Si usted pertenece a la generación de los llamados Baby boomers y no a la de los Millennials, vaya preparando el traductor de realidad cotidiana porque le va a hacer falta. Es el ciclo natural de la vida el que hace que cada generación busque sus propios códigos de comunicación, sus giros y anglicismos, simplemente para camuflarse de aquellos que les dieron las primeras papillas y asistieron estoicamente a toda clase de cumpleaños y fiestas colegiales. "Ley de vida", hubiera dicho mi padre.

Hoy todo es "en plan" esto, "en plan" lo otro, porque sí. Porque te ríes de todo con "lol" y hablas con sorna de alguien que fue pillado en un renuncio, que ahora se llama "catazo". Si estoy tranquilito y no tengo ganas de salir a la calle para disfrutar de la antigua "marcha", seguramente esté de "chill". Pero, cuando alguien no está de "chill" y está convenientemente ataviado y motivado, es que tiene mucho "flow" y es muy "fachero", que nada tiene que ver con lo que en la época boomer se entendía por "facha" ni con tener "mala facha". En fin, ya no se baila disco ni se escucha pop, se baila K-pop, que es una forma muy "random" de pasar el rato a lo "japo".

Acertar hoy a describir a persona alguna según su sexo, que no su sexualidad, parece haberse convertido en un acertijo, incluso a veces casi en pecado mortal. Un espeso y resbaladizo terreno de términos, sensibilidades y percepciones abstractas de difícil descripción: binario, no binario, género fluido, queer, cisgénero, pansexual, LGTBI+, etc, etc… con todo el derecho y el respeto a que cada cual se enamore o no de lo que le, lo, la, los, las o les apetezca. Faltaría plus.

Cada vez es más complicado expresarse con propiedad en un mundo que va muy rápido, incluso para los boomers. Ni les cuento para la generación anterior. Se trata de una realidad cifrada, cada vez más inaccesible para muchos de los que fuimos tan modernos no hace tanto; los que llevábamos tupés y hombreras y bailábamos hasta el amanecer al grito de Sufre mamón o lo mejor de Mecano. Hasta ahí tiene gracia la broma. Lo que no tiene gracia es que nuestros mayores, esos que dieron el biberón a los millennials de hoy, cuando sus papás se iban atrabajar, ahora se vean en la cuneta porque no entienden de cajeros, de fondos de inversión, de firmas electrónicas, ni de correos. Para ellos, el mundo se ha convertido en algo ininteligible. Un lugar hostil, rápido, voraz, que avanza como una apisonadora hacia un lugar que no acierto a imaginar, pero que es diametralmente inverso a su velocidad. Tal vez un sitio similar al que ya retrató Larra: "Vuelva usted mañana, porque el señor oficial de la mesa no da audiencia hoy". Ellos, que tanto lucharon por un mundo mejor, son hoy ignorados por ese mundo incomprensible. Incomprensible, ¿no?

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