Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Quizás algunos de ustedes que leen esta columna ha visto la película Invictus, de 2009, dirigida por el genial Clint Eastwood basada en hechos reales. Trata de la importancia que tuvo para Sudáfrica su vuelta como participante en los campeonatos deportivos una vez superado el apartheid, un odioso régimen de segregación racial impuesto por la minoría blanca en el país. Lo cierto es que la exclusión de Sudáfrica de toda actividad deportiva fue un factor determinante, por supuesto junto a otros quizás más significativos como la excepcional personalidad de Mandela, en el fin de la política de discriminación racial.
Lo cierto es que cualquier Estado que realice actos graves contra los principios básicos de la humanidad debe ser aislado de todo tipo de actividades, ya sean deportivas como económicas, comerciales, etc., como una forma de presión para el cese de estas actividades. Aunque de forma incompleta, Rusia y equipos rusos están excluidos de competiciones deportivas como consecuencia de la invasión ilegal de Ucrania y el desencadenamiento de una terrible guerra.
La comisión de un genocidio por parte de miembros del Gobierno de Israel como han constatado diversas instancias internacionales contra la población civil de Gaza, debe implicar el aislamiento de este país. No puede haber una normalidad de relaciones con un Estado que está cometiendo actos de un salvajismo y crueldad de un nivel difícil de aceptar contra una población civil indefensa. Lo extraño no han sido las manifestaciones propalestinas en la Vuelta ciclista a España. Lo difícil de entender es qué hacía un equipo con el nombre de Israel compitiendo cuando en nombre de su país se está cometiendo un terrible genocidio, crimen contra la humanidad que pocos podíamos pensar que se podía realizar en pleno siglo XXI.
Nadie puede permanecer indiferente frente a la comisión de un crimen tan aborrecible e infame como el que se está perpetrando en Gaza y en los territorios ocupados de Cisjordania. La sociedad civil española, al levantar su voz contra el genocidio, ha dado una lección que debería ser seguida y multiplicada en todos los rincones del planeta. La reacción de ciertos políticos españoles justificando el genocidio o blanqueando al país que lo comete para tratar de atacar al Gobierno muestra lo perdida que está su brújula moral.
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