La cantautora más talentosa de nuestro país, a mi parecer, es Vanesa Martín. Con sus canciones he lidiado mil batallas de las que, he de decir, casi no recuerdo nada. Hay guerras con la palabra derrota escrita en la frente en las que el verbo aprender somete de una manera majestuosa al vencer. Y con el tiempo, consigo olvidar la lucha y sus cicatrices, pero me quedo con la esencia de sus letras. Con el poder de una melodía capaz de trasladarme a ese lugar donde un día aprendí.

Y en uno de esos duelos, escuché por primera vez la canción "Casi te rozo", y una de sus frases me hizo meditar: "Casi te rozo, he llegado dos minutos tarde, que caprichoso está el tiempo..."

¿Cuántas veces hemos estado a dos minutos de rozar a nuestra persona especial? ¿O de tener un encuentro que nos diese la respuesta definitiva? ¿En cuántas ocasiones esos dos minutos se han convertido en días, meses o incluso años?

La expectativa crece cuanto más avanza el minutero, al que miramos embobados, deseando que no vuelvan a sucederse esos dos minutos porque no queremos llegar tarde, esta vez no. Pero lo cierto es que ese amor ya pasó y si algún día vuelve, llegará puntual, sin prisas y sin desgaste.

Aunque, sinceramente, lo que más me inquieta de todo esto no es que suframos los desastres de la incertidumbre o el abandono, es que no nos enfrentemos a esos dos minutos tarde. Que no tengamos el valor de decir: "¡Eh! me he retrasado, pero he venido, ¿hablamos?" o "No me esperes, nunca iré". Esto aliviaría muchas preguntas del alma, porque, además, tenemos herramientas sobradas para hacerlo.

En la actualidad disponemos de unas facilidades para comunicarnos que ya quisieran haber tenido nuestros abuelos, y no sólo a la hora de manifestarnos a través de redes sociales o telefonía móvil, sino la libertad con la que podemos hacerlo, sin importar nacionalidad, sexo, raza o religión.

Hoy, 28 de junio, día del Orgullo Gay, me vienen a la mente todas esas personas que no pudieron expresar su razón de ser. Ésas que no fueron libres para elegir y les impusieron el camino a seguir. Todos esos hombres y mujeres a los que asesinaron o a los que persiguieron de por vida.

También pienso en los valientes que resistieron hasta el final, soportando aquella injusta condena…

Si hay alguno por aquí, viendo como el mundo LGTBI se va haciendo hueco en la sociedad, ojalá haya tenido la oportunidad de poder mirar a los ojos a esos dos minutos y haya convertido el "Casi te Rozo" en un "Ahora sí, por fin te besé". Porque la esencia no entiende de sexo, pero, sobre todo, porque en el amor verdadero no existen las líneas del tiempo.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios