Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
Todo tiende al desorden. Así, sin más. Si no introducimos en la ecuación elementos externos, cualquier sistema tanto natural como artificial está destinado a la destrucción. Y si, para colmo de males, introducimos elementos que contribuyen al fracaso éste es inevitable. Ahora que estamos en tiempos de alegrías luminosas en que ensalzamos creencias que no profesamos y valores que luego pisoteamos, viene al caso un proverbio bíblico (30:33) que en la versión Reina Valera del 60 se traduce así: "Ciertamente el que bate la leche sacará mantequilla, Y el que recio se suena las narices sacará sangre; Y el que provoca la ira causará contienda". Y, antes que nada, fijémonos en que la culpa no es de la leche, ni de la nariz y ni siquiera de la contienda. El sujeto activo es el elemento que bate, suena y provoca.
Lo digo porque desde siempre en todas las organizaciones cuando se busca desestabilizar algo se usa con recurrente frecuencia lo que se conoce como "el tonto útil" (úsese también en femenino de aquí en adelante y me ahorro caracteres). Ese personaje es el encargado de insultar, difamar y vejar sin más apoyo que su palabra ni más sustento que su odio. Y ese tipo de presuntas personas consigue su objetivo en innumerables ocasiones porque les damos pábulo y tendemos a buscar equidistancias entre la realidad y el mero invento, y lo falseamos al dar credibilidad a uno de los extremos para modificar artificiosa y tendenciosamente ese centro ideológico que parece que es imprescinible para sentirnos ecuánimes. Lo curioso es que esas marionetas sembradoras vocacionales de odio y engaño por naturaleza valen para la destrucción, pero cuando hay que construir son sistemáticamente eliminadas por aquellos que las crearon. Por quienes saben por experiencia, en muchos casos propia, que mentir es fácil, que modificar la Historia es sencillo, que minusvalorar los éxitos ajenos es simplísimo y que achacar tus errores a las herencias recibidas es de lo más socorrido. Pero luego tienes que construir, proponer, crear consensos y eso exige un esfuerzo mental para el que esas alimañas no están preparadas. Lo terrible es que cuando llega el momento de edificar esparcimos por el camino muchas veces millones de vidas, de ilusiones, de esperanzas. El fracaso supremo del ser humano. Destruir es aprovechar la cuesta abajo que la Naturaleza nos ofrece; para construir hay que buscar vías de acceso, edificar puentes, hacer caminos...un esfuerzo demasiado grande. Las cuestas arribas son empinadas, a veces imposibles de salvar individualmente. Y claro, ahora ponte tú a echarle la culpa de no subir la cuesta a la cuesta o a la mantequilla o al barro, que ya puestos a ser imaginativos...
También te puede interesar
Lo último