NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
El presidente de la Junta de Andalucía, tras la crisis de los cribados de cáncer de mama, ha apartado a la consejera de Salud. Después dijo que habría más destituciones, justo antes de entregarle el mando a Antonio Sanz. Algo que no va a tener una consecuencia directa en la mejora del estado de la sanidad pública de la región, porque, aunque haya cambios, seguirán los mismos principios. Y esos principios son el modelo neoliberal que defienden los conservadores, en el que los derechos se perciben como negocio, que está en manos de unas élites adineradas, cómplices y copartícipes y que son el colectivo para el que gobiernan. Ya nos advirtió Moreno Bonilla, “la sanidad pública para todo y para todos, con una población cada vez más mayor, puede llegar un momento que sea inviable”. Apuntando claramente a las personas mayores, porque en el mundo ideal del mercado libre no se contempla lo que ya hemos aportado, sino que dejamos de ser productivas y nos convertimos en una carga.
Un pellizco cada vez mayor de los presupuestos andaluces para sanidad se los llevan clínicas y hospitales privados: los famosos conciertos. La partida “asistencia sanitaria con medios ajenos” va in crescendo. Cantidades a las que hay que añadir los millones entregados por el procedimiento de emergencia, cuando ya no estaba en vigor, por lo que hay tres gerentes del SAS investigados.
Estos recursos derivados son un gasto sujeto a los beneficios que los privados, lógicamente, les aplican. Algo que se logra a costa de los sueldos y las condiciones laborales del personal de esos centros y con un menor compromiso con los pacientes. Ya saben, si la cosa se pone fea, es la pública la que responde. Pero, quizá lo más trascendental, es que se trata de un desembolso que no significa inversión. Nos gastamos el dinero, pero los medios siguen en manos ajenas. Además, todos estos movimientos interfieren en la necesaria conexión con la investigación, tanto desde las universidades, como desde los propios equipos clínicos públicos que gestionan los centros de salud y los hospitales, que se retroalimentan desde su propia experiencia.
Es la misma dinámica que la Junta lleva con la educación, la universidad, la dependencia o los discursos que empiezan ya a apuntar a las pensiones. El capitalismo, en su último reapriete, eleva los derechos básicos a la categoría de lujo y se declara, abiertamente, enemigo de la justicia social. Acaba con uno de los grandes logros que, impropiamente, sus mismos defensores se atribuyen: el estado del bienestar. Muchas de mis amistades tienen ya más esperanzas puestas en el meteorito que en el SAS.
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