Feria de Algeciras
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Mujica, el último santón

¡Oh, Fabio!

16 de mayo 2025 - 03:05

Entra dentro de la lógica que, en unos tiempos como los presentes, en los que la izquierda ha cambiado la bandera roja de los parias por otras más pudientes como las del arcoíris o la estelada, la muerte de un hombre como José Mujica, ex presidente del Uruguay, provoque gimoteos de forma unánime. Cambiando el tiempo verbal, podríamos decir que “se llora lo que se perdió”. ¿Y qué ha extraviado la izquierda? Pues todo aquello que también ha traspapelado la derecha: la sobriedad, el ascetismo, la pobreza de espíritu y, en general, todos esos valores que se pusieron en orden en el Sermón de la Montaña, ese “texto fundacional de Occidente”, según el latinista sevillano Juan Fernández, ya desgraciadamente fallecido.

Más allá de las hagiografías que hemos leído en los últimos días, desconozco la verdadera vida de Mujica. Pero eso es lo de menos, lo que cuenta es la leyenda. En ese sentido, el ex presidente del Uruguay se nos ha presentado como una continuación de una viejísima genealogía de santones que tomaron la senda del desprendimiento material, desde Diógenes de Sinope a los estilitas, los morabitos del Rif, San Jerónimo o los beatos anarquistas. Personajes que siempre causaron (y siguen causando) gran admiración en aquellos que vivían entre los algodones y los alamares del confort, cuando no el lujo. Tanto la burguesa que apoya la vida ascética de un convento de clarisas como los podemitas y sumitas con chalet de lujo y modelitos a la última que aplauden la vida rústica y pobre de Mujica, comparten una misma tendencia a ver en la ascesis un camino superior al que ellos han tomado. Esa vida retirada en el huerto, con su desdén por las trampas del mundo y su dialéctica entre socarrona y lúcida, nos es muy conocida a todos. Y todos, alguna vez, la hemos anhelado.

La izquierda ha perdido en muy poco tiempo a dos de sus santones: Francisco y Mujica. El primero lo fue a su pesar, ya que nunca compartió con sus admiradores causas mollares como el aborto o la eutanasia. El segundo lo fue conscientemente y dejó una estela de bonhomía que debería herir a la neoizquierda identitaria. Siempre será mejor Mujica, con su cubana, su tractor y sus batallitas de la guerrilla, que Yolanda Díaz con su presupuesto para bisutería, Pablo Iglesias sableando al personal para sus negocietes o Gabriel Rufián viviendo el sueño de la capital a costa del dinero de la Hacienda que pretende saquear.

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