III BIENAL CANELA DE SAN ROQUE | Homenaje a Juanito Villar

Honores a la maestría de Juanito Villar

  • El cantaor gaditano recibe el reconocimiento a su trayectoria en una gala en la que destaca su carisma sobrenatural además del toque brillante de Diego del Morao 

Juanito Villar, con Manuel Jero a la guitarra.

Juanito Villar, con Manuel Jero a la guitarra. / Erasmo Fenoy (San Roque)

La Bienal de Arte Flamenco Canela de San Roque celebró en la noche de ayer la segunda de las cinco funciones previstas en esta tercera edición. El momento más destacado de la gala fue la entrega del Premio de Honor a Juanito Villar, de manos del alcalde de la San Roque, Juan Carlos Ruiz Boix, y ante la presencia de la concejala de Cultura, Ana Ruiz, y de la viuda y el hijo del recordado Canela. “Para mí es una satisfacción venir a cantarle a mi hermano Canela”, declaró el homenajeado. 

Juan es un maestro del cante flamenco de incuestionable peso en la actualidad, siendo uno de los grandes representantes de la última generación de oro compuesta, entre otros, por Camarón o Pansequito. El ilustre gaditano presume a sus años de carisma y energía, de transmisión y fuerza, de cercanía y ganas. No puede evitar emocionarse cuando lo reconocen en vida, ante un público entregado que hizo temblar las paredes del teatro Juan Luis Galiardo con sus aplausos. Aunque los años no pasan en balde, su garganta respondió sobradamente a la expectación creada desde que se presentó la programación de esta edición. 

El primero en comparecer en el festival, una vez que José Manuel Serrano concluyó su presentación, fue Juan Delgado junto a la guitarra de Antonio Peralta. El cantaor local tuvo a bien principiar por soleá, con un timbre tan intenso como personal. Se fue entonando a medida que ejecutaba las letras de la escuela de Alcalá, sobre todo, y de Triana. Tuvo que lidiar con el movimiento de parte del público al que cogió de sorpresa la puntualidad de la jornada. La de anoche fue una gala dinámica y bien regida. Continuó por seguiriyas, echándole valor a la dificultad, en una clara inspiración mairenista, comparaciones lógicamente aparte. Cerró discretamente con el romance de la Princesa Celinda, con las excelentes palmas de José Rubichi y Fernando Canela Chico. 

Volviendo al protagonista de la gala y parándonos en su intervención, habría que destacar su pronta conexión con el respetable. En pequeñas dosis de buen cante, Juanito Villar fue desgranando su propia novela que ya queda en un buen sitio de la biblioteca de lo jondo. La guitarra de Manuel Jero estuvo de una categoría suprema en el acompañamiento, con una musicalidad riquísima y con unas falsetas muy jugosas. El maestro siguió por tangos, con los considerados himnos de la etapa gloriosa de los festivales. Juan se crecía por momentos, con el respetable tocando palmas a compás, incluso bailando desde el asiento. Está claro que el que tiene el duro es el que lo cambia y él en este aspecto posee un gran caudal. Se despidió por bulerías, volviéndonos locos porque cada letra desprendía vivencias, emoción y maestría. A esto se le llama acertar y apostar por quien no hay que olvidar. Juan se fue más joven de como llegó. 

Huracán de La Caleta aplacado con la dulzura a fuego lento de Inés Bacán, lebrijana de ritual. Eugenio Iglesias le marcó el tiempo de la soleá, mientras ella dibujaba el paisaje de las gañanías  con sus manos y esa voz que solo ella posee. Sumó a su repertorio una generosa tanda de seguiriyas primitivas en letras y formas, para los más exquisitos. Con las bulerías de su tierra cerró su aparición, entre lo místico y lo terrenal. Inés posee un discurso particular, extremadamente sensible y en ocasiones árido, pero cargado de verdad. 

Diego del Morao puso el broche de oro con un toque propio de los Dioses. El jerezano dejó en lo más alto el nombre de su gente aunque imponiendo sus propios matices diferenciadores. Es referente de los más jóvenes de la sonanta actual, aclamado por su frescura y dominio. Ahora mismo, no hay que perdérselo. Estuvo acompañado por Maloko y Ané Carrasco, cante y percusión respectivamente. Se gustó por bulerías para escuchar, acompañándose en la voz del nieto del Sordera. A Diego le bastaron unos minutos y su habitual desparpajo para sobresalir descaradamente en una noche más que recordada para Juan Villar. 

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