Cuando Redford llegó al Cervantes

18 de septiembre 2025 - 03:05

Qunienes cuando decimos cine aludimos tanto a las películas como a las salas en las que las vimos, cada una dotada de su propia personalidad, tenemos donde anclar nuestros recuerdos. Por eso sé que la mayoría de los sevillanos, yo también, conocimos a Robert Redford en el cine Cervantes de Sevilla, cuando aún era un actor secundario, viendo La jauría humana allá por la primavera de 1966. Me impresionó aquella película por la fotografía en Panavisión de Robert L. Surtees, la música de John Barry, la interpretación de Marlon Brando (la mejor suya, para mí, junto a las de La ley del silencio y El Padrino), la desgarradora composición de los padres del prófugo Redford que hicieron los grandes Miriam Hopkins y Malcolm Attenbury, una Angie Dickinson vista con hambres adolescentes y el poderoso alegato antirracista y anti populista. Nunca olvidé la lección de esta película: el cine educa cuando nos hace aborrecer comportamientos aborrecibles.

Me volví a encontrar con Redford, siempre como secundario, en el cine de verano Gran Plaza, viendo Propiedad condenada. Era este un curioso local que rodeaba por tres de sus lados el lamentablemente desaparecido Nervión Cinema, con entradas por la Gran Plaza y Beatriz de Suabia. Seguro que son tan pocos quienes recuerden estos primeros encuentros sevillanos con Redford como muchos, siempre que tengan los años suficientes, quienes recuerden los abarrotados estrenos de Dos hombres y un destino en el Pathé, Tal como éramos en el Cervantes y El golpe en el Llorens. Las tres películas, que lo convirtieron en una estrella, se recuerdan con una sonrisa y nos atrapan cuando las encontramos zapeando.

Redford, el Pathé, el Cervantes y el Llorens quedaron también para siempre unidos a B. J. Thomas cantando Raindrops Keep Fallinon My Head, Barbra Streisand cantando The Way We Were y los ragtimes de Scott Joplin orquestados por Marvin Hamlish, algo que tuvo una importancia de primer orden en la historia de la música: la edición en 1970 por Nonesuch Records de los ragtimes de Scott Joplin (1868-1917) interpretados por Joshua Rifkin y su utilización en 1973 en El golpe supusieron la resurrección de este gran compositor marginado en vida por ser negro y haber vivido antes de la era del jazz. Otro buen recuerdo unido a Redford.

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