EDITORIAL
Sesiones de control descontroladas
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La peor forma de ayudar a la población civil de Gaza, que está siendo víctima de un cruentísimo castigo por parte del ejército de Israel, es distorsionar el debate con aspectos que nada tienen que ver y que rozan lo grotesco, como ha hecho el Gobierno español, y la radiotelevisión pública que de él depende, durante esta semana con el festival de la canción de Eurovisión. Ante la tragedia que se está desarrollando en medio, hasta ahora, de una notable indiferencia internacional, lo de menos es si la televisión de Israel envía un representante o no al certamen y si el televoto popular está más o menos auditado. Lo importante es que el Gobierno de Benjamin Netanyahu está sembrando de muerte, hambre y destrucción Gaza y que el mundo prefiere mirar para otro lado ante una operación que pretende la ocupación total del territorio y el desplazamiento de la población. Europa, que por fin empieza a movilizarse, ha vuelto a demostrar en este conflicto que es incapaz de tener una voz propia en política exterior y de defensa y que está muy lejos de ser un actor mínimamente influyente en las grandes convulsiones que sacuden al mundo. El Gobierno de Pedro Sánchez cumple una exigencia ética al denunciar la agresión que se está perpetrando contra la población civil de Gaza e intentar presionar a la UE. A estas alturas hablar de una operación militar contra los terroristas de Hamas roza lo ridículo. Pero trufar esta denuncia de un antisemitismo primario o transformarla, como casi todo, en un argumento más para la pelea interna es una estrategia que refleja escasa altura política. Sánchez deberá emplear sus energías e intentar que Europa alce una voz potente en defensa de los derechos y la dignidad de las personas que están siendo masacradas y olvidarse de polémicas que a nada conducen. Lo que está ocurriendo en Gaza coloca a la comunidad internacional en un nivel de irresponsabilidad que causa una justificada alarma.
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