Los veneros de la Cuesta del Rayo

"Toda la maraña de arroyos que surcaba sus desniveles desembocaba en la playa de Los Ladrillos"

La tarde del 17 de febrero de 1934, Amancio Marín de Cuenca, profesor de Geografía e Historia del Instituto Local de Segunda Enseñanza de Algeciras, realizó una visita con sus alumnos a la ladera de la Cuesta del Rayo, en aquellos momentos surcada por una amplia red de veneros alimentados por las intensas y prolongadas lluvias caídas en los días previos. Allí explicó a sus alumnos lo que era una cuenca hidrográfica y les hizo dibujar un esquema de la formación del arroyo principal que por aquellos pagos discurría.

En esos años, la Cuesta del Rayo era un paraje rural alejado del entramado de calles de la ciudad, que acababa por el norte en el parque y en las edificaciones militares del vecino fuerte de Santiago. Toda la maraña de arroyos que surcaba sus desniveles desembocaba en la playa de Los Ladrillos, poco antes de alcanzar el escarpe que llevaba al cementerio. Mucho ha llovido desde entonces y a pesar de recurrentes aguaceros y de otros tantos periodos de sequía que los apartaban al más infiel de los olvidos, mucho se ha construido por allí, hasta el punto de que el centro de la ciudad ha ido basculando hasta el entorno de la desaparecida playa al imán de nuevos centros comerciales. Curvas avenidas sobre antiguas carreteras, vías al amparo de seculares cañadas, edificaciones, nuevas calles y urbanizaciones se han alzado sobre la antigua cuenca hidrográfica sin tener en cuenta el gran cono de desagüe sobre el que se asentaban. Por encima de antiguos arroyos y veneros se trazaron bordillos, aceras y asfalto junto al que brotan disparejas alcantarillas incapaces de aliviar toda el agua de lluvia que la antigua cuenca natural canalizaba hasta el mar en épocas de ábregos. A causa de ello, en las zonas más bajas, las inundaciones han sido constantes y aún se recuerdan las del 6 de marzo de hace once años. Aquel domingo de invierno, un inesperado diluvio de sudeste provocó que el agua bajara en torrente junto a los altares del Corpus y lo anegara todo hasta su llegada al mar.

Ahora leemos que está más cercana la ejecución de dos grandes colectores que canalizarán el agua de lluvia que baja desde San Bernabé, las Colinas y los altos de la Granja hasta la desembocadura del nuevo cauce del río de la Miel en los Ladrillos. Millonarias, necesarias y oportunas inversiones parecen destinadas a encauzar toda el agua que conformaba la cuenca de la Cuesta del Rayo antes de que nos empeñáramos en construir sobre ella, antes de trazar desdeñosas y apresuradas vías sobre los cauces naturales que siempre existieron allí. Es una buena noticia, aunque nos hubiéramos ahorrado mucho si hubiéramos tomado nota de las actividades extraescolares de don Amancio Marín aquella tarde de invierno de 1934 con sus alumnos del Instituto Local de Segunda Enseñanza.

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