Lotta Continua
Francisco Silvera
Una modesta proposición
Ydigo yo que hartos como estamos del comportamiento abyecto de nuestros políticos, ¿por qué no les ponemos normas? La legitimidad de nuestros gobernantes se ampara en el sufragio universal, nuestro voto; por tanto deberíamos legislar sobre quién puede o no presentarse.
No habría que cambiar nada, la ciudadanía es la puerta de entrada, nada más; se trata del ejercicio en el cargo o la pública voz en nombre de una organización, que debería conllevar responsabilidades. Explicar propuestas alternativas, hablar de honradez o criticar conductas reprobables son obligaciones de la política activa; insultar, faltar, exigir a los opuestos lo que no te exiges a ti mismo, además de toda conducta despreciativa hacia la ciudadanía que soslaye la idea de servicio público inherente al trabajo de representación en el partido o una institución, ha de ser perseguida y penalizada.
El sufragio es la base de su legitimidad, por tanto ha de existir un organismo cuya función sea apartar a los malos políticos, respetando la libertad de expresión y pensamiento. Ha de existir una Junta Electoral Central permanente, una especie de Tribunal Electoral de Garantías que proteja a la ciudadanía de estultos y nefandos ensuciadores profesionales de la política; nada penal, eso ya está previsto. Me refiero a prohibir presentarse a quien no tenga un decoro mínimo. Este tribunal ha de ser independiente, formado por juristas y miembros de otros tribunales del más alto nivel, algún representante testimonial de los partidos, no determinante, y una oficina que tramite y se reúna para emitir resoluciones.
Hay que parar este envenenamiento, la prensa que diga lo que quiera, pero los partidos políticos deben un respeto a la ciudadanía; la consideración de los contrarios como eliminables sólo conduce a la confrontación, una democracia que se precie debe poner los medios y exigir que ese camino sea erradicado. Esto no merma en absoluto la capacidad de denuncia, sólo aminora la ponzoña de los interesados y les obliga a oratoria y debate real.
Algunas señoras, determinados señores no deberían poder presentarse a las elecciones... o callan y hablan con respeto o se van, no hay más. Añadan la prohibición de estar en lo público más de dos legislaturas, salvo cargos del más alto nivel, y probablemente nos ahorraríamos mucho canalla al uso.
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