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En la última actualización del Documento de Comando de Defensa (Defense Command Paper 2023) de Reino Unido, el Gobierno británico se comprometió a invertir en Gibraltar como uno de los “cinco centros globales” que actúan “como trampolín” para su proyección en todo el mundo y que son “esenciales” para “combatir las amenazas actuales y futuras”. En esta especie de declaración de intenciones y estrategias futuras, el ejército británico pone negro sobre blanco el papel estratégico de la Roca, que el día a día tras el Brexit se ha ocupado de hacer patente.
Londres siempre ha visto el Peñón como un enclave militar, pero nunca lo había señalado con tanta claridad. Aquí es donde el secretario de Estado de las Fuerzas Armadas británicas, James Heappey, ha venido dos veces de viaje en unos meses, donde el destructor HMS Diamond se rearma con misiles Sea Viper para combatir a los hutíes en el mar Rojo, donde es habitual que se celebren maniobras de todo tipo, donde llegan submarinos de propulsión nuclear sin previo aviso y donde el Ministerio de Defensa planea el dragado del puerto militar y la reurbanización de la infraestructura en South Mole, con el fin de prestar servicio a los buques de guerra que atraquen el Peñón y permitir que los portaaviones de clase QEC lleguen hasta la Roca.
El propio Heappey anunció en agosto del año pasado un paquete de inversiones de entre 40 y 50 millones de libras (entre 46,8 y 58,5 millones de euros al cambio) en proyectos para la mejora de las infraestructuras militares de la colonia.
Los últimos datos hechos públicos por el Gobierno de Reino Unido reflejan que en 2022 pasaron por Gibraltar unos 14.000 soldados –equivalente a casi la mitad de la población del Peñón– en visitas temporales, además de 79 buques –entre ellos submarinos nucleares– y 117 aviones militares. Actualmente hay 952 empleados del Ministerio de Defensa en Gibraltar, de los cuales 528 son civiles contratados localmente.
Lo más grave de esto no es que se produjera cuando los estados que forman el Grupo de Acción Financiero Internacional (GAFI), fundada en el marco de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en 1989, consideraban a Gibraltar un territorio que no cumplía las normas de la lucha contra el lavado de dinero, la financiación del terrorismo y las actividades relacionadas con las armas nucleares, químicas o biológicas. Lo más grave es que el propio Reino Unido también lo creía poco fiable y, pese a esto, continuó con su militarización, mientras en la Roca quién sabe qué entramados con riesgo para la seguridad de los aliados de la OTAN podía estar fraguándose.
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