Sobre el mérito

09 de febrero 2025 - 03:07

Quienes empezábamos el quinto curso en la facultad de Medicina de Cádiz, sabíamos que el único hueso difícil de roer que nos quedaba para acabar la carrera era la asignatura de Otorrinolaringología (ORL), cuya cátedra ostentaba entonces el doctor Bartual. Imagínense nuestra sorpresa (y, cómo no, alegría) cuando al principio de curso el tan riguroso como serio profesor nos anunció que ese año nos daría el aprobado con solo presentar un trabajo sobre la especialidad.

Ignoramos –y no preguntamos– la razón de tan extraño comportamiento, pero lo cierto es que ese año D. Juan disfrutó como un niño siendo componente de una agrupación carnavalesca en las que entonces se llamaban Fiestas Típicas y mientras tanto su aprobado general propició que los de nuestra promoción nos licenciásemos en Medicina… sin tener ni pajolera idea de ORL. Según he leído en la prensa, Oxford y Cambridge, quizá dos de las más prestigiosas universidades de Reino Unido, suprimirán los exámenes “tradicionales” para ser más inclusivos y favorecer a las minorías (“alumnos negros, de origen asiático o con menos recursos”). Ya el examinando no tendrá que enfrentarse al enunciado de las preguntas, al folio en blanco ni al profesor paseando entre los pupitres. Al parecer este tipo de exámenes que solo se aprueban “hincando los codos” suponen una amenaza para la autoestima de los estudiantes y, por tanto, parecen mucho más adecuados para su estabilidad emocional evaluarlos en “exámenes con el libro abierto” o “trabajos para llevar a casa”. Desde luego, en España donde la educación lleva muchos años transitando por esos mismos derroteros, no podemos sorprendernos de tan peregrina teoría en que el aprobado es algo anecdótico que no impide pasar de curso, donde se educa jugando y antes que el conocimiento hay que potenciar la sensibilidad. Estas peligrosas “ocurrencias” están destinadas a igualar a la gente no en el punto de salida, como sería de justicia, sino en el de llegada considerando la excelencia y el mérito como privilegios que hay que expulsar de la educación. Sería interesante comprobar si los progresistas pedagogos que preconizan estos modernos métodos de enseñanza se dejarían operar por un cirujano ignorante pero, eso sí, emocionalmente estabilizado o se subirían a un avión pilotado por un capitán tan simpático como incompetente.

Lo mismo que nosotros, gracias al profesor Bartual, somos unos indoctos en ORL, la mayoría de universitarios (incluidos los de Oxford y Cambridge) se graduarán con inmensas lagunas de conocimiento para desgracia de la sociedad que los acoge. Muchos puestos de trabajo de toda índole están ya ocupados por gente inepta. A modo de ejemplo aleatorio, baste observar la incompetencia de los árbitros (en el campo y en el VAR) del reciente partido entre el Espanyol y el R. Madrid.

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