La guerra que viene

01 de mayo 2025 - 03:05

Atenor de esos episodios belicosos que no dejan de sucederse en el vecindario europeo son ya muchos los periodistas que se lanzan a analizar y comparar los arsenales militares de los contrincantes de un hipotético (o no tan hipotético) conflicto: que si determinado bloque no cuenta con cazas de 5ª generación, que si las fragatas o los carros de combate de la caballería de no sé qué país son antiguos, que si el contingente humano de este, que si la motivación de la tropa de aquel…

Sin embargo, la historia reciente nos demuestra que las guerras no las ganan ya los que tienen en su haber más armas o soldados sino que, por encima de esas cifras huecas, las ganan los que tienen la suficiente capacidad económica para poder mantener activo un conflicto prolongado en el tiempo sin afectar a la calidad de vida de sus ciudadanos. Y aún más: los estrategas de la guerra afirman que, además de ese decisivo poderío financiero, son las alianzas internacionales las que conceden a las naciones en guerra una verdadera ventaja táctica frente a su enemigo.

Por tanto, a los análisis sobre los polvorines de los bloques enfrentados en un potencial conflicto habría que incorporarles un estudio de sus respectivos PIB y de los amigos con que cuentan en la Asamblea de la ONU. Todo esto resulta obvio. Lo que no era tan obvio hasta ahora es que, cada vez más, la verdadera clave de las victorias militares reside en la dependencia del país en guerra con respecto al país suministrador de su armamento. Si la maquinaria de guerra de una nación procede de un productor de armas externo, más le vale a esa nación que el proveedor de su armamento esté de su lado en la contienda. De lo contrario, el país productor podría dejar de proporcionarle las piezas de repuesto que necesita continuamente un ejército en funcionamiento; podría no venderle la munición específica de sus carros de combate, barcos o aviones; podría negarle la sofisticada instrucción técnica y, lo más temido, podría incluso inutilizar los sistemas satelitales de comunicaciones, posicionamiento y cálculo de tiro de esos carros, aviones o fragatas (electronic warfare).

Los tertulianos de televisión que se hacen llamar analistas internacionales olvidan con frecuencia estos extremos técnicos de ventaja militar. Y olvidan también (u olvidaban) que, con los conocimientos adecuados, un reducido equipo de expertos informáticos a sueldo puede, mediante jaqueo (sí, se dice así), anular una red eléctrica, inutilizar el tejido financiero de una nación o acceder a datos personales comprometidos de líderes y gobernantes vulnerables. Tomemos nota de todo ellos quienes vivimos en un enclave tan estratégico, interesante y sensible como nuestra querida frontera sur.

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