Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La conversión de Pedro
Escribo esta tribuna un día después del apagón que sufrimos el pasado 28 de abril. Nunca un apagón arrojó tanta luz. Es pura física: la realidad la vemos porque impacta la luz en ella. El resto está apagado, no hay nada. Lo que vemos es porque ha sido atraído el foco, a veces conscientemente, otras veces inconscientemente.
Los notables no son más que egos que quieren hacerse notar y en ese tránsito de la voluntad surge lo patético como evidencia.
La carencia de maquillaje de Ayuso en mitad del apagón es consciente, y al serlo pierde credibilidad. La pose de Sánchez es auténtica, pero el personaje, todo egolatría, se manifiesta llegando tarde a la cita con las explicaciones. Todo ególatra tiene un alma de vedette.
Nuestro presidente envejece a sustos y se le está quedando cara de tuerto. Cualquier día le veremos cojear como al pirata de Sabina, con parche en el ojo y pata de palo. Un hombre que se hizo con el partido tras salir de Ferraz en un Peugeot sin chofer con gorra de plato, sobrevive a una pandemia y a un apagón integral del país es un presidente perfectamente serio y además tiene agallas: con el Rey, ni entierro ni final de Copa. Debió pensar que si Trump tenía trato de monarca en la Plaza de San Pedro, él no quería ser menos. A un ególatra de manual, pasmado es como el diablo a un exorcista y no quiere pasar a la historia como Felipe IV. Lo peor es que la realidad es tan esforzada como insistente y como la egolatría en exceso es ridícula, el apodo que teme nuestro presidente es el de pasar a la posteridad como el presidente “La Casera”, que si no la hay, me voy.
Lo malo es que en política internacional no se experimenta con gaseosa. Con los Tres Sudamericanos -Ábalos, Delcy y Koldo- es posible. Con Trump e Israel, poca broma, porque los excesos se pagan y estos, sobre todo los hebreos, no reivindican atentados. Trump te amenaza a la cara, como han hecho los matones de barrio toda la vida.
Nuestro presidente Sánchez debe entender que la política internacional no es el Folies Bergère y que, aunque en España sobren boinas, los camellos no pasan por donde transita el hilo en la aguja.
Si nos descuidamos esta vedette que tenemos como Presidente La Casera, acaba con 40 años de transición y nos desvía el cauce hacia una dictadura.
Por fortuna, siempre quedará París, y este Folies Bergère en que se está convirtiendo Europa: el cabaret balneario planetario donde otros producen y otros tantos cuidan el corral.
En clave interna no hay alternativa: Feijóo no es tan guapo y Ayuso pierde mucho sin maquillar. El fiscal general del Estado retratado, el hermanísimo imputado y la esposa en el banquillo. El cabaret ibérico no es más que una tosca tasca. ¿Qué tal si apagamos la luz?
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