Santa Cruz en el mapa del ruido

30 de junio 2025 - 03:05

El silencio, como la soledad, es un bien que puede resultar opresivo cuando no se trata de una elección voluntaria. Hay que tener una cierta templanza de ánimo para disfrutarlos, ya sea en la habitación meditativa de Pascal o la habitación propia de Virginia Woolf. Lo que no admite duda es que sus contrarios, el ruido, la convivencia forzada y las multitudes ruidosas, son infiernos. Es importante, también, distinguir entre el ruido y los gratos sonidos de la vida cotidiana pública –las campanas, el rumor amortiguado de la ciudad– o privada –el batir del tenedor, el burbujear de la cafetera, el eco suave de las vidas de los otros acompañando la nuestra– que crean eso que Strauss llamó una “Sinfonía doméstica”.

Hechas estas distinciones, vayamos con los ruidos. Informaba ayer el compañero Juan Parejo de los resultados del último Mapa Estratégico del Ruido encargado por el Ayuntamiento: “Un 10% de la población se encuentra sometido a niveles sonoros por encima de los 65 decibelios en el periodo diurno y más de un 25% a valores superiores a los 55 en el nocturno… Un 70% de la superficie urbana experimenta niveles sonoros por encima de los 55 decibelios… En 15 zonas de Sevilla el ruido supera los límites permitidos…”.

Santa Cruz y gran parte del entorno de la Catedral hasta el Salvador e incluso la Encarnación no figuran entre estas 15 zonas atormentadas por el tráfico y en algunos casos por la actividad industrial. Pero la superexplotación incontrolada o mal gestionada del turismo masivo ha convertido en ruidosas hasta lo insoportable sus calles peatonales o peatonalizadas. Sé que estoy hablando de mi libro, porque hace 45 años que soy vecino de este barrio, y que esto puede parecer el chocolate del loro del ruido. Pero también Juan Parejo informaba hace poco de que la asociación vecinal Amigos del Barrio de Santa Cruz volvía a denunciar una contaminación acústica insoportable causada por la retirada de los vidrios de los bares y restaurantes, la saturación de veladores, actuaciones callejeras con o sin amplificadores, rutas teatralizadas, despedidas de solterías o actitudes incívicas. Hasta el punto de obligar a los vecinos que pueden permitírselo a instalar dobles ventanas. Somos pocos, además de unos privilegiados según los demagogos. Pero no se nos olvide.

stats