Por romero y por amor

13 de enero 2025 - 03:05

No hace mucho y con motivo de pasar unas vacaciones navideñas en tranquilidad, leí en las paginas de este mismo diario, Europa Sur, la posibilidad de disfrutar la paz de la naturaleza en una pedanía del municipio de Jimena de la Frontera en la provincia de Cádiz, concretamente en San Pablo de Buceite. Lejos de cualquier ruido y con la compañía de sus gentes amables y cercanas. Sabor a pueblo en definitiva. Una sensación que cada día sentimos más alejada y que también echamos de menos.

Me pareció una alternativa muy recomendable. Pero no sólo para pasar unas buenas vacaciones, sino también para acercarse a la naturaleza en cualquier estación del año. Pues aunque el paisaje vaya cambiando en cada estación, siempre guarda una impronta muy especial y además las personas siguen siendo tan acogedoras como en tiempos navideños.

La primavera en el parque de los Alcornocales siempre se tiñe de amarillo. Huele a retama y a azahar en los caminos de San Pablo de Buceite, aunque reemplazaran los naranjos por aguacates, todavía se cuela entre quejigos ese olor único que tiene la primavera, y que en este pueblo lleva la nostalgia de la salitre, por su cercanía con el mar. El campo siempre acoge a quien se adentran en sus sendas y va pintando el cielo de rasgos violetas o dorados, según se cruce el sol con las montañas que guían nuestras miradas hacia un “casi infinito” por descifrar.

Cada época del año tiene en San Pablo de Buceite un olor distinto, pero siempre único. Cuando llega el otoño parece que todo se recoge para esperar el frío, y el olor a la leña que arde en las chimeneas se va difuminado en un azul intenso, que lentamente se desvanece hacia el gris y las hojas esperan sobre el suelo una nueva primavera para volver a los campos “por romero y por amor”, como decía nuestro gran poeta Juan Ramón Jiménez.

El contacto con la naturaleza y la calma que transmite, es una experiencia siempre recomendable para, en cierta manera, huir de la prisa y el estrés que lleva consigo la vida de este siglo XXI, que parece entrenarse a fondo para que mantengamos en lo más alto los parámetros de competir por lo que sea y cuando sea; así poco a poco nos vamos olvidando del hombre y del concepto de humanismo, para volvernos insolidarios y egoístas.

La naturaleza debe de ser una llamada de atención para que el hombre no olvide sus valores y mantenga vivo el interés y el acercamiento hacia los demás.

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