España va bien. Dirían por ahí unos y otros. Bueno. Así somos, así nos evaluamos y así nos contemplamos en el espejo. Pero lo cierto es que por los pelos seguimos en un mundial que deja a medio mundo con la boca abierta y no precisamente de admiración por las monumentales obras qataríes, sino más bien por comprobar de primera mano que el mundo sigue siendo un lugar menos igualitario, menos verde, menos civilizado de lo que la vieja Europa se cree. Cuántos silencios está dando este mundial y cuantas defensas fuera del campo, para justificar lo injustificable. "Poderoso caballero...".

La roja, la que lleva una estrella en la pechera de la camiseta, salta hoy de chiripa al terreno de juego contra el vecino Marruecos, con la convicción de que podemos conseguirlo, como sucedió en África, donde el sueño se hizo realidad con el 'dream team' de Vicente del Bosque. Un culebrón entre el fútbol y las pasiones del "cham mirá mirá", que culminaron en dos bodas que ya son de facto dos separaciones. Véase Piqué y Casillas.

Hasta ahí todo bien. Sin embargo, hay elementos que siguen haciendo saltar las alarmas de que algo no va tan bien como creemos. Y es que quizá en otros países que tanto nos esforzamos por imitar sería difícil de entender que unos chavales quieran colgar en su clase su bandera para defender a su selección y no sólo se lo prohíban, sino que se les expulse. Es lo que hay.

Hace unos años ya, asistí a un partido de la NBA. Jugaban los Miami Heats y, antes del encuentro, una trompeta tocaba el himno estadounidense mientras que los miles de almas que allí esperaban ver a sus equipos lo escuchaban en pie con la mano en el corazón con un sentido de colectividad y unidad dignos de mención. Aquí mientras tanto seguimos discutiendo sobre si debemos presentar a competiciones internacionales, selecciones regionales. Hoy se suma Galicia. Y yo me pregunto si realmente no nos damos cuenta de cómo nos miramos el ombligo en medio de un mundo que sabe perfectamente que en las medias tintas no hay piedad. Ya lo dice el refrán, "separa y vencerás". Pero, España, España va bien.

¿Qué tiene un balón y once y once a cada lado? Eso nunca lo sabremos, pero desde luego que es capaz de mover montañas. Cuando me asomo por las pistas de La Menacha y veo a los chavales jugando en ligas menores como si les fuera la vida en ello pienso que el fútbol es un catalizador; es el tapón de una olla exprés que no deja de girar y girar. Porque el fútbol es para muchos la promesa de una vida mejor, de un sueño, de lograr salir de la cruda realidad. Hoy me pinto la cara con la bandera de España para apoyar a la roja: "Vamos España".

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