Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Aprincipios de mes llamaron a mi madre para una revisión de mamas en el Hospital de La Línea, cita que coincidía con el clamoroso escándalo en el fallo de cribado de cáncer cometido por la Junta de Andalucía. Por suerte, no era nada grave. El Gobierno andaluz trata de no pillarse más los dedos y ha llamado a muchas mujeres, incluidas algunas otras de mi familia.
La próxima revisión será en dos años. Por el camino, que sea lo que Dios quiera o páguese algo en la privada. En mi caso, sigo esperando desde abril una llamada de Telederma para que me fotografíen la piel y tener algún diagnóstico. La demolición del estado de bienestar se está cometiendo progresivamente en nuestras caras, como podemos ver.
Sin ir más lejos, este verano los pacientes oncológicos del Hospital Punta Europa de Algeciras –la segunda ciudad más grande de la provincia– tuvieron que ser atendidos en otros centros de la provincia por falta de personal. Algunos buscan chivos expiatorios en la población migrante. En realidad, es más simple, se da por decisiones gubernamentales y una privatización encubierta.
A unos catorce kilómetros de nosotros los jóvenes marroquíes se levantan contra su gobierno al grito de “no queremos estadios [por el Mundial de 2030], queremos sanidad”. Aquí, salvo el clásico panem et circenses, no se vislumbra nada parecido. Motivos no sobran: el trabajo es estacional, las infraestructuras de otro siglo y la deuda sigue creciendo. Por fortuna para los políticos, siempre podrán culpabilizar a los pensionistas o a los menores no acompañados. O mejor, a que no te has esforzado lo suficiente.
Tenemos que aprender mucho de los jóvenes del sur global. Mientras aquí celebramos el Oktoberfest con decorado tirolés y la copa de las hamburguesas de purpurina con cowboys y astronautas, los jóvenes de países como Perú, Nepal, Filipinas o Marruecos protestan en las calles enarbolando la enseña de Monkey D. Luffy –personaje del anime japonés One Piece– como símbolo de lucha contra el poder corrupto e injusto.
Ojalá el lema del mundial, ¡Yallah, vamos!, se resignificara para reivindicar las mejoras que merecemos en nuestras sociedades en educación, sanidad, infraestructuras, vivienda y trabajo.
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