Confabulario
Manuel Gregorio González
Narcisismo y política
No sé si conocen Angelita, un pequeño restaurante de cocina casera, de huerto y de proximidad, resguardado de los turistas en una calle tranquila a espaldas de la Puerta de Alcalá. Su barra se ha convertido en un lugar de peregrinaje para los amantes de la coctelería. Es magia lo que hacen en la planta baja.
Les aseguro que no me pagan por escribir estas líneas. Les hablo del establecimiento para hablarles de su sumiller, Mario Villalón, y de un movimiento que se está abriendo paso con fuerza: NoLO (No y Low Alcohol). Asegura el coctelero que están cambiando nuestros gustos; que el 90% de los combinados que le piden tienen un perfil mucho más ligero que antes (no más de ocho o diez grados de alcohol); y que ya no pensamos que sea tan divertido levantarnos destrozados “después de tres Old Fashioned”.
En su carta, casi la mitad de los cócteles son para abstemios. Pero no a base de ofrecerte brebajes insípidos y descafeinados sino jugando con la fruta y la verdura, con fermentaciones controladas y hasta con infusiones de hierbas. Esta misma semana me contaba un amigo que acaba de pedir un lote de destilados a los que se les extrae el alcohol. Los ha probado en un viaje a Australia y me asegura que dan el pego. Aquí tengo mis dudas, pero esperaré que llegue su caja (y que la quiera compartir) y les cuento.
En plena espiral de invitaciones navideñas, tal vez este artículo sea casi de mal gusto. He dudado, ciertamente, en esperarme a enero cuando todos hagamos nuestra semanita de desintoxicación. Luego he pensado que puede ser un buen momento para explorar.
A la palabra NoLO no le vaticino mucho recorrido. De todos los acrónimos y anglicismos que hemos incorporado a nuestro vocabulario, éste es realmente imposible. Bien distinta es la tendencia que hay detrás. Coincido con quienes le tienen declarada la guerra a los refrescos y coincido todavía más con quienes se niegan a servirte según qué exquisitez acompañada de esa bomba de azúcar y burbujas que es la coca-cola y que nadie cuestiona.
Comer con agua, además, es muy triste. Ni se me ocurre para una cena navideña o un tardeo festivo. Del vino no hablo, que para mí (con moderación) es saludable y sobre los cócteles No-LO me queda una duda que podemos resolver juntos: comprobar si están buenos de verdad o son otra versión más del “health-washing”. ¿Se animan?
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