Una laja con prehistoria

23 de mayo 2025 - 03:05

El caminante que inicia sus pasos junto al rancho del Barracón cruza un río Hozgarganta colmado tras la primavera lluviosa y sortea arbustos de adelfas con los troncos lamidos por telúricas crecidas. A partir de allí el paisaje es una sarta de topónimos que tienen el valor geográfico de los recuerdos que se agazapan tras los pliegues más cordiales: el Herrumbroso, el Jateadero, el Helechar, la Gredera, la garganta de Gamero o las lomas de Altabacar, que ascienden hasta las de Cámara, divisoria de aguas entre el Guadiaro y el Guadarranque. El camino hasta la Laja tiene la geografía de los espacios más venerables y la historia hecha trasiego y atalaya. El alcornocal es denso, recio, nervudo. Los troncos se escoran ligeramente a poniente, empujados por vientos que vienen del mar con la húmeda constancia de los ritos eternos. Inmensos quejigos muestran su altivo porte que retoña con el verde más luminoso de los mejores mayos. El Mediterráneo se presiente a estribor del Hacho de Gaucín, los farallones de Crestellina y la meseta de Alcorrín, al pie de Sierra Bermeja, tras cuya cima se asoma cada mes la luna llena con la regularidad de los ciclos completos.

La Laja Alta es un hito prehistórico. En mi última descubierta por esos pagos tuve el placer de encontrarme con el equipo de investigación arqueológica formado, entre otros, por Antonio Morgado Rodríguez, de la Universidad de Granada y Eduardo García Alfonso, del Museo de Málaga. Este grupo reivindica el valor de las pinturas del abrigo, que consideran las representaciones de embarcaciones más antiguas del Mediterráneo Occidental; pero no se trata de una interpretación subjetiva. Tras realizar pruebas científicas como fotogrametría de trazos, modelo escáner 3D, procesamiento de imágenes, análisis espectroscópico de pigmentos y técnicas de datación absoluta mediante Carbono 14, han considerado que estas valiosas representaciones, entre las que se encuentra la organizada escuadra de barcos, llevan surcando las paredes del abrigo de Jimena desde el IV o el III milenio a.C.

En estos días han hecho lo que se debe hacer: un estudio arqueológico empírico y riguroso del interior del tafoni y sus zonas aledañas, lo que permitirá demostrar algo más que hipótesis. Se trata de un trabajo pionero en uno de los referentes icónicos del arte parietal prehistórico de la zona, donde enclaves como el Tajo de las Figuras, Palomas, Bacinete o tantos otros necesitan de este tipo de catas científicas para otorgarles el mérito objetivo que les corresponde. Son manifestaciones que ni el conjunto de los ciudadanos valoramos ni las instituciones han sabido potenciar como se merecen. Cada vez resulta más perentorio conocer y preservar estos bienes que son patrimonio de todos, aunque oficialmente no tengan el reconocimiento debido.

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