegan hasta los descalzos pies.

Pese a que se deduce que esta característica viene determinada por la visión frontal, derivada de la veneración en el retablo, es bastante estática y frontal, pues a pesar de tener un leve ademán de caminar, flexionando su pierna izquierda, ese pie queda algo más rezagado que el derecho, manifestando un movimiento muy sutil que no llega a manifestar un contraposto. En su mano derecha porta una cruz y su mano izquierda, cuyos dedos anular y corazón se encuentran muy próximos, formando una “V” con el meñique y el índice respectivamente, la lleva al costado derecho para tocarse y dirigir la mirada del espectador a la llaga de los estigmas, que podemos ver gracias a que su hábito tiene una pequeña abertura vertical. Tanto la cruz, el cordón, así como las llagas, son atributos típicos del santo.

Una vista del casco histórico de Tarifa. Una vista del casco histórico de Tarifa.

Una vista del casco histórico de Tarifa.

Las uñas son ligeramente curvadas y de corte recto. Los pies asoman tímidamente bajo el hábito, siendo los pulgares más cortos que el resto de los tres dedos centrales, quedando el meñique mucho más atrás.

La cabeza es alargada, tiene ojos grandes pintados en la madera, muy abiertos y con párpados marcados, estando los inferiores bastante caídos. La nariz es recta y puntiaguda, las cejas poco curvadas, más bien rectas, pero con el entrecejo muy acentuado por unas protuberancias. La boca está ligeramente abierta, dejando entrever sus dientes; sus labios son carnosos y los pómulos prominentes. Las orejas están bien dibujadas y despegadas de la cabeza, sobre todo, en su parte superior. El tratamiento del cabello es bastante interesante, realizado a modo de pequeños rizos o bucles, mucho más minucioso y elaborado que el resto de la imagen. La barba está trabajada a modo de pequeñas gotas pesadas, plomizas. El bigote está partido en dos y peinado desde el centro hacia los extremos, con dos estrías paralelas por cada lado, dando la sensación de que es una parte inacabada, pues difiere bastante del tratamiento del resto de la barba y del cabello, tan elaborados. La perilla sobresale al ser la parte más larga de la barba.

El estado de conservación es pésimo. La imagen de San Francisco de Asís muestra gran abandono y olvido, manifiestos en las considerables capas de polvo, suciedad y humedad generalizada, advirtiéndose incluso marcas de gotas en algunas zonas bien diferenciadas, como es el caso de las manos. De igual forma ha influido el humo de velas, con el paso de los años, originándose un enorme ennegrecimiento en la policromía, siendo más visibles esto en los tonos de la encarnadura y creándose un efecto de opacidad en toda la talla.

Existen desensambles apreciables en los brazos a la altura de los hombros, parte trasera del capucho, y en el lado izquierdo del hábito, más obvios estos en la zona inferior; asimismo observamos una gran grieta vertical desde la parte superior del hábito hasta la inferior. Tiene pérdida de soporte muy significativa en las manos, donde faltan falanges en cuatro dedos de la mano derecha. En los pies, sucede lo mismo, pues se ha perdido una falange del dedo pulgar izquierdo. Otras pérdidas, sobre todo de policromía, pueden verse distribuidas por el hábito, algunas sacan a relucir el bol e incluso el propio soporte. El cordón, con los posibles tres nudos, común en el hábito franciscano y que hace referencia a obediencia, castidad y pobreza, se ha perdido, quedando patente la marca donde se localizó en su día.

Artículo publicado en el número 57 de Almoraima. Revista de Estudios Campogibraltareños. Octubre de 2022.

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