Lotta Continua
Francisco Silvera
Una modesta proposición
Hace pocos años un fotógrafo y cineasta holandés, Jan van IJken, realizó un vídeo de unos seis minutos y pico: Becoming. ¿Qué muestra? El proceso imposible por el que una célula acaba convirtiéndose en un tritón alpino.
Resulta que los huevos de las salamandras son transparentes, así que podemos seguir el proceso desde su inicio. No podemos apartar la vista. Al ver la primera mitosis, uno piensa en esa frase africana o taoísta en la que se dice que todo gran camino empieza con el primer paso. Las células se van doblando y doblando, hasta que se forma una especie de huevo de espuma que se repliega sobre sí mismo, luego unos labios que se cierran, luego una galletita de la suerte y, de pronto, algo cuya forma puede recordar a una diminuta salamandra, en la que se adivinan la cabeza y la cola y las pintas negras del lomo.
En cierto momento, bajo la piel translúcida, algo late (¿de dónde ha venido?) y, muy poco después, como si despertara de un sueño eterno, el tritón se mueve, como si quisiese salir de allí, como si se preguntara quién es y qué hace ahí. Es muy difícil no atribuirle cualidades humanas: hasta cierta fase, no hay nada que lo distinga de un ser humano. La conciencia de un proceso unívoco, que se repite desde hace millones de años hasta hoy, nos deja sin palabras.
Por más que sepamos tanto, hemos sido aún incapaces de extirpar la intriga del inicio y el final de la vida. ¿Cómo es posible que una sola célula contenga, como una diminuta biblioteca de Babel, toda la información necesaria para transformarse en un organismo complejo? ¿En qué libro de las religiones monoteístas, en qué oscuro compendio de hechizos se recoge un fenómeno tan maravilloso como este?
Basta con moldear el tiempo para ver una de las muchas capas de realidad ocultas bajo nuestra piel. Si lo aceleramos lo suficiente, podemos ver la formación de un ser vivo, siguiendo instrucciones legadas en un lenguaje compuesto por apenas cuatro letras. Y si lo ralentizamos lo suficiente, contemplaremos la numantina resistencia de la fuerza nuclear fuerte, los protones y neutrones unidos en un abrazo que sólo la más terrible violencia puede romper, mientras a su alrededor una nube eléctrica ejecuta su eterno y místico baile. ¿Y si le diéramos la vuelta al tiempo? Adoraríamos el milagro de la destrucción.
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