NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
En el valle del Guadalquivir hay una cumbre. Se reúnen en Sevilla las Naciones Unidas en el momento exacto en que el orden –siempre en tenguerengue– surgido después de la Segunda Guerra Mundial da (con papi-chulo al que adora Rutte al frente) el paso agigantado al Nuevo Desorden Mundial, al de las Naciones Desunidas. Como perder la fe en los simulacros de eso que llamamos realidad no se me da mal del todo, nunca deposité mis expectativas de un mundo mejor en la ONU, pues venía de nacimiento atada de pies y manos a los cinco miembros permanentes de su Consejo de Seguridad. Aun así, ahí estaban la Minurso, trabajando para el referéndum del Sáhara Occidental; Unprofor en Croacia y Bosnia; la Unrwa, junto a los palestinos. Comprenderán mi escepticismo, después de que la comunidad internacional haya dejado tirado –España, con su gobierno tan de izquierdas (eso dicen), la primera– al pueblo saharaui; comprenderán mi escepticismo, después de los genocidios en Srebrenica y Gaza.
Frente –y contra– a la frustrada pero inmejorable intención de las Naciones Unidas, siempre estuvo el poder efectivo de los dueños del tablero, de los que parten la pana y reparten el bacalao. El peso de la ONU en el orden internacional fue siempre relativo, aunque hasta hace poco se guardaban las apariencias. Ya, ni eso. La narrativa atroz de los más fuertes, su “cultura” (con perdón) predadora, ultranacionalista, inhumana, antiecologista y persecutora de los otros –quienesquiera que sean–, se está instalando de tal forma que hay quienes llegan a declarar a António Guterres persona non grata en Israel, y hasta a acusar a las misiones de la ONU de colaborar con terroristas. Hasta Felipe VI les habrá parecido un pelín bolivariano a esos que van ladrando “¡woke!” por las calles, por mentar en su discurso en el Real Alcázar al andalusí Averrores –¡un infiel de los que nos arrebató España!–, hablar del camino “a la paz y al progreso” y recordar que “la ignorancia conduce al miedo, el miedo al odio y el odio a la violencia”. Malos tiempos estos, en los que la barbarie sin coto se ha normalizado tanto que las ideas y discursos que hasta hace nada generaban consenso sonarán radicales. Malos tiempos estos, en los que sale más a cuenta la desunión, la destrucción, el rearme, la guerra tan rentable.
También te puede interesar
NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Diafragma 2.8
Paco Guerrero
De facilidades
Manual de disidencia
Ignacio Martínez
Un empacho de Juanma
Las dos orillas
José Joaquín León
La edad de la Constitución