Qué guerra

07 de noviembre 2025 - 03:06

La legítima defensa recogida por la Ley es la frontera de la civilización. Lo otro es agresión o, sencillamente, no es legal. Y me pregunto, ¿por qué hablamos de Guerra Civil?; la terminología condiciona la interpretación, vean:

Con el sufragio universal nace el Estado español, hace apenas un siglo. A partir de ahí, el Estado es la Ley; no cumplir con ella es delinquir, pero atentar contra el Estado además de delinquir es destruir la estructura de nuestras garantías, los derechos y la poca libertad que podemos gozar. Un golpe contra un Estado legítimo, por complicada que sea su situación, si no está ya subvertido y colapsada la separación de poderes de facto, es una declaración de guerra hecha por un enemigo y cabe, pues, la defensa legítima.

Desde un punto de vista académico, hablar de Guerra Civil en 1936, de las dos o las tres Españas, de bandos, etc., es asumir la logorrea de los vencedores y su justificación propagandística. Por supuesto que hay que hablar de las víctimas de grupos anarquistas, de los comunistas y los tentáculos soviéticos, de las checas y Paracuellos, una víctima lo es por lo que le ocurre, no por otra consideración, y así las describen las Leyes de Memoria. Pero asumiendo que Stalin es cuantitativamente un asesino mayor que Hitler, no olvidemos que el concepto de genocidio casa legalmente con los crímenes de este último no por la cantidad sino por lo cualitativo.

No voy a considerar si los golpistas del 36 eran la versión ibérica de sus socios nazis, que lo fueron, sino la obligación que tenemos en las facultades e institutos de explicar la Historia para comprender la naturaleza de los acontecimientos y, si es posible, no repetir crímenes. El mundo académico es atrozmente conservador, curiosamente tiene miedo a la inteligencia porque construye carreras partiendo de lugares comunes sin percatarse de que el pensamiento comienza donde acaban éstos. Ni el 98 ni el 27 fueron reales, ni España o Cataluña o Suazilandia existen más que en la voluntad de respeto a sus Leyes, por más que sea emocionante asumir esa gran novela construida por las tradiciones y no, no, la monarquía no la tiene azul. Esto no debería ser un debate ideológico, la prueba del triunfo de los golpistas es que no hay un consenso en analizar la sustancia de su ataque al Estado español. Izquierdas y derechas deberían confluir en evitar esta mentira de la guerra, sólo así se retratarían los irracionales que, como nos descuidemos, nos arrastrarán a la inmundicia otra vez, a todos.

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