Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Los jefes de gobierno no convocan elecciones legislativas cuando sus países están en guerra. Esto se da en 1º de Democracia, pero al presidente de América (antes, EE.UU.) le convalidaron esos contenidos presentando el certificado de prácticas en empresa de golpista de manual: promotor del asalto al Capitolio por una turba de machirulos blancos, todos socios de la Asociación Nacional del Rifle de América (antes, EE.UU.), el día de Reyes de 2021. Venga, que seguro que lo recuerdan, poquito después de haber recomendado combatir el Covid con luz ultravioleta e inyecciones de lejía (The Washington Post, 24 de abril de 2020) y de haber cuestionado la limpieza de las elecciones que perdió el 3 de noviembre de 2020 (por 81 a 74 millones de votos). Cuando ganó las siguientes, el 5 de noviembre de 2024, por 77 a 75, no se quejó.
Se trata de ese fenómeno contemporáneo que ha llegado para subvertir el orden de todo lo ordenado. Que no es que las cosas fuesen sobre ruedas, ni mucho menos, pero existía un statu quo, una referencia, unas normas respecto a las que referir comportamientos y silencios cómplices. El mundo civilizado disponía de un código y una etiqueta, que ahora luchan por ratificar su sentido tradicional, arrinconados por las peroratas de charlatán de feria, por las bravuconadas de matón de patio de colegio, de imposturas no recordadas desde los tiempos de Mussolini y sus colegas, con que nos sacude, día tras día, ese impresentable vendedor de crecepelo de los pueblitos polvorientos del Far West.
Mr. Trump, rodeado de la corte de aduladores oficiales que pugnan por ver quién le ríe más alto su última ocurrencia, ha prometido muchas cosas, como gran bocazas que es. Una de las que más interés suscitó durante la última campaña electoral de América (antes, EE.UU.) fue lo de “Si soy presidente, la acabaría en 24 horas” (CNN, 10 de mayo de 2023), referido a la invasión rusa de Ucrania.
En las 3.100 horas que lleva de mandato, claro está, no lo ha hecho. Ni se espera. Pero sí ha acusado al presidente de la nación atacada de ser un dictador, de haber iniciado la guerra y de no poner de su parte para alcanzar la paz. Todo ello, mentiras del ideólogo de la ultraderecha europea. Vox incluida, por supuesto.
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