Alto y claro
José Antonio Carrizosa
¿Merece la pena?
Mientras en el búnker de la Moncloa los estrategas organizan la colocación de sacos terreros para resistir cueste lo que cueste, por las sedes del PSOE se extiende una sensación de pánico ante la incapacidad de responder a una pregunta elemental: ¿qué ocurrirá cuando todo esto pase? Cuando todo esto pase, cuando se celebren elecciones y tengan que abandonar el poder, los socialistas tendrán que emprender una nueva travesía del desierto y reconstruir un proyecto político y unos liderazgos que habrán quedado arrasados. Lo que ha pasado en estos tres últimos años es de una gravedad que admite pocas dudas. En 2023 Pedro Sánchez tiró por la borda la coherencia para fraguar una mayoría que le permitiera llegar a la Presidencia del Gobierno a pesar de no haber ganado las elecciones. Se abrazó a Puigdemont, aunque ello le supusiera incurrir en contradicciones que le quitaban toda credibilidad política. Ahora parece dispuesto a hacer lo mismo con las dos líneas estratégicas que forman parte de los fundamentos del partido, la limpieza de la vida pública y la lucha por la igualdad y la dignidad de las mujeres. Cuanto más tarde en finiquitar esta legislatura que no lleva a ningún sitio más difícil será planear una reconstrucción.
La miopía de la actual dirección socialista los lleva a primar los intereses particulares de Pedro Sánchez –aguantar en el poder hasta que los escándalos que lo acosan, incluido el de su mujer, estén encauzados– por encima de los de la organización. La rebelión que protagonizan estos días las mujeres socialistas ante la pasividad de los dirigentes en casos de abusos sexuales tiene una enorme trascendencia porque hace mella en una parte esencial del electorado que siempre ha estado ahí para salvar la opción socialista.
¿Merece la pena la resistencia numantina en la que está empeñado Sánchez y el núcleo de fieles que lo rodean? La preocupación es evidente en muchas federaciones socialistas donde se dan ya por descontados los descalabros electorales. El PSOE nacional empieza a proyectar una imagen tóxica. Lo peor es que no se ve ninguna salida. Los escándalos crecen, los apoyos se resquebrajan, los electores expresan su hartura y de frente solo hay un muro de resistencia para aplazar lo que cada día parece más inevitable.
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