El niño que componía en andaluz

A veces bromeo diciendo que a mi primo Alex, ése que todos ustedes conocen por Alejandro Sanz, ya sólo le falta conseguir la Medalla del Espacio Interestelar de las Galaxias del Universo.

Alejandro  Sanz , durante la presentación de su último disco.

Alejandro Sanz , durante la presentación de su último disco. / Ricardo Rubio / Europa Press

Y ya la quería… a Andalucía. Y la quería, porque él era sólo un lunarito en los andares de su madre y una nota en la guitarra de su padre, cuando antes de ser y de existir ya hablaba en andaluz, ya sentía en andaluz, ya soñaba en andaluz. Ya entonces, antes de saberse andaluz, su corazón galopaba a compás de bulerías y sus palabras se entrelazaban con la frescura y la síntesis de esa forma tan nuestra de hablar.

Tenía en su tez morenita, ese niño, la mirada profunda, dolorida y alegre a la vez, de esos cantares de un pueblo que todo lo dice con el alma en la boca. Y esa boca nunca quiso callar ni ponerse de rodillas. Y defendió su acento y defendió su estirpe y defendió su humildad digna y honrada y llena de arte por los cuatro costados, de aquellos que querían convertirlo en otra cosa.

Quisieron -me consta- “limpiar” su acento, como si estuviera sucio, ya desde aquel disco Los chulos son pa' cuidarlos. No gustaban entonces -incluso hoy siguen sin gustar- o peor aún, hacen gracia, aquellos de allí abajo que aprendieron a comerse las sílabas, porque mataban el hambre. Pero eso sí, les gustaba lo que cantaban y cómo lo cantaban, porque sonaba a verdades como puños.

No, no se dejó. No era un producto, no. No era moneda de cambio. No pasó por el aro de doblegar un habla que habla sin concesiones de quien uno es. Y ese gesto, reconocerse a sí mismo, es uno de los más nobles que pueda tener un hijo hacia una madre como Andalucía, que con lágrimas en los ojos tuvo que decir adiós a tantos hijos que emigraron a otros destinos en busca de un futuro mejor. Y él lo encontró, porque era inexorable que lo encontrase. Porque su universo de pequeñas cosas hablaba de corazones “partíos” que no tenían miedo a las censuras lingüísticas y mucho menos a las críticas. Y arrasó. Y sigue arrasando con versos, con poemas cantados que llenan hoy el mundo de esa Andalucía nuestra que se hace querer y se hace sentir a través de su lírica vestida de pop, de flamencura, de sensibilidad en estado puro, de un poeta de lo jondo que canta y compone en andaluz desde que nació, porque es lo que sabe hacer. Porque no conoce otra lengua materna que la de su esencia y su raíz.

A veces bromeo diciendo que a mi primo Alex, ése que todos ustedes conocen por Alejandro Sanz, ya sólo le falta conseguir la Medalla del Espacio Interestelar de las Galaxias del Universo. No hace falta enumerar los premios que acumula en su dilatada carrera. Con mencionar su reciente estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood es más que suficiente. Pero, la verdadera estrella de hoy es la que brilla encendida en esa antorcha de su acento andaluz, que sigue paseando por el mundo con el orgullo de quien lleva a una madre prendida en la palabra. La palabra, la más potente de esas armas que sin guerra, sin tanques, sin fusiles, ni misiles conquista corazones, conquista esos territorios del alma que trascienden lo terrenal.

Y ya la quería, a Andalucía, aunque ni él mismo lo sabía. Y hoy su madre le recibe con los brazos abiertos para darle ese abrazo con el que no sólo lo acoge a él, sino a todos aquellos que se fueron y se llevaron el alma prendida en los labios y su cultura en una simple mochila. A aquellos que se fueron, pero que se sienten orgullosos de ser andaluces allá donde estén. A aquellos que entienden que Andalucía es una forma de hablar, de sentir y de vivir. Madre e hijo se funden hoy en un eterno y deseado abrazo.

Y ya la quería… y ella lo quería.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios