El péndulo del Reloj

Cuando su nieta le dijo que votaría a Ayuso, se le removieron sus viejas entrañas de izquierdas

Como muchos jóvenes durante los años de la Transición, Carlos vivió su juventud de la mano de una sociedad que había decidido cambiar drásticamente respecto a lo que había sido la vida de sus padres, y que crecía sin desmayo. Fruto de aquella coyuntura, en la que el Partido Socialista se adueñó de la idea del “cambio”, mientras que los partidos de la derecha quedaban identificados con el antiguo régimen, Carlos se hizo del PSOE y de izquierdas.

No fue por ideología; él era conservador, católico practicante y dueño de una mediana empresa. Pero los años del Felipismo le fueron bien, y vio como él, su familia y su comunidad progresaban adecuadamente. Incluso varios de sus parientes terminaron trabajando para la Junta. Luego los años del malhumorado Aznar los justificó debido a que en democracia debía de producirse la alternancia. El “No” a la guerra en Irak le sirvió para recuperar su lejana rebeldía juvenil; pero de los gobiernos de Zapatero sólo le gustaba Rubalcaba y les aprobó exclusivamente por el final de ETA. Ya jubilado, se indignó con la corrupción interna del PP, que se había convertido en el único argumento para su voto al PSOE. El actual Gobierno nunca le gustó por sus aliados, y la altanería de Irene Montero y Pablo Iglesias le alejaron de apoyar al actual presidente al que acusaba de hacer cualquier cosa con tal de mantenerse en el poder. Era un argumento que había escuchado a su tertuliano de televisión favorito, y que había convertido en propio como señal de rebeldía a sus casi setenta años.

Cuando su nieta mayor, que votará ahora por vez primera en su Madrid natal, le dijo que lo hará por Ayuso, se le removieron sus viejas entrañas de votante de izquierdas y se preguntó en qué se había equivocado su generación. La presidenta madrileña era para él la representación del peor nacionalismo existente en nuestro país; el más excluyente y el que más quería imponer su modelo al resto; además de una mala copia del peor y fracasado neoliberalismo, el de Reagan o Thatcher. Pero escuchando a su nieta descubrió, que Ayuso se había apropiado, ahora ella, del significado de la palabra libertad ante sus ciudadanos, y que esta vez lo viejo era lo que a él siempre le había parecido lo nuevo. Y viceversa. Por ello se preguntó si no sería todo cuestión de utilizar bien los slogans y de saber apropiarse de la idea del cambio frente al “más de lo mismo”. Porque los péndulos de los relojes oscilan de lado a lado, pero dan una única hora. Y esa es la que vale.

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