Suceso

El anciano perdido en Punta Paloma se llama Ignacio Morales y es protagonista de un documental

  • Varios vecinos lo encontraron siguiendo sus huellas, muy juntas, porque "Ignacio anda muy despacito"

  • Su vida, feliz y austera, es el eje de un documental de José Luis Tirado que se estrena en Tarifa el día 23

Ignacio Morales, cuando fue rescatado por sus vecinos y el SEPRONA

Ignacio Morales, cuando fue rescatado por sus vecinos y el SEPRONA

Lolita, la cuidadora de Ignacio Morales Trujillo, de 92 años y vecino del poblado tarifeño de Betijuelo, cercano a la pedanía de Betis, daba la voz de alarma a las nueve de la mañana de este sábado. Ignacio había salido a pasear la noche anterior y aún no había regresado a su casa de piedra y paja construida hace más de dos siglos. Fue entonces cuando cinco vecinos comenzaron la búsqueda, a la que pronto se unieron agentes de la Guardia Civil y del Servicio de Protección a la Naturaleza (SEPRONA).

"Escuchamos una voz muy tenue", explica Sandra, una de las vecinas de Betis que participaron en la batida por los alrededores de Punta Paloma. "Dimos con él gracias a que un sobrino localizó sus huellas. Como Ignacio anda muy despacito era fácil identificar sus pisadas porque estaban muy juntas. Siguiendo la trayectoria, nos dimos cuenta de que caminaba desorientado", continúa Sandra. "Al oír la voz de Ignacio, el novio de Lolita saltó por encima de una valla. Había pasado la noche refugiado dentro de una cueva y se encontraba en un lugar donde sólo se podía acceder a pie o en quad", medio de transporte que usaron los vecinos para devolver a Ignacio, sano y salvo, hasta su pequeña casa encalada con una parada previa en un centro médico. 

Ignacio, que todavía disfruta con el crujir del rastrojo bajo los pies o sintiendo la tierra por la mañana con la fresca, como escribió Muñoz Rojas, es un hombre conocido por todos los habitantes de Betis y Betijuelo, los cuales suman algo más de 200 vecinos. Nacido en 1930, lleva nueve décadas viviendo de manera feliz y austera, ajeno a la tecnología -un televisor viejo y una estufa son sus únicas concesiones- y a las transformaciones que ha traído el "estado del bienestar". Los árboles del entorno -muchos plantados por él-, varios animales de compañía, una charca y una candela son sus fieles compañeros en el día a día. Además de Lolita, su cuidadora y ángel de la guarda

Ignacio Morales en un fotograma del documental "El Oasis" de José Luis Tirado Ignacio Morales en un fotograma del documental "El Oasis" de José Luis Tirado

Ignacio Morales en un fotograma del documental "El Oasis" de José Luis Tirado

El oasis de Ignacio

El director José Luis Tirado se interesó por esta arcaica forma de vida y el pasado año rodó un documental con Ignacio como protagonista que lleva por título El oasis, una crítica a la agresión que sufre el medio ambiente en el siglo XXI y el despilfarro de las sociedades de consumo. Precisamente, la cinta se estrena el próximo viernes, 23 de septiembre, en el Teatro Alameda de Tarifa con la presencia de Ignacio y el director. 

Cuenta Ignacio Morales que con seis años trabajaba guardando animales a cambio de una peseta. "Me llamaron así por mi hermano mayor, que murió de tifus antes de que yo llegara al mundo algo más arriba del cortijo de La Palmosilla", narra en el documental de una hora de duración. "En el campo, quien era fuerte, no pasaba necesidad. Bien me iba a coger tagarninas, caracoles, palmitos o lo que fuera. En el pueblo todo era peor", resume este superviviente. "Ahora, con tantas panaderías, tantas carnicerías y tantas cosas, sobra de todo. Antes, no". 

Ignacio Morales con su perro. Fotograma del documental "El Oasis" Ignacio Morales con su perro. Fotograma del documental "El Oasis"

Ignacio Morales con su perro. Fotograma del documental "El Oasis"

Ignacio recuerda cuando su madre le preparaba un te o poleo con coñac antes de dormir, para calmar momentáneamente el hambre y poder conciliar el sueño. Para llegar a Tarifa iban en burra, con varios conejos dentro del serón cazados por su padre para venderlos en la plaza de abastos a dos reales o, en el mejor de los casos, a una peseta. Con regularidad, su madre también llevaba ropa recién lavada "a los señoritos" de El Chaparral. "He pasado muchas noches al lado de mi madre, lavando ropa en el charco, alumbrándola con un farol", rememora Ignacio mientras pasea acompañado por sus dos perros. 

"Sé contar, pero leer no", explica el anciano, aunque puntualiza que conoce todas las letras. "Yo no he tenido un maestro que me enseñe". Era imposible: lleva trabajando en el campo desde que era un niño. A los 92 años, en su oasis del Parque Natural del Estrecho y al amparo de sus vecinos y su perro Lobito buscándole la caricia, sigue sonriendo. Si se pierde, sabe que, entre todos, lo devolverán a casa. Así son en los alrededores de Betis, a las faldas de la Sierra de la Plata, uno de los últimos reductos de la vida rural

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