Entre los siglos IX y XIII Europa gozó de un clima cálido y estable con una temperatura media casi 1ºC más alta que en el siglo XX. Una sociedad medieval en expansión que tuvo en las catedrales su expresión más brillante, se asentó favorecida por la prosperidad agrícola que propició la bonanza climática. Sin embargo, en el siglo XIV el clima empezó a cambiar y un período de grandes lluvias que anegaron el continente fue el preludio de la "Pequeña Edad de Hielo". Un ciclo de durísimos inviernos que se prolongaría hasta el XVIII.

El frío azotaba Europa y tal como se refleja en las pinturas de la época, el hielo y la nieve eran los elementos protagonistas de una naturaleza invernal dominada por los tonos grises. Tan adversa climatología malograba los cultivos, exterminaba a los animales y abrumaba el espíritu de los hombres que no dudaron en achacar a la brujería tantas calamidades.

El final de aquella "Edad de Hielo" dio paso al periodo cálido que ahora tanto nos preocupa. Modernos gurús (Al Gore, Greta Thunberg…) han extendido la culpa del supuesto" cambio climático" desde unas pocas brujas a toda la civilización y con el cuento de un futuro beneficio para la humanidad promueven acciones que hasta ahora solo han servido para engrosar las cuentas corrientes de sus promotores.

Una cosa es que el hombre esté alterando -de manera harto irresponsable- la fisonomía de la Tierra y otra bien distinta el suponer que los cambios climáticos son de origen antropogénico. Los períodos de calentamiento se alteran con glaciaciones (la última se produjo hace diez mil años) y estas variaciones se originan a consecuencia de la inclinación del eje de rotación de la Tierra y, en menor medida, a las fluctuaciones de la actividad solar, cuestiones ambas que escapan a nuestro control. Sin embargo, aprovechándose de la candidez y la ignorancia de la gente, este grupo de espabilados utilizan los fenómenos naturales al modo que los antiguos hechiceros manejaban un eclipse o un huracán, esto es para amedrentar al personal y acrecentar su poder.

El clima se mueve por ciclos y contra sus oscilaciones podemos hacer tan poco como contra los terremotos o las erupciones volcánicas. Así que cuando el gobierno de España coloca entre sus prioridades atajar el calentamiento global nos está contando una milonga para justificar sus tejemanejes con las energías renovables que son tan lucrativas para los suyos como onerosas (e ineficaces) para los ciudadanos. Para colmo además del aumento de los gases de efecto invernadero (CO2, N2O y CH4) nuestro presidente ha descubierto una nueva emergencia para justificar sus políticas: "el frenazo del núcleo de la Tierra". ¡Qué Dios nos coja confesados!

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