Tierra de palabras

La llave

Parece que uno tiene que tocar fondo para que esa inmensa estructura helada se haga visible

Un maestro sufí explicaba una parábola que nos habla de un herrero que es encarcelado injustamente y que, al parecer, de un modo milagroso logró fugarse. Muchos años después cuando se le pregunta cómo lo hizo contesta que su mujer, una tejedora, había tejido el diseño de la cerradura de su celda en la alfombra de plegarias sobre la que oraba cinco veces al día. Al darse cuenta de que la alfombra contenía el diseño de la cerradura de su celda hizo un trato con sus carceleros para conseguir herramientas con las que hacer pequeños objetos los cuales luego ellos podrían vender con beneficios. Mientras tanto, también utilizó las herramientas para hacerse una llave y un día se fugó. La moraleja que encierra esta breve historia sería: comprender el diseño de la cerradura que nos mantiene presos nos ayuda a confeccionar la llave que pueda abrirla. Creemos sentirnos libres dentro de los estrechos márgenes que nuestra limitada visión ve como extensas praderas. Solo vemos la punta del iceberg y no nos otorgamos suficiente tiempo como para descubrir que es debajo de esa punta visible donde se asienta una gran masa de repetitivos patrones, de convicciones fijas que nos hacen sentir perpetuamente insatisfechos y a la que apenas echamos cuenta. Parece que tiene uno que tocar fondo, nunca mejor dicho, para que esa inmensa estructura helada se haga visible; mientras, nos mantenemos en la superficie medio a flote en un inestable equilibrio.

Hay un pasaje en el libro 'Un curso de Milagros' que dice que la paz es el único requisito previo para alcanzar el Conocimiento; y cuando habla de conocimiento no es el referido a los libros o la experiencia de la propia vida, es un conocimiento con mayúscula porque se refiere a tu verdadero ser. Toda esa gran superficie de hielo que no ves y crees te mantiene a flote no eres tú. Solo reconociendo esto será posible la escapatoria y ese es el milagro del que habla el curso. No es un milagro sobrehumano de algo inexplicable; es que seas capaz de comprender el diseño de lo que te mantiene encarcelado, la cerradura que nos tiene cautivos. Sigue diciendo que cada vez que respondes a la llamada del ego estás haciendo un llamamiento a la guerra, pero en esta guerra no hay adversarios; los que percibes como adversarios forman parte de tu paz, a la cual renuncias cuando los atacas. Para la fabricación de la llave, esta sería una muy buena herramienta.

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