Lotta Continua
Francisco Silvera
Una modesta proposición
Martín nació en Sevilla, cerca de la Alfalfa, camino de las anchuras de la puerta Carmona. Sin ser consciente, se acostumbró a pasar de la mano de su abuela Amparo frente al Señor de la Ventana, una talla que se asoma al muro de la iglesia de san Esteban. De niño le daba miedo, hasta que, de tanto verlo, se fue acostumbrando a su rostro de cansado, a su perfil amoldado al nombre tantas veces susurrado al oído: Salud y Buen Viaje.
Este nombre lo acompañó cuando llegó a orillas del mar, a una ciudad mestiza y compleja; desmemoriada y abierta; donde recalan ulises de andar por casa sin esposas fieles y desacompasados orfeos sin eurídices a quienes rescatar. Desde que llegó a Algeciras se fijó en sus cielos, surcados por pájaros que apenas recordaba de su manoseado libro de ciencias en bachillerato. Aquí los conoció y los reconoció; aquí entendió el valor geoestratégico de un lugar decisivo para miles de aves, que viajan a través del Estrecho en busca de mejor sustento.
A principios del verano, a la hora en que el cielo estalla en cantos, reclamos y piares, encontró, junto a un contenedor de basura, un vencejo adulto que no tenía fuerzas para piar, cantar ni para mostrarse capaz de reclamar nada. Lo recogió con la delicadeza que merecía un ser exhausto tras un largo viaje que estuvo a un paso de acabar con su salud. Lo llevó hasta su domicilio donde se propuso ayudarlo. Intentó hidratarlo con mimo, con el cuidado que merecen los seres capaces de volar alto pero a los que les cuesta la vida levantar el vuelo. Pasadas unas horas, el animal mostró signos de cierta recuperación, pero Martín deseaba que estuviera en mejores manos. Considerando que se trata de una especie protegida, intentó de manera infructuosa ponerse en contacto con el 112. Sabedor de que el Centro de Recuperación de Especies Amenazadas de Huerta Grande fue clausurado por la administración, se puso en contacto con el único abierto en toda la provincia, el del Puerto de Santa María y con el zoológico de Jerez, adonde acabó llevando el ave y donde le expresaron que este año esperan recoger más de ochocientos ejemplares.
Resulta sorprendente que el lugar de paso obligatorio de tantos vuelos entre África y Europa no posea operativo ningún centro para estos animales. Su salud se pone en riesgo en cada uno de estos viajes, que puede acabar mal; tan mal como una muerte sin amparo.
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