III Bienal Canela de San Roque | Canelas y Pañeros

El legado de Canela se pone de manifiesto en San Roque

  • El Teatro Juan Luis Galiardo reúne a dos sagas unidas por la autenticidad y el respeto a la tradición

Canelas y Pañeros acompañan con palmas el baile de Pepe Torres.

Canelas y Pañeros acompañan con palmas el baile de Pepe Torres. / Erasmo Fenoy (San Roque)

La tercera Bienal Canela de San Roque comenzó este sábado con el espectáculo protagonizado por la familia Canela y por la de los Pañeros. El inicio de esta edición, marcada por las medidas sanitarias del Covid-19, puso de manifiesto la buena salud de la que goza el cante del Campo de Gibraltar con estas dos sagas unidas por la autenticidad y el respeto a la tradición.

El Teatro Juan Luis Galiardo se llenó de un numeroso público (lo permitido evidentemente) que fue al encuentro de los estilos más primarios del arte jondo y de una estética inusual en el mayor número de grandes festivales de la actualidad, que apuestan, dicho sea de paso, más por lo mediático y por el renombre de algunos de los participantes que por la conservación de las raíces.

En más de hora y media de espectáculo, tras media hora de retraso y con la reivindicativa presentación en pro de la cultura de Enrique Morales, se escucharon una buena tanda de cantes, con un recorrido por el universo de la soleá, destacando al final los bailes festeros de Perico y José Pañero, epílogo brillante para una velada sobria y señera.

Los hijos de Canela de San Roque, capitaneados por José y seguido por Fernando y Juan, dejaron el legado artístico familiar en lo más alto, defendiendo unos códigos solemnes y profundos, y reivindicando la herencia recibida de quien puso a esta localidad gaditana en el mapa del cante flamenco durante más de cincuenta años de trayectoria.

El espectáculo, que ya había pasado por plazas como la Bienal de Málaga o la Palma de Plata de Algeciras, pudo definirse por la intensidad en la ejecución de los distintos estilos que sonaron, todos ellos llevados al terreno de lo familiar, y correctamente acompañados por las sonantas de José de Pura y de Rubén Lara, sin olvidar el violín de Emilio Martín que tuvo una presencia tan discreta como aplaudida. Entre tanto cante, apareció como una estrella del baile gitano Pepe Torres, uno de los defensores más destacados de la corriente más clásica de esta disciplina. Cierto es que si lo ocurrido anoche no hubiera ido acompañado por un público aficionado, exigente y conocedor de estas formas expresivas, no se hubiera dado la emoción que en ocasiones se dio. 

José Canela inició, junto al violín, con la Nana del Caballo Grande, de Camarón, cosechando los primeros aplausos de la jornada. Seguidamente comprobamos las similitudes discursivas entre ambas casas cantaoras en una ronda de martinetes y tonás. Primero José Pañero, seguido de forma más celebrada  por su hermano Perico, para dar paso a Fernando y José Canela. Las referencias a los maestros Manuel Torre, Tomas Pavón o Antonio Mairena fueron recurrentes durante la gala. Por momentos parecíamos estar en una fiesta casera, con sus pros y contras.
Hubo algunos parones para cambiar sillas o micrófonos que ralentizaron el buen ritmo que llevaba el concierto. Tampoco fueron espectaculares las luces. Continuó José Pañero por tangos, con la buena compañía de José de Pura; Juan Canela quiso acordarse del padre por soleá y Fernando se gustó por alegrías y cantiñas, poniendo a parte del respetable en pie. Especial mención merece el joven Rubén Lara, con un acompañamiento exquisito y con una ejecución en solitario de gran altura. 

En solitario fueron desfilando los artistas, a excepción de Perico que no tuvo la presencia esperada en la función. Por algún motivo desconocido su aparición no grupal fue inexistente. Un poquito por seguiriyas no hubiera estado nada mal.

José, que fue el capitán del equipo, volvió a salir al escenario recurriendo nuevamente a Camarón en Canastera. Gente en pie, fuerte ovación y telón abajo para prepararlo todo para la salida de Pepe Torres. El de Morón apareció de oscuro, con traje de chaqueta negro, botas coloradas y pañuelo al cuello. Bailándole al cante, sin pretensiones estéticas, con movimientos varoniles y punzantes. Sin escobillas ni aparentes ensayos. Todos, en el escenario, acompañaron los quiebros y remates de Pepe que se notó a gusto en la soleá y en las bulerías por soleá. La estampa era cuanto menos poco vista, y muy gitana.

El cierre llegó por bulerías, de forma generosa y alargando en demasía la gala, con el compás que imprimieron las palmas de José Rubichi y Fernando Canela Chico. Con Pepe Torres y los hermanos Pañero bailando al cante de José Canela, se cerraba una noche entrañable y emotiva en la que predominó la tradición oral en las maneras y formas.

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